Los músicos que provienen de dinastías no necesitan prepararse, porque siempre están preparados, algo diferente a una riña de boxeo, comparación que no han faltado para justificar y proclamar reyes vallenatos que, como participantes, se dedican a imitar, dirían otros, a clonar, en menoscabo de ser original.
Ese tipo de enfoques y comentarios no ha estado más alejado del disparate, si miramos el rótulo, la escuela, el catálogo y la discografía del Rey Vallenato del quincuagésimo octavo Festival, Iván Zuleta Barros, virtudes que resalta el comentarista de La Paz, Lucho López, amplio conocedor y protagonista de nuestro folclor.
No cualquier Juan de los Palotes grababa con Diomedes Díaz, auténtico vallenato, lo que marcó puntos y, en buena hora, no dio tregua para que se entronizara la nota mecanizada, robotizada y prefabricada: ¡la repetición de la repetidera!, camino expedito a la comercialización de un folclor.
Llegó Iván Zuleta y, pausado, ratificó lo que ya estaba reglado dentro de los parámetros de un género musical raizal, para ceñirse la corona de Rey Vallenato en su edición número 58, ante un jurado idóneo, conformado por Raúl “El Chiche” Martínez, Álvaro Morón Cuello, Carlos Bloom Urbina, José Carreño y Rodolfo Molina Meza.
Repetir como loro y emitir sonidos onomatopéyicos de remedo no es el mensaje de un folclor que cambia de hojas sin perder sus raíces, porque avanzar es eso: “Volver al pasado con una nota remozada”, acuñó José Galat. Y, en buena hora, la Unesco lo ha declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Es muy fácil ser sabio después del evento, pero los hubo antes, quienes, en medio de su favoritismo, lo que es democrático, profetizaron y descalificaron a Iván Zuleta, con sobrados méritos para hacerse a una corona que ya trasciende con el anuncio de obras sociales para abrir semilleros musicales y rehabilitar a habitantes de calle.
El folclor no se aprende, sino que se hereda, pueda que se aprenda a tocar acordeón en una academia, pero si no tienes la vena musical, no pasa nada, es el valor y grandeza de las dinastías: canteras de creatividad y torrente musical espontáneo, inagotable, permanente y funcional, porque se transmite de generación en generación.
En la escena juglaresca, es un error garrafal mecanizar, cuando se busca darle rienda suelta al derroche de creatividad y talento musical, y de contera trascender con una corona que, más de las veces pasa inadvertida, pero que en esta ocasión podría marcar la diferencia con una producción musical que resuene con el acordeón del Rey y la voz de Poncho Zuleta, como remembranzas de una dinastía.
Es una declaración de principios musicales, apuesta en la que el nuevo monarca, versión 2025, apeló a la raíz, al verso sentido, al acordeón como herramienta de memoria cultural y a los compases rítmicos-melódicos para no distorsionar ninguno de los cuatro aires vernáculos.
El duelo del Festival Vallenato en homenaje a Omar Geles fue el reflejo de una lucha por mantener viva la esencia del vallenato auténtico, rupestre, terrígeno, ese que se aprende en las parrandas y se transmite con el alma, registró La Verdad de la Noticia.
Por: Miguel Aroca Yepes.












