Ese ha sido el asunto con todo lo que lleva a la pantalla, que la gente se conecte a través de la emoción a esos temas esenciales de los que habla la ópera y allí su papel protagónico, pues la sencillez de sus explicaciones que aplastan lo convencional hace que cualquiera pase de oír a escuchar y a vibrar desde adentro.
Desde hace algunos meses y a propósito de los buenos oficios de mi amiga Odette Ferrer como gestora cultural, empecé a seguirle la pista a Ramón Gener y a su programa “Operando”, que ella misma empezó a enviarme a mi WhatsApp.
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Las explicaciones breves, entusiastas y cercanas del gran Gener sobre Beethoven, Tchaikovsky, De Falla, Wagner, Puccini, Verdi, si de música se trata o, su recorrido por el Prado, si hablamos de arte, para mencionar algunas ediciones, situaron de inmediato una idea que vine a constatar luego cuando me reuní por Skype, a la usanza de estos tiempos, con el propio Gener: la emoción es el origen del arte y desde allí cualquier persona puede ser tocada sin que medie absolutamente nada más. Este es el mensaje primario del español que no cesa de hacer proyectos.
Lo primero que le pregunté fue cómo llevaba estos días, una pregunta apenas para entrar en el terreno, no digo para romper el hielo porque es de una cercanía extraordinaria y se engancha con él rápidamente.
Me dijo que la estaba pasando estupendo porque tenía tiempo para terminar un proyecto editorial definitivo para él: una biografía sobre Beethoven. Supe de inmediato que no era un asunto biográfico estricto, porque de eso ya había mucho, sino “su Beethoven” y llamarlo así le produce una enorme alegría. Un libro que además será ilustrado por Fernando Vicente, dando paso a la creación colectiva, tan necesaria, donde espera mostrar el poder transformador de Beethoven, el evidente poder transformador de la Novena sinfonía que llevó, por ejemplo, a los manifestantes de Tiananmen a usarla como himno y barrera frente a los tanques de guerra que los rodeaban.
El encierro de ahora, entonces, le viene bien para escribir, para investigar, para escuchar música, para seguir estudiando piano, para centrarse sin mayores irrupciones en lo que siempre ha sido su mundo.
Desde los seis años fue al conservatorio. Su madre, empeñada como todas en pulir aquello que intuye es su hijo, no dejaba de hacerle escuchar toda la música: “Me despertaba con ‘La cabalgata’ de las valquirias de Wagner o con ‘La Boheme’”. Pero a los 11 años se rebela contra aquella educación, sale del conservatorio y así vive hasta los 18, por fuera de la música, hasta que llega a casa de la gran soprano catalana Victoria de los Ángeles, quien le pide que cante para ella.
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Ese es el momento en que “conscientemente me pongo a escuchar música y recupero toda la música que me hacía escuchar mi madre”. Este momento epifánico que lo convierte en el gran barítono que también es Gener, modifica de una vez y para siempre su vida.
Desde ahí ha llegado a la pantalla para hablar de su pasión. “This is Opera”, transmitido en muchos países, incluyendo el nuestro a través de Señal Colombia, ha provocado ese tipo de reacción que Ramón espera de quien lo ve, como de quien escucha música, así no sepa nada de ella: “Sentir y emocionarse, que es una capacidad que tiene cualquier persona en el mundo y para lo cual no requiere intelectualizar nada”.
Este ha sido el asunto con todo lo que lleva a la pantalla, que la gente se conecte a través de la emoción a esos temas esenciales de los que habla la ópera y allí su papel protagónico, pues la sencillez de sus explicaciones que aplastan lo convencional hace que cualquiera pase de oír a escuchar y a vibrar desde adentro.
No puede contener el malestar y la irritación que le produce esa idea de una música clásica, culta, endiosada que solo es apta para algunos y me habla de eso con gran vehemencia. Entiendo entonces que se ha puesto en la pantalla casi por una misión de compartir lo que sabe para acercar a cualquiera a los grandes maestros, a todos, en una suerte de eduteiment como le gusta llamarlo.
Finalmente le confieso que me han contado algo por ahí y que me gustaría saber en qué va ese proyecto. Le hablo de la música para una novela de García Márquez. Entonces ríe nerviosamente y me dice: “Sí, lo he pensado, quiero hacerlo, pero tal vez ya no va a poder ser porque soy un tipo muy naif y a mí todo me hace ilusión. Tengo tantos proyectos que ya están andando que simplemente no creo que alcance”.
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Luego me cuenta que en su panteón de dioses uno es el nobel colombiano, desde siempre, porque le resulta una fascinación la maestría del uso del lenguaje más allá de las historias y se da la vuelta en su escritorio para alcanzar de su biblioteca la novela. Entonces me lee la última frase de ‘El amor en los tiempos del cólera’: “-¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo?-le preguntó. Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches. –Toda la vida- dijo”.
Este final y toda la novela lo han hecho suspirar con la idea de un programa de reflexión a través de frases y momentos para encontrar la música que les podría corresponder y explicar con ella otras cosas de la obra de Gabo.
Mientras me cuenta ojea el libro, y encuentra el último tiquete con el que se embarcó a Colombia, seducido siempre por la maravilla del Caribe. Trato de persuadirlo, le digo que él haría el mejor trabajo con esa novela, pero la agenda que ya está planeada y andando no le va a dejar tiempo para Florentino y Fermina, dice con tremendo pesar. Ojalá cambie esa agenda. Tiene una sonrisa plácida y auténtica Gener, la sonrisa de la música.
