Por Gustavo Cotes Medina
El coltán, de color gris metálico oscuro, es un mineral resultante de la suma de la columbita y la tantalita que se utiliza en la producción de teléfonos celulares, televisores de plasma, computadores portátiles, trenes magnéticos de alta velocidad, centrales atómicas y en la construcción de misiles por su condición de ultra refractario, alta resistencia a la corrosión y porque optimiza el uso de la energía eléctrica.
Otro aplicación muy importante del coltán, como material estratégico, son los condensadores electrolíticos lo que ha permitido grandes avances tecnológicos con dispositivos cada vez más pequeños, delgados y confiables. El coltán se encuentra cerca de la superficie y sus minas son a cielo abierto. Se funde a los 3000 grados centígrados y es considerado como el “mineral estrella de este siglo”
La República Democrática del Congo tiene el 80% de las reservas de coltán en el mundo, Australia aporta el 10%, Brasil y Tailandia cuentan con el 5% y existen serios indicios que Bolivia, Venezuela y Colombia podrían tener yacimientos de este mineral que se estaría explotando en forma rudimentaria e ilegal especialmente en Guainía, Vichada y Vaupés. Los mayores procesadores de este material se encuentran en Alemania, Estados Unidos y los Países Bajos.
Se estima que una tonelada de coltán tiene un valor de 70.000 dólares en el mercado internacional, dependiendo de su nivel de pureza. Esto lo convierte en un material muy llamativo para el tráfico ilícito en las áreas de explotación y comercialización, que necesitan con urgencia una reglamentación muy específica por lo que representa este material para la alta tecnología de las grandes multinacionales.
Es necesario prevenir, con todo rigor, que la explotación ilícita de coltán en Colombia derive en las graves consecuencias que la extracción de este mineral le trajo al Congo africano con más de 5,5 millones de muertos en medio de un conflicto multilateral con desplazados, contrabandistas, miles de niños utilizados, prisioneros de guerras y profundos odios étnicos provenientes de Ruanda, Uganda y Burundi.
Los diferentes grupos armados luchan por el control y vigilancia de estos yacimientos dejando una espiral interminable de violencia que, además de producir un desastre social y ambiental, están desangrando con su codicia a esas naciones.
La República Democrática del Congo con una superficie de 2,34 millones de kilómetros cuadrados, tiene una población superior a los 70 millones de habitantes, con una esperanza de vida de 47 años, maneja el 80% de las reservas mundiales de coltán, considerado como un recurso imprescindible para el desarrollo de las nuevas tecnologías de multinacionales como Nokia, Samsung, Black Berry, Nintendo, Panasonic, Microsoft, Motorola, Ericson, Bayer y Toshiba.
Todos los países involucrados en este conflicto armado niegan su participación en la explotación de los recursos naturales del Congo, incluyendo a Ruanda, a pesar que no hay coltán en esa nación. Las ganancias generadas se utilizan para financiar la guerra y apoyar a los gobiernos corruptos. Y el conflicto no para, los negocios siguen y los consienten las naciones interesadas. ¿Será que nuestra sociedad de consumo no puede parar esta guerra?
Se afirma que este material está siendo extraído en varias regiones del oriente colombiano para exportarlo a comercializadores internacionales, con permiso de Ingeominas. Además, los chinos tienen los ojos puestos en probables yacimientos del Vichada, con énfasis en la producción de resguardos indígenas de la Orinoquía.
En Colombia existe un gran vacío técnico y jurídico frente al coltán y se requieren medidas urgentes para que este material estratégico sea controlado por el Estado, como un bien nacional, y evitar así que termine siendo un estímulo muy atractivo para los grupos ilegales que rondan por esos territorios. El coltán es una rica fuente de ingresos para los países que lo poseen. Por algo le dicen el “nuevo maná y el petróleo de barro”.
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