Hace algunos días bajo el agradable sabor de un café con jengibre, de esos que se preparan en mi natal Valledupar, sostuve una agradable y provechosa tertulia con Álvaro Morón Cuello, en ella coincidíamos que un elemento para la sostenibilidad de la humanidad era la producción de alimentos. Por un momento observen estos datos que […]
Hace algunos días bajo el agradable sabor de un café con jengibre, de esos que se preparan en mi natal Valledupar, sostuve una agradable y provechosa tertulia con Álvaro Morón Cuello, en ella coincidíamos que un elemento para la sostenibilidad de la humanidad era la producción de alimentos.
Por un momento observen estos datos que planteó la ONG “BRAC”: “El acceso a alimentos baratos y nutritivos es una de las principales prioridades de la gente en todo el mundo; una de cada nueve personas todavía no consigue alimento suficiente para estar sana. Se prevé que la población actual de 7.300 millones de personas llegue a 8.500 millones en 2030 y a 9.700 millones en 2050, y la demanda de alimentos crecerá a la par. Amén de más bocas que alimentar, habrá otras presiones sobre los suministros de comida, por ejemplo: conflictos bélicos, volatilidad económica, fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático”. De otro lado, el Banco Mundial descubrió que el crecimiento de la productividad agrícola puede ser hasta cuatro veces más eficaz para reducir la pobreza que el crecimiento en otros sectores.
Según un estudio realizado para el Consenso de Copenhague, invertir 88.000 millones de dólares más en I+D agrícola en los próximos quince años aumentaría los rendimientos 0,4 puntos porcentuales más cada año, lo que puede salvar del hambre a 79 millones de personas y prevenir cinco millones de casos de malnutrición infantil. El logro de estas metas produciría casi tres billones de dólares en bienes sociales, lo que implica una enorme rentabilidad: 34 dólares por cada dólar invertido.
En materia de desarrollo rural es un momento de coyuntura para el país, primero porque muchas de las fichas para el posconflicto apuntan al desarrollo rural integrado, segundo la visión de los grandes poderes económicos se centran en acciones como el Conpes de la altillanura. En este entramado, el Cesar como territorio golpeado por el conflicto armado debe trabajar por potenciarse bajo estas condiciones macro de la nación. Al respecto, nos podemos preguntar ¿qué se requiere para ello? A mi juicio nadie tiene la verdad revelada y son muchos factores, pero para hay dos que son claves, visión territorial y liderazgo.
El departamento del Cesar más allá de las especulaciones tiene ventajas comparativas y competitivas para ser un nodo agroindustrial. Esto no es nada nuevo, pero si quiero hacer un llamado basado en la visión que plantea el país, retornar al desarrollo agrícola con una perspectiva empresarial de talla mundial, sería imperdonable que el Cesar no se embarque en esa ruta y sigamos pensando sólo en carbón.
Hace algunos días bajo el agradable sabor de un café con jengibre, de esos que se preparan en mi natal Valledupar, sostuve una agradable y provechosa tertulia con Álvaro Morón Cuello, en ella coincidíamos que un elemento para la sostenibilidad de la humanidad era la producción de alimentos. Por un momento observen estos datos que […]
Hace algunos días bajo el agradable sabor de un café con jengibre, de esos que se preparan en mi natal Valledupar, sostuve una agradable y provechosa tertulia con Álvaro Morón Cuello, en ella coincidíamos que un elemento para la sostenibilidad de la humanidad era la producción de alimentos.
Por un momento observen estos datos que planteó la ONG “BRAC”: “El acceso a alimentos baratos y nutritivos es una de las principales prioridades de la gente en todo el mundo; una de cada nueve personas todavía no consigue alimento suficiente para estar sana. Se prevé que la población actual de 7.300 millones de personas llegue a 8.500 millones en 2030 y a 9.700 millones en 2050, y la demanda de alimentos crecerá a la par. Amén de más bocas que alimentar, habrá otras presiones sobre los suministros de comida, por ejemplo: conflictos bélicos, volatilidad económica, fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático”. De otro lado, el Banco Mundial descubrió que el crecimiento de la productividad agrícola puede ser hasta cuatro veces más eficaz para reducir la pobreza que el crecimiento en otros sectores.
Según un estudio realizado para el Consenso de Copenhague, invertir 88.000 millones de dólares más en I+D agrícola en los próximos quince años aumentaría los rendimientos 0,4 puntos porcentuales más cada año, lo que puede salvar del hambre a 79 millones de personas y prevenir cinco millones de casos de malnutrición infantil. El logro de estas metas produciría casi tres billones de dólares en bienes sociales, lo que implica una enorme rentabilidad: 34 dólares por cada dólar invertido.
En materia de desarrollo rural es un momento de coyuntura para el país, primero porque muchas de las fichas para el posconflicto apuntan al desarrollo rural integrado, segundo la visión de los grandes poderes económicos se centran en acciones como el Conpes de la altillanura. En este entramado, el Cesar como territorio golpeado por el conflicto armado debe trabajar por potenciarse bajo estas condiciones macro de la nación. Al respecto, nos podemos preguntar ¿qué se requiere para ello? A mi juicio nadie tiene la verdad revelada y son muchos factores, pero para hay dos que son claves, visión territorial y liderazgo.
El departamento del Cesar más allá de las especulaciones tiene ventajas comparativas y competitivas para ser un nodo agroindustrial. Esto no es nada nuevo, pero si quiero hacer un llamado basado en la visión que plantea el país, retornar al desarrollo agrícola con una perspectiva empresarial de talla mundial, sería imperdonable que el Cesar no se embarque en esa ruta y sigamos pensando sólo en carbón.