Un día cualquiera, a comienzos de diciembre, me levanté con una estrofa de la canción ‘Coqueta’ en mi mente:
“Suave, que no resisto tanto cariño,
no me apapaches tanto, corazoncito,
no me hagas cucharita en la madrugada;
si después me enamoro, no digas nada…”
Como llevo años desentendido de la música nueva, me causó gran curiosidad que una canción en ritmo carranga fuera tan pegajosa y averigüé que la compuso y canta El Heredero.
Cada vez más pienso que es inútil añorar los tiempos viejos, con sus costumbres, música, ausencia de tanta tecnología y muchas otras cosas. El mundo seguirá su ritmo frenético hacia donde nos lleven unos cuantos magnates de la tecnología que conocen nuestras mentes mejor que nosotros mismos. Y punto. Lo anterior es para decir, desde mi punto de vista, que toda música pasada fue mejor en cuanto a letra y melodía. Como lo que más me gusta, por razones obvias, es la música vallenata voy a hacer un comentario solo de este género.
El auge del vallenato en los años 70 y 80 se debió a la gran capacidad de los compositores de cantarle al amor y a la naturaleza, como escribió Octavio Daza, pero también a las costumbres, a los amigos, a un músico fallecido, a la Navidad, a una anécdota, a un amor que se fue, a una vieja en El Plan, a la placa de un carro en el que se fue una hembra, a responder de dónde soy, a prometer a una hermosa mujer una casa en el aire, a la primera cana, a un pájaro carpintero, a recordarle a Moralito que huyó madrugado para esquivar un duelo musical, a una gordita, a recordar cuando se era un mocoso enamorado y a una infinidad de temas de tan vasta variedad que dejaron evidencia del enorme talento de compositores y cantantes.
Los grandes compositores podían ser campesinos iletrados o ilustres profesionales, pero las huellas de su genialidad son igual de imborrables. Una canción se convertía en éxito para la posteridad y si alguien cree que no es así recordemos algunas como Fantasía, Mi hermano y yo, Río Badillo, Mi muchacho, Villanuevera, Tierra de cantores, Bonita, No voy a Patillal, El cantor de Fonseca, Matilde Lina, La cañaguatera, etc.
Lastimosamente, hoy cantantes y compositores se orientan únicamente al mercado y a posicionar sus canciones a como dé lugar. Tanto los ritmos como las letras solo buscan un éxito efímero, de semanas o meses, mientras se graba rápidamente otra canción con el mismo propósito. Ya el vallenato no tiene estatura ni en letra ni en melodía, atrás quedaron las exitosos merengues, paseos, sones y puyas que trascendieron fronteras y conquistaron toda Colombia y el mundo hispano. Hay que reconocer que hoy la globalización favorece su difusión y que la juventud la disfruta a su manera, pero no hay canción que perdure.
A buena hora este ejemplo de la canción ‘Coqueta’, ahora que la música urbana de más fama degrada a la mujer y que paradójicamente a muchas les gusta, irrumpe esta canción con una letra decente, interpretada por un cantante casi desconocido, en un ritmo campesino casi olvidado, superando en unas semanas a figuras de talla internacional. Pienso que compositores y cantantes vallenatos deberían, de vez en cuando, volver a sus raíces. Acá en la región siguen la luna y los ríos, los pájaros alegres, las sierras majestuosas, los hermosos cañaguates florecidos, pueblos de tradición como Patillal, San Juan y Villanueva y, lo más importante, las mujeres hermosas que inspiran poesía. Lo anterior se asemeja a una magnífica roca en espera de su escultor, quien pretendiendo lo fácil, se fue a esculpir en la arena.
Por: Azarael Carrillo Ríos.












