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El odio, un sentimiento patológico

En Colombia muchas expresiones y palabras se ponen de moda, odio es una de estas. La RAE define este concepto como antipatía, aversión, sentimiento intenso contra otro o algo que este represente y así se ha racionalizado en el lenguaje cuotidiano, pero desde el punto de vista del psicoanálisis, la cosa tiene mayor calado. 

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En Colombia muchas expresiones y palabras se ponen de moda, odio es una de estas. La RAE define este concepto como antipatía, aversión, sentimiento intenso contra otro o algo que este represente y así se ha racionalizado en el lenguaje cuotidiano, pero desde el punto de vista del psicoanálisis, la cosa tiene mayor calado. 

El odio no es una emoción, estas tienen origen efímero y fáctico; el odio, en cambio, es una actitud estable, es un sentimiento tóxico e impuro que podría descansar en la ira, pecado capital que incita a una reacción defensiva frente a una realidad ajena percibida como hostil. 

Quienes padecen esta patología odian a todo objeto que consideran es una amenaza, creen que el odiado es una persona dañina. Desde Aristóteles se concibe el odio como el deseo de hacer daño, sin lugar a la compasión. Como dijo Borges, “el que ha mirado a alguien con odio, ya le ha dado la muerte en el corazón” (Los Conjurados); esto significa que hay miradas matadoras.  

La ofensa, la calumnia, la injuria, la difamación y la intimidación son formas de destrucción del ser odiado. El supremacista blanco odia al indígena, al afroamericano y al migrante, a quienes ven como inferiores y no les ven cabida en la sociedad; parte de este sentimiento se nutre en el rechazo a que ciertos grupos o personas puedan hacer lo que ellos no hacen. El feminicida, el misógino-narcisista y el intolerante con los grupos minoritarios como LGBTI, padecen odio. Este es el sentimiento que anima a los opositores de Petro que, como alguien dijo, lo odian solo por existir y ven en él a la persona que podría interrumpirles la continuidad de unas canonjías centenarias. No es Petro el que incita al odio con sus discursos, es la respuesta a sus propósitos que son antagónicos a los de la oposición. A nadie le gusta que le alteren su modus vivendi. En general, este es el perfil del concepto. 

En la lucha por el poder, el contrincante siente odio por su hipotético vencedor; además, Petro no encaja dentro de los patrones de la sucesión presidencial reservada solo para “gentes de bien”; y si a eso le agregamos que ganó incluyendo una negra cuyos ancestros fueron sus esclavos, para ellos constituye una derrota humillante e inaceptable que les generó mucho odio. 

Este es el real concepto de este eufemismo del cual se ha hecho una banalización tremenda; han hecho creer que odiar es reclamar derechos, que es denunciar, que es llamar a las cosas por su nombre; convocar actos verdaderos de democracia, reclamar autonomía internacional, rebatir tesis económicas, darle transparencia a la función pública y brindarles atención a los sectores marginados es mirado, por quienes perdieron el poder ejecutivo, como actos clasistas y generadores de odio. Quien reclama no odia, lo hace por supervivencia; quien odia lo hace por codicia y competencia enfermiza. Las acusaciones, sin pruebas, que a diario hacen al presidente de la república, solo anidan en quiénes padecen odio patológico. 

Por: Luis Napoleón de Armas P.

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