Se suele escuchar con frecuencia la expresión: “pero si yo no he dicho nada”, mientras su postura corporal, boca torcida, ceño fruncido y actitud, dice todo lo contrario. Podemos callar, pero no podemos ignorar todo lo que nuestras actitudes, gestos y lenguaje no verbal, expresa.
En el trabajo, muchos empleados suelen justificar su mal desempeño con la excusa de no haber dicho nada, pero no logran dimensionar que, precisamente la ausencia de argumentos, propuestas o sugerencias son las que denotan faltan de interés e iniciativa en el trabajo. En el hogar ocurre igual, hijos con mala actitud y poca colaboración o parejas que creen que su único aporte es económico o que se debe estar agradecido por recibir un determinado acto, olvidando que actos sin actitudes, son como empaques de regalo sin contenido alguno. Un comportamiento es importante, pero cuando va acompañado de la emoción y la actitud adecuada, es cuando se genera el impacto esperado.
Muchos no logran entender por qué a través de sus palabras no logran convencer a los demás, ignorando que su comportamiento no se encuentra alineado con aquello que dice. Estar ahí, en el momento adecuado, sin hablar, a veces, es más, que estar allí, acosando con mil argumentos sin sentido, que hacen que la presencia no sea valiosa, que, en lugar de acompañar, abrume.
Un buen comunicador, antes de hablar, debe saber leer con claridad el contexto de su audiencia, identificar emociones, situaciones y requerimientos; solo así, al comunicarse, no se perderá el mensaje y, aún más importante, no se perderá el buen lazo de comunicación, el cual se establece a través de la confianza. Hablar por capricho, hablar por que sí, sin verificar si existe sintonía con la otra persona, es una comunicación egoísta, donde el emisor lo único que desea es desahogarse, desbordarse como agua caliente, sin percatarse de si su emisor está en condiciones de recibir, o, si se terminará quemando.
Muchas personas pensarán, pero si necesito decir algo, ¿es necesario analizar tipo Sherlock Holmes la situación antes de hablar, para poderme comunicar? Y la respuesta es no. No se trata de analizar, se trata de ser sensible a una persona, a un momento; se trata de ser pacientes, ya que escuchar y saber esperar, es también una forma de decir: te respeto, te valoro, te aprecio y entiendo la situación.
Existen personas, que, en medio de situaciones críticas, en lugar de actuar, quieren pedir explicaciones y debatir sucesos que perfectamente pueden dejar para después, como es el caso de cuando en el hogar los padres necesitan salir con urgencia y piden un favor a uno de los hijos; pero el hijo, en lugar de responder actuando, responde con quejas, reclamos y objeciones, ignorando la situación por la que están pasando los padres. Así también existen empleados, que justo en momentos críticos, de auditorías, evaluaciones, eventos, visitas de clientes, en lugar de ser sensibles a la situación, quieren hablar, logrando con ello perder tiempo e ignorando, que su jefe tiene la cabeza en la auditoría, pero el capricho de hablar, no comprende que existen otras situaciones, que su necesidad de comunicar está ignorando. En el campo social también debemos aprender a comunicarnos sin hablar, porque, a decir verdad, si estamos en la calle y vemos que alguien sufre un accidente, es hora de actuar y llamar una ambulancia, o, dependiendo de la situación, policía y tránsito también, pero no es hora de regañar a la persona que sangra en el piso, tan sólo por el deseo de informarle que debe cuidarse.
Aprendamos a comunicarnos sin hablar, y actuar sin agobiar.
Por: María Angélica Vega Aroca.
Psicóloga












