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Cultura - 4 julio, 2020

El cantor de Fonseca

El término ‘cantor’ empleado por Carlos Huertas en su canto, designa aquel artista que canta por necesidad espiritual, diferente al cantante que tiene en esta actividad, su profesión y modus vivendi.

Carlos Huertas Gómez, el autor de 'El cantor de Fonseca'.

FOTO/CORTESÍA.
Carlos Huertas Gómez, el autor de 'El cantor de Fonseca'. FOTO/CORTESÍA.
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En esta canción nos dice Carlos Huertas: “nací en Dibulla frente al mar Caribe, de donde muy pequeño me llevaron…  inicialmente a Distracción y después a Lagunita de la Sierra, emporio de acordeonistas y poetas”; allí, donde vivió sus primeras emociones en torno al acordeón que tocaban Julio Francisco Brito, conocido como El músico de la Sierra, Monche Brito, Chiche Guerra, quien venía de los lados del valle, allí conoció bien a Bienvenido, ya famoso por la canción que le había compuesto a la agraciada Berta Caldera, hija de don Juan Caldera un próspero venezolano que tenía sus posesiones en Oreganal, jurisdicción de Fonseca.

Lee también: El Festival Francisco el Hombre será virtual en agosto

Aún adolescente regresó donde su familia a Distracción y fue en este sitio donde tuvo su feliz encuentro con la guitarra. Era acentuado el ambiente musical que se vivía, por la cercanía del grupo mecanizado de infantería Rondón, que tenía el Ejército Nacional para velar por el orden en toda La Guajira. Y llegaron allí músicos de todos los géneros principalmente los de la onda de las cuerdas. Esto nos permite afirmar que fueron los soldados de frontera quienes propiciaron ese movimiento hacia la guitarra que vivió el sur de La Guajira a partir de los años treinta del siglo anterior.

Carlos aprendió relativamente fácil a descifrar el encordado y muy joven comenzó a componer obras en diferentes géneros principalmente en el vallenato. Conoció el ambiente de las parrandas, aprendió a beber y en toda La Guajira se hizo libre. Él vivía en Distracción, pero Fonseca es la meca de la música provinciana, donde estaban esos grandes juglares del ayer que le dieron una gran dimensión en el historial guajiro, razón por la cual el hijo de ‘Lola la blanca’ siempre sintió una gran admiración y especial cariño al punto de haberla inmortalizado en muchos de sus cantos principalmente en El cantor de Fonseca.

Hemos podido conocer curiosidades e intimidades de este memorable paseo a través de la espléndida entrevista hecha a Carlos Huertas por el escritor guajiro Freddy González, publicada en abril de 2020 por el periscopio informativo de La Guajira.

Finalizando la década del sesenta andaba Carlos por Santa Marta, en plan de físico rebusque, frecuentando los cafetines y estaderos circundantes de la turística bahía y, bien entrada la noche llegó con un par de amigos músicos al bar La Fuente Azul. Había buena gente y un grupo de bohemios bebedores les pidieron que les animara el rato con algo del repertorio que interpretaban. La casa, de su autoría, La vieja Sara, de Escalona y Mis viejos de Poncho Zuleta, se escucharon alegrando el recinto.

No dejes de leer: Un ‘Drama provinciano’ que nunca culmina

Después vinieron otros temas de música provinciana y agotado el repertorio, Carlos le ofreció al líder de los bebedores, algunos boleros o rancheras, pero el fulano le pidió con entusiasmo: “Oiga maestro, yo quiero es seguir oyendo música de esa que me ha tocado, así que si no sabe más, repítame las que ya tocó”, interrogándole a la vez: “¿de dónde es esa música?, ¿usted dónde nació?, ¡porque no es del Valle, del Magdalena ni de Bolívar!”; “Con mucho gusto le respondió Carlos: Yo soy del centro de La Guajira”.

Él había nacido por accidente en Dibulla, frente al mar Caribe, pero sus ancestros estaban en Distracción, de ahí su afirmación que puede llegar a confundir a alguien.

El repertorio fue repetido y con las luces del alba llegó la hora de la partida. En el camino a casa no dejaba de escuchar la voz del fulano recalcándole: “¡Usted no es del Valle, del Magdalena ni de Bolívar y se me antoja que sus cantares son de una tierra desconocida!“. Ésa noche al momento de conciliar el sueño ya la primera estrofa del canto bullía en su mente.

Una vez lista la canción fue madurada en parrandas, teniendo una gran resonancia y cuando llegó al acordeón de Luis Enrique, en 1973, año en que este conquistó la corona de Rey Vallenato, fue declarada la canción ganadora en este festival, según consta en el L.P. (long play –larga duración-) No. 2733 de la disquera Tropical de Barranquilla.

El término ‘cantor’ empleado por Carlos Huertas en su canto, designa aquel artista que canta por necesidad espiritual, diferente al cantante que tiene en esta actividad, su profesión y modus vivendi.

Te puede interesar: Las bodas de plata de Luis Enrique con Rosalbina

La permanencia y frescura que a través del tiempo mantiene ‘El cantor de Fonseca’, le otorga la difícil categoría de clásico del vallenato, un modelo digno de imitar según lo reafirman los diferentes autores que dieron respuesta a esta obra, como fueron: Calixto Ochoa y El cantor de Valencia, Álvaro Cubas con El cantor del Valle y El cantor triunfante de Urbano Díaz, el hermano de Leandro.

