“La expresión peyorativa «república bananera» se utiliza para describir a un país considerado políticamente inestable, empobrecido, atrasado, tercermundista y corrupto, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por las bananas), gobernado por un dictador legitimado de manera fraudulenta o una junta militar, sometido a la hegemonía de una empresa extranjera, bien sea mediante sobornos a los […]
“La expresión peyorativa «república bananera» se utiliza para describir a un país considerado políticamente inestable, empobrecido, atrasado, tercermundista y corrupto, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por las bananas), gobernado por un dictador legitimado de manera fraudulenta o una junta militar, sometido a la hegemonía de una empresa extranjera, bien sea mediante sobornos a los gobernantes o mediante el ejercicio del poder financiero”.
En esta definición está pintada Colombia que cifra sus divisas en una economía fósil y minera, y en menor escala en un sector agropecuario no industrializado y una economía subterránea transversal, el narcotráfico. Un dictador con cachucha no tenemos pero sí un régimen presidencial autocrático o napoleónico que coopta todos los poderes con apariencias de democracia, sometida a las leyes del mercado. Al menos Bonaparte era autónomo.
Un régimen con una democracia instrumental, títere de la injerencia externa, sumergido en una teocracia medioeval, que monopolice los medios y enseñe que el individuo está por encima de la sociedad y la guerra sobre la paz, donde se concentre la riqueza en el 1 % de los propietarios, y el latifundismo sea un bien de prestigio e instrumento de lavado de activos; donde las FF.MM y de policía solo deben estar al servicio gremial y de las élites de la sociedad; donde se crea que los países solo se desarrollan con la inversión extranjera y que el crecimiento del PIB prevalece sobre el saber y la represión por encima del diálogo es, sin duda, una república bananera.
También es bananero un país que destruye los bosques y los páramos para darle cabida a la minería, a la ganadería extensiva y la siembra de palma africana. En este tipo de países su dirigencia no está por el desarrollo integral sino por mantener el poder para beneficio de una camarilla de tecnócratas con apariencia de estadistas. ¿Cómo hacen para permanecer? Se organizan en pirámide donde, como en cualquier juego mafioso, los de abajo cargan a los de más arriba en una estructura de niveles. En la base está la clientela de utilitarios, integrada por la burocracia, simpatizantes, un sector de los desempleados, los amorfos, los temerosos y algunas sectas evangélicas.
En el nivel siguiente están los multiplicadores y agentes regionales y locales que hacen proselitismo en las bases. Más arriba se ubican los gremios económicos, grandes contratistas, el sistema financiero y los narcos, que son financiadores electorales. Por encima de estos 4 niveles, en una atalaya, están 54 familias vigilantes y garantes de que el poder no se les escape y son las administradoras de todas las canonjías del Estado que construyen. Más arriba están los partidos políticos que las representan, son los que inducen los procesos. Les siguen el Estado y el gobierno que recaudan tributos y cuidan los procesos; es el balance final para una casta.
Finalmente en el vértice está el refugio de los dictadores cuando por los procedimientos estándares de la democracia no pueden mantenerse en el poder.
“La expresión peyorativa «república bananera» se utiliza para describir a un país considerado políticamente inestable, empobrecido, atrasado, tercermundista y corrupto, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por las bananas), gobernado por un dictador legitimado de manera fraudulenta o una junta militar, sometido a la hegemonía de una empresa extranjera, bien sea mediante sobornos a los […]
“La expresión peyorativa «república bananera» se utiliza para describir a un país considerado políticamente inestable, empobrecido, atrasado, tercermundista y corrupto, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por las bananas), gobernado por un dictador legitimado de manera fraudulenta o una junta militar, sometido a la hegemonía de una empresa extranjera, bien sea mediante sobornos a los gobernantes o mediante el ejercicio del poder financiero”.
En esta definición está pintada Colombia que cifra sus divisas en una economía fósil y minera, y en menor escala en un sector agropecuario no industrializado y una economía subterránea transversal, el narcotráfico. Un dictador con cachucha no tenemos pero sí un régimen presidencial autocrático o napoleónico que coopta todos los poderes con apariencias de democracia, sometida a las leyes del mercado. Al menos Bonaparte era autónomo.
Un régimen con una democracia instrumental, títere de la injerencia externa, sumergido en una teocracia medioeval, que monopolice los medios y enseñe que el individuo está por encima de la sociedad y la guerra sobre la paz, donde se concentre la riqueza en el 1 % de los propietarios, y el latifundismo sea un bien de prestigio e instrumento de lavado de activos; donde las FF.MM y de policía solo deben estar al servicio gremial y de las élites de la sociedad; donde se crea que los países solo se desarrollan con la inversión extranjera y que el crecimiento del PIB prevalece sobre el saber y la represión por encima del diálogo es, sin duda, una república bananera.
También es bananero un país que destruye los bosques y los páramos para darle cabida a la minería, a la ganadería extensiva y la siembra de palma africana. En este tipo de países su dirigencia no está por el desarrollo integral sino por mantener el poder para beneficio de una camarilla de tecnócratas con apariencia de estadistas. ¿Cómo hacen para permanecer? Se organizan en pirámide donde, como en cualquier juego mafioso, los de abajo cargan a los de más arriba en una estructura de niveles. En la base está la clientela de utilitarios, integrada por la burocracia, simpatizantes, un sector de los desempleados, los amorfos, los temerosos y algunas sectas evangélicas.
En el nivel siguiente están los multiplicadores y agentes regionales y locales que hacen proselitismo en las bases. Más arriba se ubican los gremios económicos, grandes contratistas, el sistema financiero y los narcos, que son financiadores electorales. Por encima de estos 4 niveles, en una atalaya, están 54 familias vigilantes y garantes de que el poder no se les escape y son las administradoras de todas las canonjías del Estado que construyen. Más arriba están los partidos políticos que las representan, son los que inducen los procesos. Les siguen el Estado y el gobierno que recaudan tributos y cuidan los procesos; es el balance final para una casta.
Finalmente en el vértice está el refugio de los dictadores cuando por los procedimientos estándares de la democracia no pueden mantenerse en el poder.