Cierro esta temática que me parece muy importante. A medida que la conversación avanzó, se hizo evidente que el proyecto había alcanzado logros significativos.
No se trataba únicamente de un acuerdo de voluntades, sino de la cristalización de un esquema de trabajo en el que cada detalle estaba previsto: la producción de bocetos iniciales, la recreación digital, la definición de fechas, la coordinación de la comunicación institucional y el compromiso de confidencialidad sobre la información compartida.
Estos avances constituyen la prueba de que, aun en un contexto de burocracia compleja, es posible priorizar el sentido humano de la reparación simbólica. Pese a ello, todos los presentes coincidieron en que persisten desafíos que exigen atención diligente, entre los que destacan la confirmación definitiva de la fecha del encuentro con las familias y la entrega oportuna de la información contextual.
De igual forma, el desarrollo de las versiones digitales requiere un plazo suficiente para su creación, revisión y validación, un proceso que no admite improvisaciones si se desea que el resultado sea digno del sentido profundo que este proyecto entraña.
La dimensión simbólica de estos retratos no puede subestimarse. Para las familias, se trata de algo más que una representación gráfica: es la oportunidad de recobrar un rostro que fue negado por la violencia y de legar a hijos y nietos la prueba irrefutable de que esas vidas existieron, que fueron amadas y que merecen ser recordadas con dignidad.
El artista Jhon Maestre afirmó, con voz contenida por la emoción, que cada trazo constituirá un acto de reconocimiento y un testimonio contra el olvido. Su convicción de que el arte puede restaurar fragmentos de la memoria colectiva es la misma que inspira a quienes participan de este proceso.
Mientras se aguarda la confirmación de fechas y la consolidación de la logística, la Universidad Popular del Cesar mantiene firme su propósito de acompañar esta tarea hasta su culminación. La expectativa compartida es que, cuando llegue el día de la audiencia de reconocimiento, los retratos puedan ser contemplados como símbolos de un país que busca reconciliarse consigo mismo. Serán imágenes que no borran el pasado, pero que confirman la posibilidad de hacer justicia, aunque sea en forma de un trazo que sobreviva al tiempo y a la indiferencia.
En última instancia, este proyecto recuerda que la dignidad se defiende en gestos concretos. Cada reunión, cada conversación, cada decisión administrativa es un peldaño en la construcción de una memoria que se niega a ser borrada. Cuando los retratos finalmente sean exhibidos, se cumplirá la aspiración de convertir el dolor en una forma de presencia y el vacío en un testimonio perdurable de que la vida, aun cuando ha sido arrancada con violencia, puede ser restituida a través del respeto y el compromiso.
El tiempo lo dirá. Sólo Eso.
Por: Eduardo Santos Ortega Vergara.