JULIO OÑATE MARTÍNEZ/EL PILÓN

Cultura
4 julio, 2020

El cantor de Fonseca

El término ‘cantor’ empleado por Carlos Huertas en su canto, designa aquel artista que canta por necesidad espiritual, diferente al cantante que tiene en esta actividad, su profesión y modus vivendi.


Carlos Huertas Gómez, el autor de 'El cantor de Fonseca'.

FOTO/CORTESÍA.
Carlos Huertas Gómez, el autor de 'El cantor de Fonseca'. FOTO/CORTESÍA.
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En esta canción nos dice Carlos Huertas: “nací en Dibulla frente al mar Caribe, de donde muy pequeño me llevaron…  inicialmente a Distracción y después a Lagunita de la Sierra, emporio de acordeonistas y poetas”; allí, donde vivió sus primeras emociones en torno al acordeón que tocaban Julio Francisco Brito, conocido como El músico de la Sierra, Monche Brito, Chiche Guerra, quien venía de los lados del valle, allí conoció bien a Bienvenido, ya famoso por la canción que le había compuesto a la agraciada Berta Caldera, hija de don Juan Caldera un próspero venezolano que tenía sus posesiones en Oreganal, jurisdicción de Fonseca.

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Aún adolescente regresó donde su familia a Distracción y fue en este sitio donde tuvo su feliz encuentro con la guitarra. Era acentuado el ambiente musical que se vivía, por la cercanía del grupo mecanizado de infantería Rondón, que tenía el Ejército Nacional para velar por el orden en toda La Guajira. Y llegaron allí músicos de todos los géneros principalmente los de la onda de las cuerdas. Esto nos permite afirmar que fueron los soldados de frontera quienes propiciaron ese movimiento hacia la guitarra que vivió el sur de La Guajira a partir de los años treinta del siglo anterior.

Carlos aprendió relativamente fácil a descifrar el encordado y muy joven comenzó a componer obras en diferentes géneros principalmente en el vallenato. Conoció el ambiente de las parrandas, aprendió a beber y en toda La Guajira se hizo libre. Él vivía en Distracción, pero Fonseca es la meca de la música provinciana, donde estaban esos grandes juglares del ayer que le dieron una gran dimensión en el historial guajiro, razón por la cual el hijo de ‘Lola la blanca’ siempre sintió una gran admiración y especial cariño al punto de haberla inmortalizado en muchos de sus cantos principalmente en El cantor de Fonseca.

Hemos podido conocer curiosidades e intimidades de este memorable paseo a través de la espléndida entrevista hecha a Carlos Huertas por el escritor guajiro Freddy González, publicada en abril de 2020 por el periscopio informativo de La Guajira.

Finalizando la década del sesenta andaba Carlos por Santa Marta, en plan de físico rebusque, frecuentando los cafetines y estaderos circundantes de la turística bahía y, bien entrada la noche llegó con un par de amigos músicos al bar La Fuente Azul. Había buena gente y un grupo de bohemios bebedores les pidieron que les animara el rato con algo del repertorio que interpretaban. La casa, de su autoría, La vieja Sara, de Escalona y Mis viejos de Poncho Zuleta, se escucharon alegrando el recinto.

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Después vinieron otros temas de música provinciana y agotado el repertorio, Carlos le ofreció al líder de los bebedores, algunos boleros o rancheras, pero el fulano le pidió con entusiasmo: “Oiga maestro, yo quiero es seguir oyendo música de esa que me ha tocado, así que si no sabe más, repítame las que ya tocó”, interrogándole a la vez: “¿de dónde es esa música?, ¿usted dónde nació?, ¡porque no es del Valle, del Magdalena ni de Bolívar!”; “Con mucho gusto le respondió Carlos: Yo soy del centro de La Guajira”.

Él había nacido por accidente en Dibulla, frente al mar Caribe, pero sus ancestros estaban en Distracción, de ahí su afirmación que puede llegar a confundir a alguien.

El repertorio fue repetido y con las luces del alba llegó la hora de la partida. En el camino a casa no dejaba de escuchar la voz del fulano recalcándole: “¡Usted no es del Valle, del Magdalena ni de Bolívar y se me antoja que sus cantares son de una tierra desconocida!“. Ésa noche al momento de conciliar el sueño ya la primera estrofa del canto bullía en su mente.

Una vez lista la canción fue madurada en parrandas, teniendo una gran resonancia y cuando llegó al acordeón de Luis Enrique, en 1973, año en que este conquistó la corona de Rey Vallenato, fue declarada la canción ganadora en este festival, según consta en el L.P. (long play –larga duración-) No. 2733 de la disquera Tropical de Barranquilla.

El término ‘cantor’ empleado por Carlos Huertas en su canto, designa aquel artista que canta por necesidad espiritual, diferente al cantante que tiene en esta actividad, su profesión y modus vivendi.

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La permanencia y frescura que a través del tiempo mantiene ‘El cantor de Fonseca’, le otorga la difícil categoría de clásico del vallenato, un modelo digno de imitar según lo reafirman los diferentes autores que dieron respuesta a esta obra, como fueron: Calixto Ochoa y El cantor de Valencia, Álvaro Cubas con El cantor del Valle y El cantor triunfante de Urbano Díaz, el hermano de Leandro.

JULIO OÑATE MARTÍNEZ/EL PILÓN