El artesano no puede ser un mendigo de la gratitud por su trabajo, del reconocimiento y valor; en ocasiones solo homenajeados después de muerto, cuando ya para qué. Cecé Santolé.
Este 19 de marzo es el día nacional del artesano en Colombia. Esta fecha busca resignificar esta loable labor, ejercida por hombres y mujeres que se llenan de gracia y con sus manos construyen lo que les dicta el corazón: identidad, raíces, costumbres, tradiciones; además la forma de subsistir, porque la mayoría de las veces hacen de “tripas corazón” y pasan su vida haciendo, para que otros disfruten y usufructúen.
El día 19 de noviembre de 1984 se creó la Ley 36, a través de la cual se reglamentó la profesión de artesano. El Congreso de Colombia decretó en esta ley, en su artículo primero: “Se considera artesano a la persona que ejerce una actividad profesional creativa en torno a un oficio concreto en un nivel preponderantemente manual y conforme a sus conocimientos y habilidades técnicas y artísticas, dentro de un proceso de producción. Trabaja en forma autónoma, deriva su sustento principalmente de dicho trabajo y transforma en bienes o servicios útiles su esfuerzo físico y mental”.
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El artículo sexto establece que: “Con el propósito de exaltar la profesión artesanal y promover la solidaridad de los artesanos, señalase el día 19 de marzo de cada año, como el día nacional del artesano”.
La idea de exaltar a través de una ley este día es brindarles a los artesanos, en general, la posibilidad de obtener reconocimiento por su labor, lograr un espacio significativo y llevar ese mensaje de identidad de cada región del país y desde luego sea importante, para ellos, y se les reconozca con dignidad y respeto.
Que puedan llevarse a cabo políticas de inclusión, de valor y capacidad de gestión, con proyectos que en la realidad, y no en el papel, les permita disfrutar de garantías; que gocen del privilegio de llevarle a sus hijos, a su hogar: pan, salud, vivienda digna y la posibilidad que se formen profesionalmente.
El sociólogo Daniel Vega, basado en el trabajo de Herrera y Acero (1971), analiza la primera división del campo artesanal, según la variable de zona de residencia de los artesanos: “Así, el campo artesanal se divide en primera medida en artesanía rural y urbana, puesto que es una visión importante de las condiciones de desigualdad con la que ha convivido siempre el artesano en el país. Estas diferencias geográficas se intersecan con varias formas de llevar a cabo la producción, tanto de manera técnica, como es la manualidad y pre-industria, hasta la forma cultural que divide por primera vez la artesanía en formas de vida relativamente diferentes, como la artesanía campesina, la artesanía indígena, la artesanía popular y la artesanía culta”. (Vega D. El campo artesanal. Aporte teórico social y pedagógico, 2013)
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Estudios significativos han identificado desigualdades por sexo entre artesanas y artesanos, al igual que las actividades del campo y la ciudad, que responden a lógicas diferentes. “Pero además que los ingresos de los artesanos urbanos son muy superiores a los de los artesanos rurales, también parece que el potencial de crecimiento de la artesanía urbana es mucho mayor”.
Para este análisis, es importante lo que desde 1974 manifestó Juan Zapata Olivella, escritor Cordobés, el cual estableció que la pertenencia étnica, las tradiciones ancestrales indígena, hispana y africana, sincretizadas en múltiples formas, constituyen el más rico patrimonio de valores auténticamente nacionales. Su constante producción nutre el arte, la literatura, la música y las demás formas estéticas que inspiran a los artistas y escritores nacionales conscientes de su identidad cultural.
Además de las etnias, también encontramos la población negroide y sus tradiciones, vemos por ejemplo a los alfareros de guacoche que fabrican las tinajas y otros que se dedican a la fábrica de canastos y esteras de palma. Todo esto alrededor de la música que se ha escenificado como identidad cultural ante el mundo, desde donde giran los atractivos artesanales de Valledupar.
