La despedida del Rey Vallenato Egidio Cuadrado fue como quiso, con música vallenata donde se recordaron esos auténticos cantos que él interpretó junto a su querido grupo ‘La Provincia’.
Han sido 30 años de labores de EL PILÓN con el reto de cubrir la historia de un robo en Valledupar que transformó a todo un país.
El hecho de instalar una inmensa escultura llamó la atención, pero desde hace algún tiempo esta presenta fisuras en diferentes partes, con visible deterioro requiriendo un rápido mantenimiento.
Teobaldo Padilla, un pastor de iglesia luterana, y como tal un sabelotodo en los laberintos e intersticios de la Biblia, razonaba que ese voceador de salchichas no podía ser hebreo porque las tribus de Israel no llevaban a la boca carne de cerdo desde cuando estuvieron errabundas en el desierto del Sinaí...
Es así como el juglar Abel Antonio Villa conocido como ‘El padre del acordeón’, demoraba cantidad de días “perdido”, hasta que en una ocasión llegó a su casa la noticia de su muerte en El Banco, Magdalena.
Para el juglar de contextura delgada, divertido y risueño su mayor encanto era tocar el acordeón, cantar y componer esas “piezas”, así las llamaba, sobre todo lo que giraba a su alrededor.
Como testimonio de su trasegar por la vida han ido quedando cantos que se convirtieron en clásicos vallenatos, donde también brotaron versos para cantarle a Chimichagua, esa tierra sagrada que lo vio nacer.
Sus canciones por donde se le miren tienen la marca del amor sincero, aunque alguna vez tropezó en una conquista que lo hizo variar su temática, pero después continuó con el verso fresco.
Hasta ese momento todo era tranquilidad, alegría y el amor fluctuaba en aquel lugar, llegando al instante de darse el beso, considerado el silencio más maravilloso del mundo, que ellos compartieron con amplias sonrisas delatando su felicidad.
La distancia era fatal, Liliana, en Londres, y Omar Geles en el Valle, por eso las llamadas que él hacía eran eternas, porque eran tres o cuatro horas hablando. Era tan famoso en el lugar que ya las muchachas de Telecom, cuando lo veían entrar, se rumoraban: “Llegó el Eveready”.
El paisaje es acogedor, y todavía está la muestra de aquel lugar donde vino al mundo el artista más grande que ha dado la música vallenata, conocido como ‘El cantor campesino’.
Canciones como ‘El testamento’, ‘Jaime Molina’, ‘La Custodia de Badillo’, ‘La Vieja Sara’, ‘Honda herida’, ‘El mejoral’, fueron entonadas, esta vez, por ochenta voces líricas, lo más granado del canto coral en Colombia.
Los cantos de Rafael Escalona se convirtieron en esa madeja que unió a los pueblos del antiguo Magdalena Grande.
Así lo señaló ‘La Cacica’. “El mejor homenaje que puedo recibir cuando muera es que no callen los acordeones…”.
Una historia cantada sobre dos hermanos queridos, uno ausente y el otro que lo buscaba para saber de su paradero porque el tiempo trascurría y ninguna noticia se conocía en esa amplia zona del Magdalena Grande.
La tristeza se unió a su único hijo Hugo Alberto Mejía Daza, conocido como ‘Pájaro’, quien fue el soporte para ella en medio de dolores y enfermedades que fueron minando poco a poco su salud.
Ellas cuando el sol se va ocultando lo adornan con su caminar, haciendo posible que la luna les regale su luz.
Se trata de Isaac Carrillo Vega, quien nació en San Juan del Cesar, al mediodía del jueves tres de junio de 1937, y por ser tan pequeño y consentido sus familiares comenzaron a llamarlo ‘Tijito’. Así se quedó.
El compositor guajiro Rafael Enrique Manjarréz Mendoza sigue poniendo a girar en su pensamiento diversos episodios que ha tenido la virtud de llevarlos a canciones, acompañado infinidad de veces por aquello que llamó ausencia sentimental, donde un suspiro aparece teniendo una nota triste o alegre, de acuerdo al palpitar del corazón.
La producción musical ganadora ‘Escalona nunca se había grabado así’, para Carlos Vives es la mayor referencia de la niñez en su amada Santa Marta, donde pudo saber de un estudiante que le mandaba razones a su morenita, porque se iba dejándole de recuerdo un paseo, de la nostalgia por un compadre quien tenía que salir presuroso de Manaure, Cesar, a cumplir su misión como educador en Valledupar o de aquella elegía dedicada al pintor Jaime Molina, a quien Escalona le prometió hacerle una canción.