Por María Angélica Pumarejo
Ese ha sido el asunto con todo lo que lleva a la pantalla, que la gente se conecte a través de la emoción a esos temas esenciales de los que habla la ópera y allí su papel protagónico, pues la sencillez de sus explicaciones que aplastan lo convencional hace que cualquiera pase de oír a escuchar y a vibrar desde adentro.
Desde hace algunos meses y a propósito de los buenos oficios de mi amiga Odette Ferrer como gestora cultural, empecé a seguirle la pista a Ramón Gener y a su programa “Operando”, que ella misma empezó a enviarme a mi WhatsApp.
Lee también: El piano y el vallenato, un noviazgo oculto
Las explicaciones breves, entusiastas y cercanas del gran Gener sobre Beethoven, Tchaikovsky, De Falla, Wagner, Puccini, Verdi, si de música se trata o, su recorrido por el Prado, si hablamos de arte, para mencionar algunas ediciones, situaron de inmediato una idea que vine a constatar luego cuando me reuní por Skype, a la usanza de estos tiempos, con el propio Gener: la emoción es el origen del arte y desde allí cualquier persona puede ser tocada sin que medie absolutamente nada más. Este es el mensaje primario del español que no cesa de hacer proyectos.
Lo primero que le pregunté fue cómo llevaba estos días, una pregunta apenas para entrar en el terreno, no digo para romper el hielo porque es de una cercanía extraordinaria y se engancha con él rápidamente.
Me dijo que la estaba pasando estupendo porque tenía tiempo para terminar un proyecto editorial definitivo para él: una biografía sobre Beethoven. Supe de inmediato que no era un asunto biográfico estricto, porque de eso ya había mucho, sino “su Beethoven” y llamarlo así le produce una enorme alegría. Un libro que además será ilustrado por Fernando Vicente, dando paso a la creación colectiva, tan necesaria, donde espera mostrar el poder transformador de Beethoven, el evidente poder transformador de la Novena sinfonía que llevó, por ejemplo, a los manifestantes de Tiananmen a usarla como himno y barrera frente a los tanques de guerra que los rodeaban.
El encierro de ahora, entonces, le viene bien para escribir, para investigar, para escuchar música, para seguir estudiando piano, para centrarse sin mayores irrupciones en lo que siempre ha sido su mundo.
Desde los seis años fue al conservatorio. Su madre, empeñada como todas en pulir aquello que intuye es su hijo, no dejaba de hacerle escuchar toda la música: “Me despertaba con ‘La cabalgata’ de las valquirias de Wagner o con ‘La Boheme’”. Pero a los 11 años se rebela contra aquella educación, sale del conservatorio y así vive hasta los 18, por fuera de la música, hasta que llega a casa de la gran soprano catalana Victoria de los Ángeles, quien le pide que cante para ella.
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Ese es el momento en que “conscientemente me pongo a escuchar música y recupero toda la música que me hacía escuchar mi madre”. Este momento epifánico que lo convierte en el gran barítono que también es Gener, modifica de una vez y para siempre su vida.
Desde ahí ha llegado a la pantalla para hablar de su pasión. “This is Opera”, transmitido en muchos países, incluyendo el nuestro a través de Señal Colombia, ha provocado ese tipo de reacción que Ramón espera de quien lo ve, como de quien escucha música, así no sepa nada de ella: “Sentir y emocionarse, que es una capacidad que tiene cualquier persona en el mundo y para lo cual no requiere intelectualizar nada”.
Este ha sido el asunto con todo lo que lleva a la pantalla, que la gente se conecte a través de la emoción a esos temas esenciales de los que habla la ópera y allí su papel protagónico, pues la sencillez de sus explicaciones que aplastan lo convencional hace que cualquiera pase de oír a escuchar y a vibrar desde adentro.
No puede contener el malestar y la irritación que le produce esa idea de una música clásica, culta, endiosada que solo es apta para algunos y me habla de eso con gran vehemencia. Entiendo entonces que se ha puesto en la pantalla casi por una misión de compartir lo que sabe para acercar a cualquiera a los grandes maestros, a todos, en una suerte de eduteiment como le gusta llamarlo.
Finalmente le confieso que me han contado algo por ahí y que me gustaría saber en qué va ese proyecto. Le hablo de la música para una novela de García Márquez. Entonces ríe nerviosamente y me dice: “Sí, lo he pensado, quiero hacerlo, pero tal vez ya no va a poder ser porque soy un tipo muy naif y a mí todo me hace ilusión. Tengo tantos proyectos que ya están andando que simplemente no creo que alcance”.
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Luego me cuenta que en su panteón de dioses uno es el nobel colombiano, desde siempre, porque le resulta una fascinación la maestría del uso del lenguaje más allá de las historias y se da la vuelta en su escritorio para alcanzar de su biblioteca la novela. Entonces me lee la última frase de ‘El amor en los tiempos del cólera’: “-¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo?-le preguntó. Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches. –Toda la vida- dijo”.
Este final y toda la novela lo han hecho suspirar con la idea de un programa de reflexión a través de frases y momentos para encontrar la música que les podría corresponder y explicar con ella otras cosas de la obra de Gabo.
Mientras me cuenta ojea el libro, y encuentra el último tiquete con el que se embarcó a Colombia, seducido siempre por la maravilla del Caribe. Trato de persuadirlo, le digo que él haría el mejor trabajo con esa novela, pero la agenda que ya está planeada y andando no le va a dejar tiempo para Florentino y Fermina, dice con tremendo pesar. Ojalá cambie esa agenda. Tiene una sonrisa plácida y auténtica Gener, la sonrisa de la música.
Por María Angélica Pumarejo