El periodista Juan Rincón Vanegas presenta hoy una crónica sobre la canción que el rey vallenato de 1993 compuso a su esposa fallecida. El legendario acordeonero solo reveló el título de la obra, la cual refleja la profunda tristeza que lo embarga y lo inspira.
El miércoles siete de febrero del año 2018 el rey vallenato Alberto Constantino Rada Ospino recibió el golpe más triste y profundo de su vida. Murió un pedazo de su alma, su compañera permanente durante 62 años: María del Socorro Andrade de Rada.
Y como también lo hiciera su colega Juancho Polo Valencia con Alicia Cantillo, y teniendo frescos en su memoria los recuerdos de aquella jovencita que conoció en su tierra, El Difícil, Magdalena, le compuso una canción impregnada con notas de dolor. La grabó en su mente, pero al momento de intentar cantarla no pudo porque la tristeza, las lágrimas y su sufrimiento, se lo impidieron. Pausadamente, y con la voz quebrada por el peso del dolor, expresó: “Después, después…”
Lo único que se supo de esa canción fue el título: ‘Quedó un negro solitario’, donde en una frase encerró la soledad en medio de las añoranzas por la mujer que le regaló ocho hijos, que supo de sus triunfos, de sus derrotas y eternos trasnochos, pero que también lo acompañó para salir vencedor al final de la contienda.
‘Beto’ Rada participó durante 15 ocasiones en el Festival de la Leyenda Vallenata, certamen donde ocupó en siete ocasiones el segundo puesto, igual número de veces el tercero, y en la última, en el año de 1993, recibió la anhelada corona.
Ahora, afectado por diversos quebrantos de salud, siente que sus pasos se acercan al silencio de los atardeceres, pero en los aposentos de la memoria aún florece el jardín de la poesía, y emergen versos y melodías para darle vida a sus canciones. Es su mejor terapia, una vivificante energía que heredó de su padre, el juglar, Francisco ‘Pacho’ Rada Batista.
Hoy, a sus 78 años, el acordeonero, compositor y cantante es el hombre más persistente de la vida, y también del folclor vallenato, y como él mismo lo señala, ante eso no hay comparación. En su casa del barrio Casimiro Maestre, en Valledupar, tiene una vitrina llena de trofeos, medallas y diplomas, que son el mayor testimonio de sus triunfos.
Al observar esa carga de recuerdos, dice que se los ganó en franca lid con notas de acordeón, que siempre ha sido su oficio. “Gané en la mayoría de festivales vallenatos, pero en Valledupar casi no gano, pero la insistencia vence lo que la dicha no alcanza”, dice mientras se le escapa un leve asomo de sonrisa.
Serenamente contó que se enfrentó a muchos rivales durante 15 versiones, y ostenta el récord de haberse presentado en la competencia con canciones inéditas de su autoría. En total, suman 60 de las 250 que ha compuesto, algunas grabadas por distintos cantantes vallenatos como Diomedes Díaz, Silvestre Dangond, Farid Ortiz, Rafael Santos, Miguel Herrera, Joaco Pertuz, Enrique Díaz y Carlos Narváez, entre otros. También se añade que ha grabado 25 producciones musicales, y no pierde la esperanza de grabar una nueva.
Su memoria regresa a 1993, cuando ganó la corona teniendo como compañeros en la caja a Renzo Sierra, y en la guacharaca, a su hijo Roberto Rada Andrade. Y como si fuera la noche de aquella final festivalera en la tarima Francisco El Hombre, menciona las canciones que interpretó: el paseo ‘El gallo negro’, el merengue ‘Llegó el pollo a la valla’, el son ‘Cuando yo muera’ y la puya ‘Yo soy el que toca y canta’.
Varios días después de coronarse rey vallenato, y con la alegría a su favor, compuso una nueva canción donde cuenta:
Se oyeron versos bonitos de mi memoria
quedó mi nota plasmada en el pedestal
y con mi nombre y mi apellido
pasé a la historia del festival.
Este juglar comenzó a tocar el acordeón a los ocho años, no la tuvo fácil para alzarse con sus triunfos folclóricos, pero contó con el respaldo de su fiel compañera y sus ocho hijos: Manuel Francisco, María del Socorro, Alberto, Miguel, Sol Marina, Eliécer, Amalfi y Roberto, semillas que le han dado 22 nietos y 13 bisnietos.
