Es hora de tomar una postura, de convertir el miedo en coraje y la resignación en resistencia.
Desde las trincheras de la vida cotidiana está emergiendo un llamado a la acción que retumbará en las paredes de nuestra historia.
Valledupar, tierra de nuestros antepasados – y esperamos que tierra de nuestros hijos y nietos – anhela y necesita el abrazo firme y valiente de sus hijos, un abrazo que se traduzca en determinación y coraje, en solidaridad y protección. Este llamado, más fuerte que nunca, nos urge a “armarnos de valor” ante la inseguridad que oscurece nuestros días.
Hoy, la política y, en general, toda la actividad social de nuestro tiempo, se ve desbordada por la inseguridad. Nuestros líderes se encuentran incapaces y reducidos, mientras los ciudadanos, temerosos, deambulan por nuestras calles, se encierran en sus propias casas, como prisioneros de un enemigo invisible.
Es hora de tomar una postura, de convertir el miedo en coraje y la resignación en resistencia.
Así como en una batalla, en la lucha contra la inseguridad, la solidaridad es nuestro escudo y el valor nuestra espada. Cuando veamos a un vecino siendo víctima de un atraco, no volvamos la cara, no le demos la espalda.
No seamos espectadores pasivos de la violencia. No seamos cómplices de esa violencia, porque la pasividad ante la victimización del conciudadano es un estímulo y validación de esa misma violencia, convertida al final en una vorágine que terminará engulléndonos a todos.
Actuemos. Unámonos, enfrentemos al criminal. Institucionalicemos un grito de esperanza: Al raponero…CÓJANLO.
Al jíbaro…CÓJANLO.
Al atracador…CÓJANLO.
Al homicida…CÓJANLO.
Y con sus móviles, tómenles fotos y vídeos hasta viralizarlos. Arremetamos contra el delincuente de toda laya. Valledupar necesita un alcalde y una sociedad armados de valor. Lo menos prudente es escondernos e ignorarlos. Ayer fue el vecino, mañana seré yo. Debemos crear un ambiente en el que la delincuencia se sienta amenazada, no nuestra gente.
El valor no significa la ausencia de miedo, significa actuar a pesar del miedo. Significa protegernos a nosotros mismos, a nuestros seres queridos, a nuestros vecinos, a nuestra ciudad, incluso cuando nos tiemblen las piernas. Porque cuando todos tengamos valor, cuando todos actuemos juntos, el miedo no tendrá lugar en nuestra ciudad.
¡A mí me han criticado por hablar de frente sobre la inseguridad! Me han señalado por mi determinación de luchar contra aquello que atormenta nuestras vidas. Pero, ¿qué sentido tendría nuestra existencia si no nos esforzamos por mejorarla, por luchar por nuestras vidas, por la de nuestros hijos, nuestros vecinos, nuestra ciudad?
Soy consciente de que aprender y adaptar soluciones de otros lugares puede generar polémica y rechazo. “¿Por qué mirar hacia El Salvador?”, se preguntan algunos. Mi respuesta es sencilla: porque sus resultados son contundentes. El Salvador, bajo la firme determinación de combatir la delincuencia, de frente y sin miedo, ha logrado salvar miles de vidas de las garras de la criminalidad. Les ha devuelto la confianza y las esperanzas a los salvadoreños. ¿Por qué no tomar nota de aquello que ha funcionado?
El desafío no es sencillo, eso lo sabemos. Pero nada verdaderamente valioso en la vida se logra solo, ni de la noche a la mañana. Necesitamos estar dispuestos a trabajar juntos, a plantar cara a la adversidad y a tomar las riendas de nuestra propia seguridad. Ya no se trata de una tarea exclusiva de las autoridades (quedarnos a merced de su lento actuar sería un sinsentido).
Te pido, amable lector, que te unas a mí en este desafío.
“A armarnos de valor, Valledupar”, no es solo un llamado a la acción, es un grito de esperanza.
