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Los adultos ante la crisis social de la humanidad

Cuando no se ha aprendido a manejar los sentimientos, en especial los negativos, es casi que imposible tomar determinaciones sanas, y un mundo joven sin preparación emocional no es el indicado para ello.

Fausto Cotes, columnista de EL PILÓN.

Fausto Cotes, columnista de EL PILÓN.

Por: Fausto

@el_pilon

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Para no alejarme con el tiempo, si retornamos hacia el año 2000 a. C., la edad promedio de vida era de 30 años; el poder político estaba en manos de los jóvenes de ese entonces, que por la euforia juvenil no generaban ideas, sino guerras; ya por la era cristiana, época en donde la edad promedio para los gobernantes de turno no debió superar los 35 años, y así sucesivamente hasta llegar al tiempo presente, en donde oscila en los ochenta años y la esperanza de vida aumenta, mi análisis concluyente es que a partir de los 60 años se presenta la edad ideal para dirigir, proponer, conducir y realizar el futuro sobre la humanidad, en busca de un justo reacomodamiento social y económico basado en la educación emocional, preámbulo de la sensatez, que, como valor humano adquirido con el transitar de los años haga pensar en la justicia total.

De la juventud hay que aprovechar la inteligencia y la fuerza, pero debería aislarse de la actividad política mientras no se hayan logrado los conocimientos necesarios con la serenidad suficiente para ejercerla, y que con una mente educada bajo principios de la ética formal se pueda obrar con justicia, que es el principio básico del andar entre los sentimientos populares y sus necesidades sociales, que permita encontrar soluciones para la convivencia humana bajo las normas y reglas de un buen accionar.

Cuando no se ha aprendido a manejar los sentimientos, en especial los negativos, es casi que imposible tomar determinaciones sanas, y un mundo joven sin preparación emocional no es el indicado para ello. Ya en los estados seniles es cuando se adquiere, casi que en forma intrínseca, la sabiduría necesaria y suficiente, que con la capacidad de perdón dan la energía social, para aumentar y asentar los sentimientos para la conservación de orden en la convivencia social que solo se logra bajo los términos de la democracia aplicada en el sentido exacto de la palabra.

La capacidad de pensamiento de un hombre joven o un viejo no puede definirse como “mejor” o “peor”, ya que depende del contexto y las habilidades requeridas. Un hombre joven tiende a tener mayor agilidad mental, creatividad e impulso para explorar nuevas ideas. Se adapta más rápido a los cambios tecnológicos o tendencias modernas. Sin embargo, carece de la experiencia acumulada que le permita prever consecuencias a largo plazo.

Por otro lado, un hombre mayor cuenta con la ventaja de la experiencia y el conocimiento adquirido por los años. Su pensamiento suele ser más reflexivo, prudente y estratégico, ideal para situaciones que requieren análisis profundo y toma de decisiones informadas. Aunque puede ser menos ágil mentalmente, compensa con la sabiduría.

En resumen, los jóvenes destacan en innovación y energía, mientras que los mayores brillan en experiencia y profundidad. Ambos son valiosos según las circunstancias.

En ambos casos, los sentimientos negativos matan si no se deja espacio a la libertad del intelecto, amarrado a tantas normas y creencias inculcadas desde un principio, que en una u otra forma han hecho daño al pensamiento general del hombre por considerarlas básicas y universales, y que solo por su carácter hereditario, no han permitido su correcto análisis desde puntos filosóficos particulares.

La dicotomía entre la experiencia que se gana con los años y la capacidad física y mental que se pierde también con los años: como dice el dicho popular: “si el joven supiera y el viejo pudiera” nos parecería indicar que la edad ideal de un gobernante debería estar entre los 60 y los 70 años, si el país no quiere que el presidente aprenda en el cargo, o que, por causa de la senilidad, se acabe gobernando por interpuestas personas que no fueron elegidas por el pueblo. 

Con la Segunda Guerra Mundial mientras el mundo cambió tras estos acontecimientos, aun así, persisten dirigentes socializados en creencias y vigencias muy alejadas del presente, por ello y por el poder del dinero mal entendido las guerras no cesan.

No todas las generaciones comprenden y conocen adecuadamente el mundo en el que viven. Cada generación de gobernantes acumula creencias y sensibilidades específicas para lidiar con las circunstancias y comunicarse con sus coetáneos, pero la sabiduría mezclada con la mansedumbre y la prudencia marcan mucho para rescatar la moral y desde luego el progreso en paz de la humanidad.

El adulto mayor representa y simboliza la conciencia sabia e innata, que siempre tiene poder y está revestido de la justicia y la santidad del pensamiento. Aquello de la inteligencia emocional, empieza a cobrar importancia.

Por: Fausto Cotes N.

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