Al mencionar a sus hijos, retorna el recuerdo de su esposa María del Socorro. Dice que la conoció cuando tenía 15 años y fue un amor a primera vista. “Nos entendimos de inmediato, como sucedió hasta el final de sus días”.
Con la voz entrecortada continuó recordando, y al momento de tomar las fotografías hizo una petición: “Quiero tomármelas con el sombrero que le gustaba a María. Ella estaría feliz con este reportaje. Le gustaba que me dieran el valor que tengo como cultor del verdadero vallenato. Nuestras vidas cambiaron para bien al llegar a Valledupar hace 48 años, y acá espero pasar los días que Dios me regale”.
Con regocijo abrió las ventanas de su corazón y de su alma para hablar de ese amor inigualable, donde los disgustos eran arrastrados por el vendaval del olvido, porque en su hogar la felicidad era una sempiterna primavera.
Para su hijo, el compositor Eliécer ‘Cheche’ Rada, su papá ha sido el mayor referente en el campo personal y musical: “Él, es el rey de la perseverancia. Así ha sido toda su vida”. Mira de pies a cabeza a su viejo, lo ve sollozar y expresa que el dolor ha sido el único que lo quiere vencer sin tener en el pecho su acordeón.
“Con mi mamá era muy unido. Era amor verdadero, se conocían a la perfección y ella era la primera en conocer sus canciones. La muerte de mi mamá nos quebró el corazón, y a medida que pasan los días, nos hace mayor falta”.
Sin más palabras, abrazó a su viejo, ese que encierra la materia prima del folclor vallenato, que con su acordeón marcó su propio camino y que hoy es una leyenda viviente que se alimenta de la esencia musical que le enseñó su padre y profesor Francisco ‘Pacho’ Rada.
Al esculcar en esas historias del ayer, Alberto Rada se acordó de esa canción nacida en su casa paterna que hoy le toca hasta el alma: ‘Cipote luto’: “Si te mueres tú lo cargo yo, y si me muero yo lo cargas tú”…
El rey vallenato miró hacia el cielo, y dijo: “Me tocó a mí”. Bajó su cabeza y tapó su cara con un pañuelo. Su silencio estaba escuchando en una nota diferente la canción del sentimiento.
Cuando ‘Beto’ Rada se acuerda de María del Socorro, su gran amor, dice que no esperaba que se fuera sin dejarse componer una nueva canción, porque la suya ya la había hecho hace 25 años. Es su testamento cantado en aire de son: ‘Cuando yo me muera’.
Entonces, con la nostalgia que le brota como llovizna sobre la piel, besó el anillo de matrimonio y un racimo de lágrimas acompañaron nuevamente su silencio.
Al instante, reflexionó, y casi inaudible manifestó que esas son las reglas de la vida: “La muerte nunca avisa su llegada, por eso nadie se alista, porque nadie nació para perdurar por siempre, pero duele porque se despide a un ser irremplazable”.
Siguió opinando en esa misma línea que hoy lo tiene más afligido que nunca. “Nadie tiene la vida comprada. Todo se acaba en un abrir y cerrar de ojos sin que te des cuenta. Eso no se lo deseo a nadie, pero llega”. Nuevas lágrimas corrieron por sus mejillas.
Varias veces, por su propia voluntad, intentó cantar la canción dedicada a su amada, pero la memoria no le daba el arranque. Su pensamiento volaba a la tumba que frecuenta por largas horas, hasta quedar en paz consigo mismo.
Al final del encuentro, el rey vallenato Alberto ‘Beto’ Rada quedó silencioso, y levantó su mano para despedirse. Roberto, uno de sus hijos, expresó que cuando su papá esté más calmado cantará la canción.
Todo indica que esa obra musical tiene versos llenos de lamentos y rodeados de imágenes del recuerdo donde una mujer se calca en su memoria, esa misma que hace 25 años le dio a su esposo el beso y el abrazo más grande del mundo al coronarse como Rey Vallenato.
Así será, porque Alberto Constantino Rada Ospino pondrá en práctica la célebre frase del poeta y compositor oriundo de Chimichagua, Luis Carlos Gutiérrez Herrera: “Cuando el silencio te acose, hazle la bulla más grande con un canto vallenato”.
Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
El periodista Juan Rincón Vanegas presenta hoy una crónica sobre la canción que el rey vallenato de 1993 compuso a su esposa fallecida. El legendario acordeonero solo reveló el título de la obra, la cual refleja la profunda tristeza que lo embarga y lo inspira.
El miércoles siete de febrero del año 2018 el rey vallenato Alberto Constantino Rada Ospino recibió el golpe más triste y profundo de su vida. Murió un pedazo de su alma, su compañera permanente durante 62 años: María del Socorro Andrade de Rada.
Y como también lo hiciera su colega Juancho Polo Valencia con Alicia Cantillo, y teniendo frescos en su memoria los recuerdos de aquella jovencita que conoció en su tierra, El Difícil, Magdalena, le compuso una canción impregnada con notas de dolor. La grabó en su mente, pero al momento de intentar cantarla no pudo porque la tristeza, las lágrimas y su sufrimiento, se lo impidieron. Pausadamente, y con la voz quebrada por el peso del dolor, expresó: “Después, después…”
Lo único que se supo de esa canción fue el título: ‘Quedó un negro solitario’, donde en una frase encerró la soledad en medio de las añoranzas por la mujer que le regaló ocho hijos, que supo de sus triunfos, de sus derrotas y eternos trasnochos, pero que también lo acompañó para salir vencedor al final de la contienda.
‘Beto’ Rada participó durante 15 ocasiones en el Festival de la Leyenda Vallenata, certamen donde ocupó en siete ocasiones el segundo puesto, igual número de veces el tercero, y en la última, en el año de 1993, recibió la anhelada corona.
Ahora, afectado por diversos quebrantos de salud, siente que sus pasos se acercan al silencio de los atardeceres, pero en los aposentos de la memoria aún florece el jardín de la poesía, y emergen versos y melodías para darle vida a sus canciones. Es su mejor terapia, una vivificante energía que heredó de su padre, el juglar, Francisco ‘Pacho’ Rada Batista.
Hoy, a sus 78 años, el acordeonero, compositor y cantante es el hombre más persistente de la vida, y también del folclor vallenato, y como él mismo lo señala, ante eso no hay comparación. En su casa del barrio Casimiro Maestre, en Valledupar, tiene una vitrina llena de trofeos, medallas y diplomas, que son el mayor testimonio de sus triunfos.
Al observar esa carga de recuerdos, dice que se los ganó en franca lid con notas de acordeón, que siempre ha sido su oficio. “Gané en la mayoría de festivales vallenatos, pero en Valledupar casi no gano, pero la insistencia vence lo que la dicha no alcanza”, dice mientras se le escapa un leve asomo de sonrisa.
Serenamente contó que se enfrentó a muchos rivales durante 15 versiones, y ostenta el récord de haberse presentado en la competencia con canciones inéditas de su autoría. En total, suman 60 de las 250 que ha compuesto, algunas grabadas por distintos cantantes vallenatos como Diomedes Díaz, Silvestre Dangond, Farid Ortiz, Rafael Santos, Miguel Herrera, Joaco Pertuz, Enrique Díaz y Carlos Narváez, entre otros. También se añade que ha grabado 25 producciones musicales, y no pierde la esperanza de grabar una nueva.
Su memoria regresa a 1993, cuando ganó la corona teniendo como compañeros en la caja a Renzo Sierra, y en la guacharaca, a su hijo Roberto Rada Andrade. Y como si fuera la noche de aquella final festivalera en la tarima Francisco El Hombre, menciona las canciones que interpretó: el paseo ‘El gallo negro’, el merengue ‘Llegó el pollo a la valla’, el son ‘Cuando yo muera’ y la puya ‘Yo soy el que toca y canta’.
Varios días después de coronarse rey vallenato, y con la alegría a su favor, compuso una nueva canción donde cuenta:
Se oyeron versos bonitos de mi memoria
quedó mi nota plasmada en el pedestal
y con mi nombre y mi apellido
pasé a la historia del festival.
Este juglar comenzó a tocar el acordeón a los ocho años, no la tuvo fácil para alzarse con sus triunfos folclóricos, pero contó con el respaldo de su fiel compañera y sus ocho hijos: Manuel Francisco, María del Socorro, Alberto, Miguel, Sol Marina, Eliécer, Amalfi y Roberto, semillas que le han dado 22 nietos y 13 bisnietos.