Es hora de tomar una postura, de convertir el miedo en coraje y la resignación en resistencia.
Desde las trincheras de la vida cotidiana está emergiendo un llamado a la acción que retumbará en las paredes de nuestra historia.
Valledupar, tierra de nuestros antepasados – y esperamos que tierra de nuestros hijos y nietos – anhela y necesita el abrazo firme y valiente de sus hijos, un abrazo que se traduzca en determinación y coraje, en solidaridad y protección. Este llamado, más fuerte que nunca, nos urge a “armarnos de valor” ante la inseguridad que oscurece nuestros días.
Hoy, la política y, en general, toda la actividad social de nuestro tiempo, se ve desbordada por la inseguridad. Nuestros líderes se encuentran incapaces y reducidos, mientras los ciudadanos, temerosos, deambulan por nuestras calles, se encierran en sus propias casas, como prisioneros de un enemigo invisible.
Es hora de tomar una postura, de convertir el miedo en coraje y la resignación en resistencia.
Así como en una batalla, en la lucha contra la inseguridad, la solidaridad es nuestro escudo y el valor nuestra espada. Cuando veamos a un vecino siendo víctima de un atraco, no volvamos la cara, no le demos la espalda.
No seamos espectadores pasivos de la violencia. No seamos cómplices de esa violencia, porque la pasividad ante la victimización del conciudadano es un estímulo y validación de esa misma violencia, convertida al final en una vorágine que terminará engulléndonos a todos.
Actuemos. Unámonos, enfrentemos al criminal. Institucionalicemos un grito de esperanza: Al raponero…CÓJANLO.
Al jíbaro…CÓJANLO.
Al atracador…CÓJANLO.
Al homicida…CÓJANLO.
Y con sus móviles, tómenles fotos y vídeos hasta viralizarlos. Arremetamos contra el delincuente de toda laya. Valledupar necesita un alcalde y una sociedad armados de valor. Lo menos prudente es escondernos e ignorarlos. Ayer fue el vecino, mañana seré yo. Debemos crear un ambiente en el que la delincuencia se sienta amenazada, no nuestra gente.
El valor no significa la ausencia de miedo, significa actuar a pesar del miedo. Significa protegernos a nosotros mismos, a nuestros seres queridos, a nuestros vecinos, a nuestra ciudad, incluso cuando nos tiemblen las piernas. Porque cuando todos tengamos valor, cuando todos actuemos juntos, el miedo no tendrá lugar en nuestra ciudad.
¡A mí me han criticado por hablar de frente sobre la inseguridad! Me han señalado por mi determinación de luchar contra aquello que atormenta nuestras vidas. Pero, ¿qué sentido tendría nuestra existencia si no nos esforzamos por mejorarla, por luchar por nuestras vidas, por la de nuestros hijos, nuestros vecinos, nuestra ciudad?
Soy consciente de que aprender y adaptar soluciones de otros lugares puede generar polémica y rechazo. “¿Por qué mirar hacia El Salvador?”, se preguntan algunos. Mi respuesta es sencilla: porque sus resultados son contundentes. El Salvador, bajo la firme determinación de combatir la delincuencia, de frente y sin miedo, ha logrado salvar miles de vidas de las garras de la criminalidad. Les ha devuelto la confianza y las esperanzas a los salvadoreños. ¿Por qué no tomar nota de aquello que ha funcionado?
El desafío no es sencillo, eso lo sabemos. Pero nada verdaderamente valioso en la vida se logra solo, ni de la noche a la mañana. Necesitamos estar dispuestos a trabajar juntos, a plantar cara a la adversidad y a tomar las riendas de nuestra propia seguridad. Ya no se trata de una tarea exclusiva de las autoridades (quedarnos a merced de su lento actuar sería un sinsentido).
Te pido, amable lector, que te unas a mí en este desafío.
“A armarnos de valor, Valledupar”, no es solo un llamado a la acción, es un grito de esperanza.