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Columnista - 4 septiembre, 2017

¡Cien veces más!

“Les aseguro que todo aquel que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campo por mí y por la Buena Noticia ha de recibir en esta vida cien veces más…”: Marcos 10:29 al 30. Ciertamente esta es una promesa hecha por Jesús, que nos invita a abandonarlo todo y […]

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“Les aseguro que todo aquel que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campo por mí y por la Buena Noticia ha de recibir en esta vida cien veces más…”: Marcos 10:29 al 30.

Ciertamente esta es una promesa hecha por Jesús, que nos invita a abandonarlo todo y seguirlo a Él, para tener nuestro justo premio ¿Cuál? solo el Señor que conoce el corazón del hombre lo sabe. En el pasaje del joven rico (Marcos 10: 17al 22), Jesús después de escucharlo decir que había observado todos los mandamientos desde su juventud, lo miró con cariño y le dijo: “Una cosa te falta: ve, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, después sígueme. Ante estas palabras, se llenó de pena y se marchó triste; porque era muy rico”.

En el mundo actual el dinero ha corrompido conciencias y ha pasado de ser un medio para la satisfacción de nuestras necesidades a ser un fin en sí mismo. Todo parece tener un precio y todo parece estar sometido a la oferta y la demanda. Bienes tan caros como la salud, son vistos hoy como fuente de enriquecimiento. Los cargos públicos parecen hechos no para servir a los demás, sino para el servicio de quienes lo regentan, y las congregaciones encargadas de llevar la Buena Noticia, también han sucumbido ante el nefasto poder del dinero. Se exige el Diezmo, bajo la promesa de prosperidad, de obtener cien veces más.

Ciertamente es una verdad bíblica, que no pocas veces ha sido tergiversada en lo esencial, pues el Señor Jesús no habló de la obligación de diezmar, sino de “Que cada uno aporte lo que en conciencia se ha propuesto no de mala gana ni a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría”: 2° de Corintios: 9.

Precisamente sobre este tema ha venido insistiendo el Obispo de Roma, que por estos días nos estará visitando. Considera Francisco, que la Iglesia no debe cobrar ningún estipendio por los sacramentos que celebra, pues está en el deber de celebrar bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y matrimonios, sin cobrar nada a cambio.

No obstante, su voz como ocurrió con Juan Bautista: Es una voz que clama en el desierto, pues no parece haber tenido eco en el clero, ni por parte de nosotros los feligreses, que hacemos parte de la Iglesia. Reina el silencio, a pesar del clamor de Francisco.

Termino esta reflexión diciendo que lo verdaderamente importante, es vivir a la manera de Cristo, con la humildad y la sencillez propias de aquél que siendo Dios, eligió nacer en el portal de Belén y que nos enseñó que amarlo a Él y amar al prójimo es lo más importante, lo demás viene por añadidura.

[email protected]

Por Darío Arregocés Baute

 

Columnista
4 septiembre, 2017

¡Cien veces más!

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Dario Arregoces

“Les aseguro que todo aquel que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campo por mí y por la Buena Noticia ha de recibir en esta vida cien veces más…”: Marcos 10:29 al 30. Ciertamente esta es una promesa hecha por Jesús, que nos invita a abandonarlo todo y […]


“Les aseguro que todo aquel que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campo por mí y por la Buena Noticia ha de recibir en esta vida cien veces más…”: Marcos 10:29 al 30.

Ciertamente esta es una promesa hecha por Jesús, que nos invita a abandonarlo todo y seguirlo a Él, para tener nuestro justo premio ¿Cuál? solo el Señor que conoce el corazón del hombre lo sabe. En el pasaje del joven rico (Marcos 10: 17al 22), Jesús después de escucharlo decir que había observado todos los mandamientos desde su juventud, lo miró con cariño y le dijo: “Una cosa te falta: ve, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, después sígueme. Ante estas palabras, se llenó de pena y se marchó triste; porque era muy rico”.

En el mundo actual el dinero ha corrompido conciencias y ha pasado de ser un medio para la satisfacción de nuestras necesidades a ser un fin en sí mismo. Todo parece tener un precio y todo parece estar sometido a la oferta y la demanda. Bienes tan caros como la salud, son vistos hoy como fuente de enriquecimiento. Los cargos públicos parecen hechos no para servir a los demás, sino para el servicio de quienes lo regentan, y las congregaciones encargadas de llevar la Buena Noticia, también han sucumbido ante el nefasto poder del dinero. Se exige el Diezmo, bajo la promesa de prosperidad, de obtener cien veces más.

Ciertamente es una verdad bíblica, que no pocas veces ha sido tergiversada en lo esencial, pues el Señor Jesús no habló de la obligación de diezmar, sino de “Que cada uno aporte lo que en conciencia se ha propuesto no de mala gana ni a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría”: 2° de Corintios: 9.

Precisamente sobre este tema ha venido insistiendo el Obispo de Roma, que por estos días nos estará visitando. Considera Francisco, que la Iglesia no debe cobrar ningún estipendio por los sacramentos que celebra, pues está en el deber de celebrar bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y matrimonios, sin cobrar nada a cambio.

No obstante, su voz como ocurrió con Juan Bautista: Es una voz que clama en el desierto, pues no parece haber tenido eco en el clero, ni por parte de nosotros los feligreses, que hacemos parte de la Iglesia. Reina el silencio, a pesar del clamor de Francisco.

Termino esta reflexión diciendo que lo verdaderamente importante, es vivir a la manera de Cristo, con la humildad y la sencillez propias de aquél que siendo Dios, eligió nacer en el portal de Belén y que nos enseñó que amarlo a Él y amar al prójimo es lo más importante, lo demás viene por añadidura.

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Por Darío Arregocés Baute