Celebremos la llegada año dos mil veinticinco, con moderación y ahínco y la mente iluminada.
I
Contento dice el abuelo
ya estoy cerca del otoño,
la esperanza es un retoño,
una bendición del cielo.
Sosegado en el anhelo
del gozo y la compañía
con mi prole en armonía
hoy celebramos unidos;
de Dios vivo agradecido
por la vida y la alegría.
II
Celebremos la llegada
año dos mil veinticinco,
con moderación y ahínco
y la mente iluminada.
La vida siempre es sagrada;
que el respeto y la armonía
sean racimos de hidalguía
dando luz a la conciencia,
y se aleje la violencia
de la hermosa patria mía.
III
La utopía es la fortaleza
para tejer la esperanza,
entre los rieles avanza
el nuevo año que empieza.
La decencia es la belleza;
La honradez, el pergamino.
El futuro de los niños:
la salud y la educación.
Para la paz de la Nación,
la justicia es el camino.
IV
Somos del tiempo el jinete,
y entre la luz y la sombra
cabalgamos en la alfombra
de nostalgias y banquetes.
La mente es un palacete:
los recuerdos son altares
de alegrías y de pesares,
de las noches y los días.
Vivamos la epifanía
de la vida y sus cantares.
Por Jose Atuesta Mindiola
Celebremos la llegada año dos mil veinticinco, con moderación y ahínco y la mente iluminada.
I
Contento dice el abuelo
ya estoy cerca del otoño,
la esperanza es un retoño,
una bendición del cielo.
Sosegado en el anhelo
del gozo y la compañía
con mi prole en armonía
hoy celebramos unidos;
de Dios vivo agradecido
por la vida y la alegría.
II
Celebremos la llegada
año dos mil veinticinco,
con moderación y ahínco
y la mente iluminada.
La vida siempre es sagrada;
que el respeto y la armonía
sean racimos de hidalguía
dando luz a la conciencia,
y se aleje la violencia
de la hermosa patria mía.
III
La utopía es la fortaleza
para tejer la esperanza,
entre los rieles avanza
el nuevo año que empieza.
La decencia es la belleza;
La honradez, el pergamino.
El futuro de los niños:
la salud y la educación.
Para la paz de la Nación,
la justicia es el camino.
IV
Somos del tiempo el jinete,
y entre la luz y la sombra
cabalgamos en la alfombra
de nostalgias y banquetes.
La mente es un palacete:
los recuerdos son altares
de alegrías y de pesares,
de las noches y los días.
Vivamos la epifanía
de la vida y sus cantares.
Por Jose Atuesta Mindiola