“Como un águila incita a su nidada, revolotea sobre sus polluelos, así Dios despliega sus alas y nos toma y nos lleva sobre su plumaje”. Dt 32,11.
En estas épocas de grandes desafíos y difíciles decisiones, debemos encontrar la osadía necesaria para vivir de acuerdo con nuestra propia naturaleza.
Por vía de comparación hablemos de dos aves, parecidas pero distintas. En el alimento, el águila no come cualquier cosa, selecciona y planifica, busca lo que quiere comer, caza su presa y se la lleva al nido y la come caliente, detesta la comida descompuesta, no le gusta el mal olor. El buitre en cambio, se alimenta de carne muerta, siempre come lo que otros dejan, desciende de las alturas a comer animales descompuestos y come hasta intoxicarse de sangre y carne putrefacta.
El águila obtiene su comida en soledad, no se involucra con grupos que la puedan contaminar; el buitre es gavillero, come en grupo, la soledad le produce temor; se harta tanto que luego trata de volar y no puede. ¿Será que como el buitre, nuestra debilidad espiritual es el resultado de la dieta? ¿Será que no podemos elevarnos porque estamos intoxicados con alimentos muertos de este mundo?
La construcción del nido es otra de las cosas importantes para el águila, allí pasará unos cincuenta años, criando hijos y dominando esa región. Vive solitario en las alturas, hace su nido en las hendiduras de las peñas a miles de metros de altura. Diseña su nido para protegerse del mal tiempo, proteger a sus aguiluchos y tener un cómodo lugar de descanso. El buitre es totalmente distinto, el macho es irresponsable en la preparación del nido, prefiere comer antes de preparar el lugar para vivir, eso hace que espere hasta último momento y luego desesperado haga su nido en árboles muertos, árboles bajos y en el suelo mismo. Vive en bandadas, así se siente fuerte.
Amados amigos lectores, la diferencia entre estas dos aves, expresa la importancia de tomar sabias decisiones en la vida. Lo que hacen está relacionado con su naturaleza. Igual nosotros, lo que somos, determina lo que hacemos. Nuestras decisiones deben ser consecuentes con nuestra naturaleza.
Seamos estrictos con nuestro alimento espiritual, porque la comida que ingerimos determina cuán alto podremos elevarnos luego. El águila nos enseña la importancia de mantener una dieta. Esta tiene que ser consistente con nuestra nueva naturaleza y se extiende al área espiritual de nuestras vidas, la cual debe incluir: congregarse, tener comunión con otros, oración, estudio de la Biblia, lectura de buenos libros, adoración, evangelizar y discipular, obedecer y servir al cuerpo de Cristo.
¿Somos águilas o buitres? ¿Vivimos en las alturas o en el suelo? Nos alimentamos de carne viva o podrida? No podemos ser como el buitre, metiendo el pico en cosas nauseabundas y comiendo de allí, entonces cuando llega un problema y es necesario elevarse, no puede porque está intoxicado, ha comido mucho alimento rancio que lo adormece.
Corolario: ¡Vivamos como las águilas! “Los que esperan en el Señor, tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán”. ¡Actuemos consecuentemente con nuestra naturaleza! ¡Vivamos en las alturas! ¡Nos veremos en la cumbre!
Abrazos y muchas bendiciones.











