Es indudable que el escenario de la democracia implica igualdad en participación y oportunidad para todos; sin embargo, a estos roles de elección popular deben llegar los mejores, los candidatos más capaces, aquellos sin mácula de ninguna clase, que conserven una conducta intachable, ciudadanos probos, honestos y lo más importante con vocación de servicios.

La fecha de elección está próxima, razón por la cual debemos estudiar minuciosamente las hojas de vida de cada uno de ellos. Esto, partiendo del hecho de que, si queremos un Congreso renovado, es fundamental que elijamos a los más idóneos. Ciertamente se requiere una transformación radical y ojalá total en la estructura organizativa, operativa y funcional de este cuerpo legislativo. Ya está bueno de seguir votando por los mismos que se mantienen atornillados e imantados al poder y quieren perpetuarse en sus curules, tras una absurda, miope y nula capacidad de gestión; suficiente con dos periodos de elección.

Es igualmente reprochable elegir al próximo Congreso de la República a ciudadanos investigados, aceitados y engrasados por la mermelada y lo más detestable, patrocinados por caciques políticos al margen de la ley. Llegó el momento crucial, si de verdad existe el sincero deseo de transformar a este país, de enderezar la ruta y volcar la mirada por los senderos de cambio y opción; es menester, que el próximo Congreso esté conformado por gente diferente en su manera de pensar y actuar.

Los candidatos a esta contienda electoral, camino a la conformación del nuevo Congreso 2022 – 2026, deben por lógica, reflejar en sus propuestas compromisos éticos y cumplimiento de competencias, orientadas acertadamente a través de programas y proyectos ajustados a la realidad. La visión de estos candidatos, sean de derecha, de izquierda o alternancias, deben promover un proceso de transformación transparente, diáfano, claro y garantista, que aporte al cumplimiento de la misión sobre la aplicación atinada de los principios de eficiencia y eficacia.

Los próximos congresistas, por aquellos que vale la pena votar, deben ser dueños de un discurso sin rodeos y dotados de una profunda vocación civilista y pacifista. Las palabras de los candidatos de hoy, deben avanzar en la misma dirección de sus propuestas, sirviendo de eco a las quejas e inquietudes de la comunidad, tras la búsqueda de soluciones a los conflictos sociales. Los nuevos congresistas, los que el país necesita, son aquellos que se desempeñan con dignidad sobre la formulación de propuestas en términos de proyectos y acciones; sus iniciativas deben ser coherentes y razonables, que motiven a la ejecución de lo prometido. El discurso de los futuros congresistas, ofrece la fuerza del cambio, esa que recauda el valioso voto de opinión.

La aspiración de los referidos candidatos, debe estar soportada en su capacidad de servicios, liderazgo de gestión intachable y ejemplar hoja de vida. Como impronta de garantía, los candidatos ideales son actores estratégicos con agenda propia, capacidad de representación, carisma, potencial político y gran aceptación social.

Necesitamos un congreso armónico, eficiente y capaz, que enfoque su esperanza en la ilusión de un futuro mejor. Los congresistas que Colombia requiere deben aportar con firmeza a una iniciativa renovada, su intención de voto, obedece a un compromiso serio para dar solución a temas importantes que afectan los intereses de la sociedad colombiana, sus aspirantes van al camino, a la motivación, mediante un liderazgo activo y participativo, soportado en el clamor popular.

Por último, es importante refrendar que las propuestas de los candidatos al Congreso de la República, requieren de la articulación de una visión futurista cuyo eje central, es la conciencia social. 

Por Jairo Franco Salas