Al mencionar a sus hijos, retorna el recuerdo de su esposa María del Socorro. Dice que la conoció cuando tenía 15 años y fue un amor a primera vista. “Nos entendimos de inmediato, como sucedió hasta el final de sus días”.
Con la voz entrecortada continuó recordando, y al momento de tomar las fotografías hizo una petición: “Quiero tomármelas con el sombrero que le gustaba a María. Ella estaría feliz con este reportaje. Le gustaba que me dieran el valor que tengo como cultor del verdadero vallenato. Nuestras vidas cambiaron para bien al llegar a Valledupar hace 48 años, y acá espero pasar los días que Dios me regale”.
Con regocijo abrió las ventanas de su corazón y de su alma para hablar de ese amor inigualable, donde los disgustos eran arrastrados por el vendaval del olvido, porque en su hogar la felicidad era una sempiterna primavera.
Para su hijo, el compositor Eliécer ‘Cheche’ Rada, su papá ha sido el mayor referente en el campo personal y musical: “Él, es el rey de la perseverancia. Así ha sido toda su vida”. Mira de pies a cabeza a su viejo, lo ve sollozar y expresa que el dolor ha sido el único que lo quiere vencer sin tener en el pecho su acordeón.
“Con mi mamá era muy unido. Era amor verdadero, se conocían a la perfección y ella era la primera en conocer sus canciones. La muerte de mi mamá nos quebró el corazón, y a medida que pasan los días, nos hace mayor falta”.
Sin más palabras, abrazó a su viejo, ese que encierra la materia prima del folclor vallenato, que con su acordeón marcó su propio camino y que hoy es una leyenda viviente que se alimenta de la esencia musical que le enseñó su padre y profesor Francisco ‘Pacho’ Rada.
Al esculcar en esas historias del ayer, Alberto Rada se acordó de esa canción nacida en su casa paterna que hoy le toca hasta el alma: ‘Cipote luto’: “Si te mueres tú lo cargo yo, y si me muero yo lo cargas tú”…
El rey vallenato miró hacia el cielo, y dijo: “Me tocó a mí”. Bajó su cabeza y tapó su cara con un pañuelo. Su silencio estaba escuchando en una nota diferente la canción del sentimiento.
Cuando ‘Beto’ Rada se acuerda de María del Socorro, su gran amor, dice que no esperaba que se fuera sin dejarse componer una nueva canción, porque la suya ya la había hecho hace 25 años. Es su testamento cantado en aire de son: ‘Cuando yo me muera’.
Entonces, con la nostalgia que le brota como llovizna sobre la piel, besó el anillo de matrimonio y un racimo de lágrimas acompañaron nuevamente su silencio.
Al instante, reflexionó, y casi inaudible manifestó que esas son las reglas de la vida: “La muerte nunca avisa su llegada, por eso nadie se alista, porque nadie nació para perdurar por siempre, pero duele porque se despide a un ser irremplazable”.
Siguió opinando en esa misma línea que hoy lo tiene más afligido que nunca. “Nadie tiene la vida comprada. Todo se acaba en un abrir y cerrar de ojos sin que te des cuenta. Eso no se lo deseo a nadie, pero llega”. Nuevas lágrimas corrieron por sus mejillas.
Varias veces, por su propia voluntad, intentó cantar la canción dedicada a su amada, pero la memoria no le daba el arranque. Su pensamiento volaba a la tumba que frecuenta por largas horas, hasta quedar en paz consigo mismo.
Al final del encuentro, el rey vallenato Alberto ‘Beto’ Rada quedó silencioso, y levantó su mano para despedirse. Roberto, uno de sus hijos, expresó que cuando su papá esté más calmado cantará la canción.
Todo indica que esa obra musical tiene versos llenos de lamentos y rodeados de imágenes del recuerdo donde una mujer se calca en su memoria, esa misma que hace 25 años le dio a su esposo el beso y el abrazo más grande del mundo al coronarse como Rey Vallenato.
Así será, porque Alberto Constantino Rada Ospino pondrá en práctica la célebre frase del poeta y compositor oriundo de Chimichagua, Luis Carlos Gutiérrez Herrera: “Cuando el silencio te acose, hazle la bulla más grande con un canto vallenato”.
Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv