Inicio esta segunda entrega referida a comida basada en animales de monte, aclarando que no apoyo su caza indiscriminada, pero a la vez reconociendo de que es imposible que un campesino en su parcela, no cace una guartinaja o un zaino o que indios arhuacos o de cualquier etnia de la Sierra Nevada, no consuman […]
Inicio esta segunda entrega referida a comida basada en animales de monte, aclarando que no apoyo su caza indiscriminada, pero a la vez reconociendo de que es imposible que un campesino en su parcela, no cace una guartinaja o un zaino o que indios arhuacos o de cualquier etnia de la Sierra Nevada, no consuman iguana o incluyan los animales de su entorno en su dieta, lo que no comparto es la depredación inmisericorde de especies montaraces y de su hábitat, máxime si están en peligro de extinción.
Hay que hacer la salvedad de que algunos animales como el conejo, los cuales son de fácil y rápida reproducción y a su vez generan algunos daños en algunos cultivos, no corren ningún peligro al ser consumidos, los animales exóticos que recientemente he comido, han sido proporcionados por personas que los han criado para su consumo, además esto lo hago muy de vez en cuando.
Quizás la única cosa positiva que dejó la época en que el conflicto estaba más candente, fue que los grupos al margen de la ley tenían prohibida la caza, y así no ejercieran ese veto, creo que nadie se atrevía a andar buscando lo que no se les había perdido en el monte, esto permitió que los animales se reprodujeran nuevamente.
La carne de los animales de monte es muy sana gracias a que no es sometida a ningún tratamiento que implique uso de químicos, salvo que los animalitos estén en una zona contaminada y los afecte.
Muchos lectores me han sugerido seguir escribiendo sobre temas gastronómicos, precisamente después de la primera entrega de esta columna, en la cual el espacio no me alcanzó para mencionar una de las carnes más exquisitas que he probado, no sé si fue debido a su preparación o es que la carne es gustosa en si, pero hace algunos años probé un guiso de armadillo ahumado y me pareció delicioso, es más, uno de los comensales que nos acompañó ese día, mi amigo de infancia Ricardo Fernández, hoy día radicado en Houston, Texas, alcanzó a decir que era la carne más deliciosa que jamás había probado; el venado lo he degustado en dos ocasiones, recientemente en guiso y la primera vez fue asado al carbón, el cual a pesar de no estar para nada mal, definitivamente no es la mejor forma de consumirlo, dado que su carne es fibrosa y magra.
El chigüiro no me gustó, la codorniz o perdiz silvestre es deliciosa y sus huevos son exóticos para brindarlos como picada. Me dicen que el paujil es para paladares de reyes, pero sería incapaz de degustarlo porque está ave esta casi extinta, tortugas de agua dulce: galápagas e hicoteas, las probé hace muchos años, cuando aún su comercialización era viable, pero reconozco que no me gustó ni el sabor y mucho menos el aspecto del plato; el manatí o vaca marina dicen que tiene tres tipos de carne: res, pescado y cerdo, pero sería una herejía comerse un bello y manso animal de estos, el cual rara vez se ve, según cuentan la leyenda de las sirenas, se debe a los primeros avistamientos que tuvieron los marineros de estos hermosos animales.
Puntualizo que este artículo es más un documento explicando mi interés gastronómico hacia animales históricamente ligados culturalmente a nuestra dieta, que una apología a su consumo, reconociendo que en nuestras manos está la responsabilidad de preservarlos, al igual que el hermoso entorno natural que Dios nos regaló.
Inicio esta segunda entrega referida a comida basada en animales de monte, aclarando que no apoyo su caza indiscriminada, pero a la vez reconociendo de que es imposible que un campesino en su parcela, no cace una guartinaja o un zaino o que indios arhuacos o de cualquier etnia de la Sierra Nevada, no consuman […]
Inicio esta segunda entrega referida a comida basada en animales de monte, aclarando que no apoyo su caza indiscriminada, pero a la vez reconociendo de que es imposible que un campesino en su parcela, no cace una guartinaja o un zaino o que indios arhuacos o de cualquier etnia de la Sierra Nevada, no consuman iguana o incluyan los animales de su entorno en su dieta, lo que no comparto es la depredación inmisericorde de especies montaraces y de su hábitat, máxime si están en peligro de extinción.
Hay que hacer la salvedad de que algunos animales como el conejo, los cuales son de fácil y rápida reproducción y a su vez generan algunos daños en algunos cultivos, no corren ningún peligro al ser consumidos, los animales exóticos que recientemente he comido, han sido proporcionados por personas que los han criado para su consumo, además esto lo hago muy de vez en cuando.
Quizás la única cosa positiva que dejó la época en que el conflicto estaba más candente, fue que los grupos al margen de la ley tenían prohibida la caza, y así no ejercieran ese veto, creo que nadie se atrevía a andar buscando lo que no se les había perdido en el monte, esto permitió que los animales se reprodujeran nuevamente.
La carne de los animales de monte es muy sana gracias a que no es sometida a ningún tratamiento que implique uso de químicos, salvo que los animalitos estén en una zona contaminada y los afecte.
Muchos lectores me han sugerido seguir escribiendo sobre temas gastronómicos, precisamente después de la primera entrega de esta columna, en la cual el espacio no me alcanzó para mencionar una de las carnes más exquisitas que he probado, no sé si fue debido a su preparación o es que la carne es gustosa en si, pero hace algunos años probé un guiso de armadillo ahumado y me pareció delicioso, es más, uno de los comensales que nos acompañó ese día, mi amigo de infancia Ricardo Fernández, hoy día radicado en Houston, Texas, alcanzó a decir que era la carne más deliciosa que jamás había probado; el venado lo he degustado en dos ocasiones, recientemente en guiso y la primera vez fue asado al carbón, el cual a pesar de no estar para nada mal, definitivamente no es la mejor forma de consumirlo, dado que su carne es fibrosa y magra.
El chigüiro no me gustó, la codorniz o perdiz silvestre es deliciosa y sus huevos son exóticos para brindarlos como picada. Me dicen que el paujil es para paladares de reyes, pero sería incapaz de degustarlo porque está ave esta casi extinta, tortugas de agua dulce: galápagas e hicoteas, las probé hace muchos años, cuando aún su comercialización era viable, pero reconozco que no me gustó ni el sabor y mucho menos el aspecto del plato; el manatí o vaca marina dicen que tiene tres tipos de carne: res, pescado y cerdo, pero sería una herejía comerse un bello y manso animal de estos, el cual rara vez se ve, según cuentan la leyenda de las sirenas, se debe a los primeros avistamientos que tuvieron los marineros de estos hermosos animales.
Puntualizo que este artículo es más un documento explicando mi interés gastronómico hacia animales históricamente ligados culturalmente a nuestra dieta, que una apología a su consumo, reconociendo que en nuestras manos está la responsabilidad de preservarlos, al igual que el hermoso entorno natural que Dios nos regaló.