Al revisar los avances que en materia de bilingüismo (o multilingüismo) tenemos en el país, además de los muchos lugares comunes sobre la importancia del inglés, nos encontramos con que el Plan Estratégico Institucional 2025 plantea el fortalecimiento de las lenguas extranjeras, nativas, criollas y de señas colombiana en la educación preescolar, básica y media, “con el fin de preservar la riqueza cultural, lingüística y étnica del país en nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes”. Pero, al buscar información más específica sobre cómo harán realidad esto, nos topamos con un artículo del Dr. Jairo Soto Molina que habla sobre “el fracaso del llamado Plan Nacional de Bilingüismo”, pese a que en estos momentos se están invirtiendo importantes recursos en la formación docente, como el programa de ICT Training que envía profesores a formarse en Corea.
Esto nos lleva a revisar los programas de gobiernos locales, y aquí resaltan uno en Antioquia y otros en Atlántico: Sapiencia, la Agencia de Educación Postsecundaria de la Alcaldía de Medellín, a través de su programa de bilingüismo, formó a 2.133 habitantes, mayores de 18 y hasta de 73 años. Mientras tanto, la gobernación costeña desarrolló el programa de bilingüismo “Atlántico, you got this!”; la alcaldía llegó a más de 1.000 niños con el programa Bilingüe Kids.
Aunque en el Cesar se han dado diferentes anuncios por parte de la gobernadora y del mismo alcalde, aún seguimos esperando el ‘starting shot’: el futuro inmediato no nos muestra nada concreto en esa área.
Escuchando la última obra de Silvestre, de pronto se oye un ripipley que se repite tres veces, y por supuesto nos remonta a la gringa, a otras canciones del mismo artista; al hecho de que se mudó a Miami, donde, según Trump, solo el inglés es el idioma oficial. También, con frecuencia, encontramos escaramuzas de Ana del Castillo con la misma lengua. Muchos docentes del área en la ciudad hemos luchado por lograr que nuestros estudiantes de instituciones públicas y privadas alcancen un nivel más que aceptable, con hechos aislados de resaltar, como el del colegio Loperena. Podría inferirse que el problema es tanto sistemático como pedagógico-cultural y, por supuesto, en muchos casos, económico.
Sistemático, porque es posible que nuestros gobernantes puedan generarnos mejores condiciones para que el proceso pedagógico sea mucho más lúdico: para que la gamificación, la tecnología o las nuevas plataformas digitales puedan darse con mucha más recurrencia que los exiguos recursos propios del creativo docente. Cultural, en tanto muchos de la generación X hacia atrás hemos podido alcanzar niveles avanzados, pese a las carencias del sistema y a los muchos negligentes docentes que tuvimos que soportar. Económico, porque actualmente hay muchas becas y otros recursos que permiten superar ese impasse a quienes realmente se proponen conseguirlo (el ripipley también nos confirma que el mucho dinero tampoco es garantía de alcanzar un mejor nivel); lo que nos lleva a esa barrera personal, producto de todos los anteriores ingredientes que, mal conjugados, han hecho de los idiomas y de las matemáticas un gran motivo de frustración.
El sistema, manejado con excesivo recelo y con una buena dosis de positivismo, debería permitirnos alcanzar los niveles establecidos en nuestros currículos “sugeridos”. Aquí es donde la creatividad de los dirigentes y, especialmente, la de los docentes cumple un rol protagonista. Pero la creatividad tiene sus límites, y son las ayudas didácticas, los recursos tecnológicos idóneos, un buen programa con material de apoyo utilizado de manera estructurada y constante los que efectivamente evitan que se repitan ad infinitum las mismas 20 lecciones de las que nadie quiere saber más en su vida; pues, como dicen por aquí, ya le saben a cacho.
Las instituciones privadas tienen sus juntas para exigir cuentas; en lo público quedamos los ciudadanos para pedirles a nuestros gobernantes que dejen atrás los anuncios y hagan realidad sus promesas de campaña, para que nuestras futuras generaciones dejen de sufrir con la idea del aprendizaje de nuevas lenguas. It’s about time!
Por Cenaida Alvis