En esta hermosa ciudad, antes de llegar a la Plaza Alfonso López, escenario patrimonial en donde se escenificó por muchos años el Festival Vallenato, en toda la calle 16, la ‘Calle Grande’, con carrera 7, está ubicado el centro comercial artesanal Calle Grande. Allí se encuentran ubicados un grupo de artesanos y distribuidores de esto productos; allí en ese lugar se puede encontrar variedad de elementos artesanales: poporos, mochilas arhuacas y kankuamas, sombreros, collares, pinturas hechas en ese mismo lugar por artistas distinguidos.
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En esta hermosa ciudad, antes de llegar a la Plaza Alfonso López, escenario patrimonial en donde se escenificó por muchos años el Festival Vallenato, en toda la calle 16, la ‘Calle Grande’, con carrera 7, está ubicado el centro comercial artesanal Calle Grande. Allí se encuentran ubicados un grupo de artesanos y distribuidores de esto productos; allí en ese lugar se puede encontrar variedad de elementos artesanales: poporos, mochilas arhuacas y kankuamas, sombreros, collares, pinturas hechas en ese mismo lugar por artistas distinguidos.
De allí derivan el sustento más de cuarenta familias, que laboran directamente en los puestos artesanales, más un número significativo de trabajadores indirectos que dependen de manera especial de estos procesos económicos. Por ello la gran preocupación que les acude en medio de esta pandemia es la imposibilidad para cumplir con sus obligaciones en el tema del canon de arriendo; hace un año en este mes de marzo tuvieron que cerrar por cuenta de la covid-19.
Todos al tiempo piden a gritos que el alcalde les solucione esta situación. “No hay cuña que más apriete que la del propio palo”, manifestó Luis Castellar Anillo, uno de los damnificados por la situación; además oficia como representante de los artesanos ante el Consejo municipal de Cultura. Ojalá el alcalde Mello Castro se propusiera ayudar a estos señores artesanos; y como homenaje y reconocimiento a su labor cultural y artística, justamente este viernes 19 de marzo, condonara esa deuda que durante la pandemia y sin producir nada se generó.
Como un homenaje especial y sencillo a los artesanos, dedico un fragmento del poema Arte – Sano de la poeta Cecé Santolé, distinguida mujer de la región santandereana, que con su corazón también construye artesanía especial, construye poesía, y la comparte de manera generosa con el mundo artesanal.
“Esta es la escena del obrero que no tiene fábrica, la escultura del campesino que no tiene tierra, el tallado del artesano que no tiene arcilla. La obra del estudiante que no tiene lápiz… es la tierra del creyente que busca un dios distinto al de los siglos infinitos y amén.
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“Esta es la escena del obrero que no tiene fábrica, la escultura del campesino que no tiene tierra, el tallado del artesano que no tiene arcilla. La obra del estudiante que no tiene lápiz… es la tierra del creyente que busca un dios distinto al de los siglos infinitos y amén.
Esta es la tierra del arte de las clases bajas, las pequeñas clases, y las ocultas clases del cinismo, que nos entretienen con modelos extranjeros, por si acaso en este revoltijo de ansiedades cada uno habla un poco sin entenderse de una sensibilidad que estamos descubriendo.
En este universo de poetas, artesanos y locos, se viene desovando un nuevo pensamiento, entrelazado como eslabones, para que la cadena del nuevo modelo humano, se siga tejiendo con la madeja de los sentidos y la hermandad.
En este inmaculado tapiz donde los ritmos se posan en las breñas, sazonando labranzas, con el azadón oxidado, cuya heredad de siglos de conquista, parió artistas de la vida reencarnada sin ser artistas de papeles o dossier”.
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El artesano no puede ser un mendigo de la gratitud por su trabajo, del reconocimiento y valor; en ocasiones solo homenajeados después de muerto, cuando ya para qué. Cecé Santolé.
Feliz día del artesano. Sólo Eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara
El artesano no puede ser un mendigo de la gratitud por su trabajo, del reconocimiento y valor; en ocasiones solo homenajeados después de muerto, cuando ya para qué. Cecé Santolé.
Este 19 de marzo es el día nacional del artesano en Colombia. Esta fecha busca resignificar esta loable labor, ejercida por hombres y mujeres que se llenan de gracia y con sus manos construyen lo que les dicta el corazón: identidad, raíces, costumbres, tradiciones; además la forma de subsistir, porque la mayoría de las veces hacen de “tripas corazón” y pasan su vida haciendo, para que otros disfruten y usufructúen.
El día 19 de noviembre de 1984 se creó la Ley 36, a través de la cual se reglamentó la profesión de artesano. El Congreso de Colombia decretó en esta ley, en su artículo primero: “Se considera artesano a la persona que ejerce una actividad profesional creativa en torno a un oficio concreto en un nivel preponderantemente manual y conforme a sus conocimientos y habilidades técnicas y artísticas, dentro de un proceso de producción. Trabaja en forma autónoma, deriva su sustento principalmente de dicho trabajo y transforma en bienes o servicios útiles su esfuerzo físico y mental”.
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El artículo sexto establece que: “Con el propósito de exaltar la profesión artesanal y promover la solidaridad de los artesanos, señalase el día 19 de marzo de cada año, como el día nacional del artesano”.
La idea de exaltar a través de una ley este día es brindarles a los artesanos, en general, la posibilidad de obtener reconocimiento por su labor, lograr un espacio significativo y llevar ese mensaje de identidad de cada región del país y desde luego sea importante, para ellos, y se les reconozca con dignidad y respeto.
Que puedan llevarse a cabo políticas de inclusión, de valor y capacidad de gestión, con proyectos que en la realidad, y no en el papel, les permita disfrutar de garantías; que gocen del privilegio de llevarle a sus hijos, a su hogar: pan, salud, vivienda digna y la posibilidad que se formen profesionalmente.
El sociólogo Daniel Vega, basado en el trabajo de Herrera y Acero (1971), analiza la primera división del campo artesanal, según la variable de zona de residencia de los artesanos: “Así, el campo artesanal se divide en primera medida en artesanía rural y urbana, puesto que es una visión importante de las condiciones de desigualdad con la que ha convivido siempre el artesano en el país. Estas diferencias geográficas se intersecan con varias formas de llevar a cabo la producción, tanto de manera técnica, como es la manualidad y pre-industria, hasta la forma cultural que divide por primera vez la artesanía en formas de vida relativamente diferentes, como la artesanía campesina, la artesanía indígena, la artesanía popular y la artesanía culta”. (Vega D. El campo artesanal. Aporte teórico social y pedagógico, 2013)
No deje de leer: La escultura de Diomedes Díaz que sigue olvidada en un parqueadero de Valledupar
Estudios significativos han identificado desigualdades por sexo entre artesanas y artesanos, al igual que las actividades del campo y la ciudad, que responden a lógicas diferentes. “Pero además que los ingresos de los artesanos urbanos son muy superiores a los de los artesanos rurales, también parece que el potencial de crecimiento de la artesanía urbana es mucho mayor”.
Para este análisis, es importante lo que desde 1974 manifestó Juan Zapata Olivella, escritor Cordobés, el cual estableció que la pertenencia étnica, las tradiciones ancestrales indígena, hispana y africana, sincretizadas en múltiples formas, constituyen el más rico patrimonio de valores auténticamente nacionales. Su constante producción nutre el arte, la literatura, la música y las demás formas estéticas que inspiran a los artistas y escritores nacionales conscientes de su identidad cultural.
Además de las etnias, también encontramos la población negroide y sus tradiciones, vemos por ejemplo a los alfareros de guacoche que fabrican las tinajas y otros que se dedican a la fábrica de canastos y esteras de palma. Todo esto alrededor de la música que se ha escenificado como identidad cultural ante el mundo, desde donde giran los atractivos artesanales de Valledupar.
