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Columnista - 28 marzo, 2019

Campañas electorales, laboratorio de engaños

Cada vez se hace más difícil que un candidato pobre pueda tener éxito en una campaña electoral, máxime cuando se trata de alcaldías, gobernaciones, presidencia y congreso de la república. Esto solo es posible de dos maneras: 1) Que el candidato sea financiado por grupos económicos y/o mafiosos en cuyo caso el ganador adquiere con […]

Cada vez se hace más difícil que un candidato pobre pueda tener éxito en una campaña electoral, máxime cuando se trata de alcaldías, gobernaciones, presidencia y congreso de la república. Esto solo es posible de dos maneras: 1) Que el candidato sea financiado por grupos económicos y/o mafiosos en cuyo caso el ganador adquiere con estos unos compromisos que lo cooptarán, lo harán un títere y embargarán su independencia, hechos que le impedirán que cumpla sus falsas ofertas de campaña a sus electores. 2) Que el candidato irrumpa en el panorama político electoral basado en sus propias fuerzas, propuestas y con la independencia total para ejecutar un plan de gobierno coherente con el Plan Nacional de Desarrollo y con las necesidades de las comunidades locales.

Estamos acostumbrados a que el posible ganador sea aquel que más dinero ofrezca en su campaña, hacia allá, como los heliotropos, gira la mayoría de los electores, impactados por la bulla publicitaria y el colorido de la campaña, impregnado en el ADN de un pueblo sumiso cuya mayoría la hacen los analfabetas funcionales. En Colombia 54 familias tienen el control de toda la institucionalidad, esquema que se ha mantenido durante 200 años, este es un círculo vicioso y perverso y a eso le llaman democracia. En el caso del Cesar, hay una familia que lleva tres generaciones en el Congreso de la República, casi medio siglo de mandato, viviendo y enriqueciéndose con el erario, sin que tengan una sola obra para etiquetar; es una vergüenza que nos comportemos así, sin recato y sin dignidad para mantenerlos allí. Aquí son dueños de la mayoría de las alcaldías a las cuales saquean para mantener el carrusel de la próxima campaña. Con 4 años de antelación se sabe quiénes serán los próximos burgomaestres. Cuando uno contacta a la gente, encuentra la lealtad y compromisos de algunos con esos detentadores de poder que da lástima verlos sumergidos en ese mar de desesperanza que ellos mismos ignoran. ¿De qué material estará hecha esta gente? Si José Hilario López viviera, quien nos quitó las cadenas de los tobillos, lo intentaría de nuevo liberándonos el cerebro. Sin embargo, hay un pequeño despertar, la lógica del tamal puede fracturarse, la segunda opción de llegar al poder tiene vida, tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe. Hay indicadores tercermundistas que por años no podremos mejorar; Valledupar es la cuarta ciudad más pobre de Colombia donde el desempleo ya no puede crecer más, las necesidades de los barrios subnormales no dan espera, sus condiciones de vida son inhumanas, el hampa acorrala a la ciudad, el embarazo adolescente da grima, la tasa de mortalidad materna crece, nuestra ciudad no es competitiva, y en general, los indicadores sociales son de los peores del país. Por fortuna, una propuesta de relevo ético está en el tapete; ha surgido “Transparentes”, un movimiento ciudadano e independiente que tiene un diagnóstico del municipio con formulaciones pertinentes. Lina de Armas recoge firmas para este reto de gobernanza local, esta oportunidad reivindicativa no da espera, los invito a firmar, el voto requiere dignidad.

Columnista
28 marzo, 2019

Campañas electorales, laboratorio de engaños

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Cada vez se hace más difícil que un candidato pobre pueda tener éxito en una campaña electoral, máxime cuando se trata de alcaldías, gobernaciones, presidencia y congreso de la república. Esto solo es posible de dos maneras: 1) Que el candidato sea financiado por grupos económicos y/o mafiosos en cuyo caso el ganador adquiere con […]


Cada vez se hace más difícil que un candidato pobre pueda tener éxito en una campaña electoral, máxime cuando se trata de alcaldías, gobernaciones, presidencia y congreso de la república. Esto solo es posible de dos maneras: 1) Que el candidato sea financiado por grupos económicos y/o mafiosos en cuyo caso el ganador adquiere con estos unos compromisos que lo cooptarán, lo harán un títere y embargarán su independencia, hechos que le impedirán que cumpla sus falsas ofertas de campaña a sus electores. 2) Que el candidato irrumpa en el panorama político electoral basado en sus propias fuerzas, propuestas y con la independencia total para ejecutar un plan de gobierno coherente con el Plan Nacional de Desarrollo y con las necesidades de las comunidades locales.

Estamos acostumbrados a que el posible ganador sea aquel que más dinero ofrezca en su campaña, hacia allá, como los heliotropos, gira la mayoría de los electores, impactados por la bulla publicitaria y el colorido de la campaña, impregnado en el ADN de un pueblo sumiso cuya mayoría la hacen los analfabetas funcionales. En Colombia 54 familias tienen el control de toda la institucionalidad, esquema que se ha mantenido durante 200 años, este es un círculo vicioso y perverso y a eso le llaman democracia. En el caso del Cesar, hay una familia que lleva tres generaciones en el Congreso de la República, casi medio siglo de mandato, viviendo y enriqueciéndose con el erario, sin que tengan una sola obra para etiquetar; es una vergüenza que nos comportemos así, sin recato y sin dignidad para mantenerlos allí. Aquí son dueños de la mayoría de las alcaldías a las cuales saquean para mantener el carrusel de la próxima campaña. Con 4 años de antelación se sabe quiénes serán los próximos burgomaestres. Cuando uno contacta a la gente, encuentra la lealtad y compromisos de algunos con esos detentadores de poder que da lástima verlos sumergidos en ese mar de desesperanza que ellos mismos ignoran. ¿De qué material estará hecha esta gente? Si José Hilario López viviera, quien nos quitó las cadenas de los tobillos, lo intentaría de nuevo liberándonos el cerebro. Sin embargo, hay un pequeño despertar, la lógica del tamal puede fracturarse, la segunda opción de llegar al poder tiene vida, tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe. Hay indicadores tercermundistas que por años no podremos mejorar; Valledupar es la cuarta ciudad más pobre de Colombia donde el desempleo ya no puede crecer más, las necesidades de los barrios subnormales no dan espera, sus condiciones de vida son inhumanas, el hampa acorrala a la ciudad, el embarazo adolescente da grima, la tasa de mortalidad materna crece, nuestra ciudad no es competitiva, y en general, los indicadores sociales son de los peores del país. Por fortuna, una propuesta de relevo ético está en el tapete; ha surgido “Transparentes”, un movimiento ciudadano e independiente que tiene un diagnóstico del municipio con formulaciones pertinentes. Lina de Armas recoge firmas para este reto de gobernanza local, esta oportunidad reivindicativa no da espera, los invito a firmar, el voto requiere dignidad.