“Caminaré entre ustedes. Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo” (Levítico 26,12). Si tenemos la intención de vivir de cara a la historia y recibir la vida que Dios nos ofrece, entonces vamos a necesitar más que un puñado de principios. Se hace imposible que nos preparemos adecuadamente para sortear cada recodo del […]
“Caminaré entre ustedes. Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo” (Levítico 26,12).
Si tenemos la intención de vivir de cara a la historia y recibir la vida que Dios nos ofrece, entonces vamos a necesitar más que un puñado de principios. Se hace imposible que nos preparemos adecuadamente para sortear cada recodo del camino y salvemos cada emboscada que nos depara el sendero. Jesús dijo que el camino era angosto, ¿cómo podemos estar seguros de encontrarlo? ¡Necesitamos la guía de Dios desesperadamente!
Los programas de enseñanza y discipulado en nuestras parroquias y congregaciones nos ofrecen los principios de vida para caminar con Dios; pero, el programa de vida por excelencia es la intimidad con Dios. La amistad y el compañerismo con el Espíritu Santo. Conocer a Dios es de lo que se trata el verdadero cristianismo y solo caminado con Dios podemos encontrar la ruta que lleva a la vida. No esa vida plana y sin sentido, sino la vida completa y con propósito, la vida abundante que él nos prometió.
La Biblia está llena de la dirección de Dios, muchas veces contra la intuición natural. Ejemplos: el pedido a un padre que sacrifique a su hijo como única esperanza para la nación prometida; o el regreso de un fugitivo, buscado por asesinato para que regrese al palacio del faraón y demande la libertad del pueblo. O que tendría de razonable tomar una ciudad fortificada marchando alrededor mientras se tocan las trompetas. Qué sentido tiene reducir un ejército de 32.000 a solo 300 antes de la batalla. Enviar a una joven doncella ante el rey sin haberla llamado o enviar a un muchacho a enfrentar a un mercenario entrenado. El único camino para entender todas estas situaciones está en volvernos a nuestro guía, nuestro capitán de ruta y aprender a caminar con Dios.
Es axiomático el hecho que Dios todavía habla, el Espíritu sigue guiándonos a toda la verdad. Caminar con Dios es una forma de vida. Es algo que debemos aprender. No podemos resolver las profundidades de la obra de Dios en ese mundo; pero, si podemos permanecer muy cerca y caminar a su lado en todo tiempo. Una manera sencilla de aprender a caminar con Dios es ponernos al lado de aquellos que caminan con Dios. Esa expresión comunitaria de fe es como se supone que sea la iglesia. Así debería ser. Un lugar en donde encontramos amigos que caminan con Dios para caminar tambien a su lado a través de las etapas de la vida.
Fijémonos en las personas que han caminado con Dios a través de los siglos, asomémonos a las Escrituras para captar las historias de hombres y mujeres que caminaron con Dios. Escudriñemos las Escrituras no tanto como un manual de principios, sino como el testimonio de los amigos de Dios y de lo que significa caminar con él a través de las distintas situaciones de la vida. En ocasiones, el camino puede tornarse tortuoso y sinuoso, pero la promesa de guiarnos por sendas de justicia por amor de su Nombre, permanece firme para siempre.
Mi invitación para hoy: convirtámonos en personas que caminan con Dios y le enseñemos a otros cómo hacerlo. Mis oraciones para que Dios te use en ese propósito.
¡Adelante, caminemos juntos al lado del Señor!
“Caminaré entre ustedes. Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo” (Levítico 26,12). Si tenemos la intención de vivir de cara a la historia y recibir la vida que Dios nos ofrece, entonces vamos a necesitar más que un puñado de principios. Se hace imposible que nos preparemos adecuadamente para sortear cada recodo del […]
“Caminaré entre ustedes. Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo” (Levítico 26,12).
Si tenemos la intención de vivir de cara a la historia y recibir la vida que Dios nos ofrece, entonces vamos a necesitar más que un puñado de principios. Se hace imposible que nos preparemos adecuadamente para sortear cada recodo del camino y salvemos cada emboscada que nos depara el sendero. Jesús dijo que el camino era angosto, ¿cómo podemos estar seguros de encontrarlo? ¡Necesitamos la guía de Dios desesperadamente!
Los programas de enseñanza y discipulado en nuestras parroquias y congregaciones nos ofrecen los principios de vida para caminar con Dios; pero, el programa de vida por excelencia es la intimidad con Dios. La amistad y el compañerismo con el Espíritu Santo. Conocer a Dios es de lo que se trata el verdadero cristianismo y solo caminado con Dios podemos encontrar la ruta que lleva a la vida. No esa vida plana y sin sentido, sino la vida completa y con propósito, la vida abundante que él nos prometió.
La Biblia está llena de la dirección de Dios, muchas veces contra la intuición natural. Ejemplos: el pedido a un padre que sacrifique a su hijo como única esperanza para la nación prometida; o el regreso de un fugitivo, buscado por asesinato para que regrese al palacio del faraón y demande la libertad del pueblo. O que tendría de razonable tomar una ciudad fortificada marchando alrededor mientras se tocan las trompetas. Qué sentido tiene reducir un ejército de 32.000 a solo 300 antes de la batalla. Enviar a una joven doncella ante el rey sin haberla llamado o enviar a un muchacho a enfrentar a un mercenario entrenado. El único camino para entender todas estas situaciones está en volvernos a nuestro guía, nuestro capitán de ruta y aprender a caminar con Dios.
Es axiomático el hecho que Dios todavía habla, el Espíritu sigue guiándonos a toda la verdad. Caminar con Dios es una forma de vida. Es algo que debemos aprender. No podemos resolver las profundidades de la obra de Dios en ese mundo; pero, si podemos permanecer muy cerca y caminar a su lado en todo tiempo. Una manera sencilla de aprender a caminar con Dios es ponernos al lado de aquellos que caminan con Dios. Esa expresión comunitaria de fe es como se supone que sea la iglesia. Así debería ser. Un lugar en donde encontramos amigos que caminan con Dios para caminar tambien a su lado a través de las etapas de la vida.
Fijémonos en las personas que han caminado con Dios a través de los siglos, asomémonos a las Escrituras para captar las historias de hombres y mujeres que caminaron con Dios. Escudriñemos las Escrituras no tanto como un manual de principios, sino como el testimonio de los amigos de Dios y de lo que significa caminar con él a través de las distintas situaciones de la vida. En ocasiones, el camino puede tornarse tortuoso y sinuoso, pero la promesa de guiarnos por sendas de justicia por amor de su Nombre, permanece firme para siempre.
Mi invitación para hoy: convirtámonos en personas que caminan con Dios y le enseñemos a otros cómo hacerlo. Mis oraciones para que Dios te use en ese propósito.
¡Adelante, caminemos juntos al lado del Señor!