En esta hermosa ciudad, antes de llegar a la Plaza Alfonso López, escenario patrimonial en donde se escenificó por muchos años el Festival Vallenato, en toda la calle 16, la ‘Calle Grande’, con carrera 7, está ubicado el centro comercial artesanal Calle Grande. Allí se encuentran ubicados un grupo de artesanos y distribuidores de esto productos; allí en ese lugar se puede encontrar variedad de elementos artesanales: poporos, mochilas arhuacas y kankuamas, sombreros, collares, pinturas hechas en ese mismo lugar por artistas distinguidos.
Lea también: Homenaje al profesor César López en la Casa de la Cultura
En esta hermosa ciudad, antes de llegar a la Plaza Alfonso López, escenario patrimonial en donde se escenificó por muchos años el Festival Vallenato, en toda la calle 16, la ‘Calle Grande’, con carrera 7, está ubicado el centro comercial artesanal Calle Grande. Allí se encuentran ubicados un grupo de artesanos y distribuidores de esto productos; allí en ese lugar se puede encontrar variedad de elementos artesanales: poporos, mochilas arhuacas y kankuamas, sombreros, collares, pinturas hechas en ese mismo lugar por artistas distinguidos.
De allí derivan el sustento más de cuarenta familias, que laboran directamente en los puestos artesanales, más un número significativo de trabajadores indirectos que dependen de manera especial de estos procesos económicos. Por ello la gran preocupación que les acude en medio de esta pandemia es la imposibilidad para cumplir con sus obligaciones en el tema del canon de arriendo; hace un año en este mes de marzo tuvieron que cerrar por cuenta de la covid-19.
Todos al tiempo piden a gritos que el alcalde les solucione esta situación. “No hay cuña que más apriete que la del propio palo”, manifestó Luis Castellar Anillo, uno de los damnificados por la situación; además oficia como representante de los artesanos ante el Consejo municipal de Cultura. Ojalá el alcalde Mello Castro se propusiera ayudar a estos señores artesanos; y como homenaje y reconocimiento a su labor cultural y artística, justamente este viernes 19 de marzo, condonara esa deuda que durante la pandemia y sin producir nada se generó.
Como un homenaje especial y sencillo a los artesanos, dedico un fragmento del poema Arte – Sano de la poeta Cecé Santolé, distinguida mujer de la región santandereana, que con su corazón también construye artesanía especial, construye poesía, y la comparte de manera generosa con el mundo artesanal.
“Esta es la escena del obrero que no tiene fábrica, la escultura del campesino que no tiene tierra, el tallado del artesano que no tiene arcilla. La obra del estudiante que no tiene lápiz… es la tierra del creyente que busca un dios distinto al de los siglos infinitos y amén.
No deje de leer: ¿Quién es el nuevo amor de Dayana Jaimes?
“Esta es la escena del obrero que no tiene fábrica, la escultura del campesino que no tiene tierra, el tallado del artesano que no tiene arcilla. La obra del estudiante que no tiene lápiz… es la tierra del creyente que busca un dios distinto al de los siglos infinitos y amén.
Esta es la tierra del arte de las clases bajas, las pequeñas clases, y las ocultas clases del cinismo, que nos entretienen con modelos extranjeros, por si acaso en este revoltijo de ansiedades cada uno habla un poco sin entenderse de una sensibilidad que estamos descubriendo.
En este universo de poetas, artesanos y locos, se viene desovando un nuevo pensamiento, entrelazado como eslabones, para que la cadena del nuevo modelo humano, se siga tejiendo con la madeja de los sentidos y la hermandad.
En este inmaculado tapiz donde los ritmos se posan en las breñas, sazonando labranzas, con el azadón oxidado, cuya heredad de siglos de conquista, parió artistas de la vida reencarnada sin ser artistas de papeles o dossier”.
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El artesano no puede ser un mendigo de la gratitud por su trabajo, del reconocimiento y valor; en ocasiones solo homenajeados después de muerto, cuando ya para qué. Cecé Santolé.
Feliz día del artesano. Sólo Eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara