La deshumanización en un mundo organizado de modo digital y sus implicaciones sociales.
En la era digital, la organización social se ha transformado de manera telemática, en perjuicio de la mayoría de las gentes que no están, y no estamos, en capacidad de manejar esos intríngulis de nunca acabar que podemos semejar a Las mil y una noches. Plataformas, aplicaciones, redes y algoritmos estructuran nuestras interacciones, información y decisiones. Esta organización conectada, aunque eficiente, promueve una deshumanización que enmascara la verdadera naturaleza de las personas y reduce su valor a datos, perfiles o mediciones.
Somos vistas como datos, patrones de comportamiento, simples números o consumidores. Los rebaños en que nos convierten esos sistemas nos hacen pasto de los poderes del mundo: marketings propagandísticos, políticos, sociales y comerciales.
Las plataformas usan algoritmos para manipular comportamientos, y la gran masa de ignorantes al respecto nos volvemos psicodependientes de lo digital. En bancos, EPS, IPS, hospitales, clínicas y servicios públicos y privados, son impresionantes las colas de personas ignorantes que aguardamos la benevolencia de empleados robotizados. Me conmueve la poquedad a que nos ha reducido la modernidad tecnológica y la ignorancia de quienes somos usuarios.
Añádase la impericia de muchos operadores. Cuando esto observo o me ocurre, recuerdo la frase atribuida al general Hermógenes Maza en su lecho de muerte, en Mompox: “Ahí les dejo su mundo de…”. No me animo a escribir la palabra grosera.
La recopilación masiva de datos suele usarse para vigilar, manipular y deshumanizar al tratar a las personas como objetos. Aparentemente, el planeta Tierra está conformado por Estados políticos, pero es una falacia: los verdaderos controladores son sistemas organizados que manipulan a las masas como pastores a sus ovejas. A esto ha quedado reducida la especie humana. Lo demás son apariencias. Las aspiraciones espirituales se reducen a maniobras de egocentrismo variopinto.
La interacción digital disminuye nuestra capacidad de empatía y comprensión entre congéneres. Esto fragmentaría a la humanidad. Algoritmos y personalización extrema crean comunidades cerradas y polarizadas. Lo veo en EE. UU., donde esas formas extremas de vida nos las venden como futuro.
Observo con preocupación que nos transformamos en rebaños humanos de una religión laica tecnológica-informática, a la que no podemos acceder directamente sino haciendo largas colas y a través de intermediarios, sin incluirnos como personas. Tal vez la inteligencia artificial cognitiva audible ayude a superar la incapacidad digital de muchos humanos.
Las tecnologías comunicativas, si no se gestionan con ética, pueden facilitar una deshumanización brutal. ¡La divinidad de la telemática ha construido una nueva Torre de Babel! Los bancos acaban de imponer otra talanquera llamada “Bre-B”. Es urgente promover una cultura informática que respete las desigualdades humanas, enseñe y priorice relaciones genuinas por encima de algoritmos. Vivimos una nueva desigualdad social. Ojalá en Colombia la conjure el presidente Petro, así sea con decretos.
Por: Rodrigo López Barros.












