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Columnista - 18 mayo, 2018

A SU IMAGEN

“Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia…” Hebreos 1,3 Dios es eterno e infinito. Él permanece para siempre y está siempre presente. Constituye el tiempo y el espacio. Es Señor y hacedor de todas las cosas, no puede abstraerse de estar o dejar de ser. El reconocimiento de […]

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“Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia…” Hebreos 1,3
Dios es eterno e infinito. Él permanece para siempre y está siempre presente. Constituye el tiempo y el espacio. Es Señor y hacedor de todas las cosas, no puede abstraerse de estar o dejar de ser.

El reconocimiento de la existencia de Dios es el primer paso hacia la sujeción completa a su liderazgo. A veces, presionados por nuestras malas conductas y deseos deshonestos, deseamos que Dios no exista, nos vamos convenciendo que ciertamente no lo hay y lo justificamos con argumentos.

Cristo es la imagen misma de Dios y la expresión exacta de su naturaleza. Nosotros somos discípulos de Cristo y herederos según sus promesas. Nuestras vidas deben tener la impresión de la realidad de Cristo. Dios estampa la marca y el carácter de la naturaleza de Cristo en todo lo que hacemos. Cuando proclamamos el señorío de Cristo sobre nuestras familias, relaciones y planes, estamos pidiendo que marque con la impresión del nombre de Jesús, nuestra propia expresión de la naturaleza de Dios.

El deseo de nuestros niños por imitarnos inspiró una hermosa canción de un padre: “Admito que tengo mucho que aprender, cometo errores tú lo sabes muy bien, las presiones de la vida vienen sobre mí, necesito tu ayuda, solo no voy a poder. Yo quiero ser como tú, porque él quiere ser como yo”.

Cierta vez, los fariseos y herodianos queriendo sorprender a Jesús en alguna palabra para acusarlo, le preguntaron si era permitido dar tributo a César. Jesús conociendo la malicia de ellos, pidió que le mostraran la moneda del tributo y ellos le presentaron un denario. Entonces les preguntó: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Le dijeron: De César. A lo que respondió: Dad, pues a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.

La imagen denota pertenencia, marca, impresión, estampa. Así como Jesús es la imagen física, real y auténtica de Dios, de misma manera se reimprime la imagen de Dios en nosotros. Así la moneda tenía la imagen de a quién pertenecía.

Génesis dice que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, tenemos el sello de Dios en nosotros. Al tener impresa la imagen de Dios, somos posesión de Dios, llevamos su marca. La estampilla de Dios en nuestros corazones garantiza que somos de su pertenencia.

En el caso de la moneda, nada dañaría la imagen de César. La moneda podía ser escupida, golpeada, tirada al suelo, pero su imagen permanecía. Nosotros, portamos la imagen de Dios y tampoco nada podrá borrarla de nuestros corazones; podemos ser aporreados, menospreciados y afrentados, pero nadie podrá borrar la imagen de su sustancia en nuestros corazones. Somos una fotografía perfecta de Dios, reflejamos la belleza misma de su amor.

Amados amigos: Permitamos que Dios estampe la marca y el carácter de su naturaleza en todo lo que somos y hacemos.
Un abrazo fraterno en Cristo.

 

Columnista
18 mayo, 2018

A SU IMAGEN

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia…” Hebreos 1,3 Dios es eterno e infinito. Él permanece para siempre y está siempre presente. Constituye el tiempo y el espacio. Es Señor y hacedor de todas las cosas, no puede abstraerse de estar o dejar de ser. El reconocimiento de […]


“Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia…” Hebreos 1,3
Dios es eterno e infinito. Él permanece para siempre y está siempre presente. Constituye el tiempo y el espacio. Es Señor y hacedor de todas las cosas, no puede abstraerse de estar o dejar de ser.

El reconocimiento de la existencia de Dios es el primer paso hacia la sujeción completa a su liderazgo. A veces, presionados por nuestras malas conductas y deseos deshonestos, deseamos que Dios no exista, nos vamos convenciendo que ciertamente no lo hay y lo justificamos con argumentos.

Cristo es la imagen misma de Dios y la expresión exacta de su naturaleza. Nosotros somos discípulos de Cristo y herederos según sus promesas. Nuestras vidas deben tener la impresión de la realidad de Cristo. Dios estampa la marca y el carácter de la naturaleza de Cristo en todo lo que hacemos. Cuando proclamamos el señorío de Cristo sobre nuestras familias, relaciones y planes, estamos pidiendo que marque con la impresión del nombre de Jesús, nuestra propia expresión de la naturaleza de Dios.

El deseo de nuestros niños por imitarnos inspiró una hermosa canción de un padre: “Admito que tengo mucho que aprender, cometo errores tú lo sabes muy bien, las presiones de la vida vienen sobre mí, necesito tu ayuda, solo no voy a poder. Yo quiero ser como tú, porque él quiere ser como yo”.

Cierta vez, los fariseos y herodianos queriendo sorprender a Jesús en alguna palabra para acusarlo, le preguntaron si era permitido dar tributo a César. Jesús conociendo la malicia de ellos, pidió que le mostraran la moneda del tributo y ellos le presentaron un denario. Entonces les preguntó: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Le dijeron: De César. A lo que respondió: Dad, pues a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.

La imagen denota pertenencia, marca, impresión, estampa. Así como Jesús es la imagen física, real y auténtica de Dios, de misma manera se reimprime la imagen de Dios en nosotros. Así la moneda tenía la imagen de a quién pertenecía.

Génesis dice que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, tenemos el sello de Dios en nosotros. Al tener impresa la imagen de Dios, somos posesión de Dios, llevamos su marca. La estampilla de Dios en nuestros corazones garantiza que somos de su pertenencia.

En el caso de la moneda, nada dañaría la imagen de César. La moneda podía ser escupida, golpeada, tirada al suelo, pero su imagen permanecía. Nosotros, portamos la imagen de Dios y tampoco nada podrá borrarla de nuestros corazones; podemos ser aporreados, menospreciados y afrentados, pero nadie podrá borrar la imagen de su sustancia en nuestros corazones. Somos una fotografía perfecta de Dios, reflejamos la belleza misma de su amor.

Amados amigos: Permitamos que Dios estampe la marca y el carácter de su naturaleza en todo lo que somos y hacemos.
Un abrazo fraterno en Cristo.