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Columnista - 5 enero, 2021

2021, el año de la esperanza

Pasado el tiempo de los balances, reflexiones y dedicado un capítulo especial para el desahogo del 2020, con todas sus supuestas enseñanzas y lo que nos dejó como fuerza en el ejercicio de la resiliencia, nos corresponde comenzar a proyectar metas, dejar fluir deseos de bienestar y buenos augurios para rey mundo y todo el mundo. Es necesario ponernos […]

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Pasado el tiempo de los balances, reflexiones y dedicado un capítulo especial para el desahogo del 2020, con todas sus supuestas enseñanzas y lo que nos dejó como fuerza en el ejercicio de la resiliencia, nos corresponde comenzar a proyectar metas, dejar fluir deseos de bienestar y buenos augurios para rey mundo y todo el mundo.

Es necesario ponernos serios con la responsabilidad que nos asiste en el tema de salud, con la pandemia y todo aquello que tiene que ver con este “malpechoso” virus.

El solo hecho de haber atravesado la línea del 31 de diciembre y que el año 2020 se haya acabado no significa que todo esté solucionado. De más está advertir que existen otros males que nos vienen asistiendo de manera especial y que vienen cargados de años anteriores; traen una historia triste de vieja data que nos tiene agobiados: la inseguridad, la corrupción, los huecos en las calles que mantienen a Valledupar en la clínica del descrédito; la incultura ciudadana, reflejada en el desorden de las vías; la violación a las normas de tránsito; el hacer y deshacer con Valledupar al antojo del foráneo o el nativo.

El despilfarro de miles de millones de pesos en obras públicas inconclusas, algunas otras que no sirven para nada y se llevan el bienestar hasta las nubes, inalcanzables, como la Casa en el aire de Escalona. Algo así.

Señor Mello Castro ponga orden en su casa; esperemos que esto no le quede grande y que su eslogan no sea más que una simple frase ilusoria.

Señor Luis Alberto Monsalvo, gobernador del departamento, demuestre que en esta oportunidad será mejor, sentimos una deuda que esperamos sea saldada en esta oportunidad, todo por ser optimistas en este nuevo periodo

Nos queda la espina del aumento salarial de los congresistas. Mientras se burlaban del paupérrimo aumento a la clase obrera, a ellos, a los padres de la patria, hay que cuidarles sus ingresos. ¿A alguien le queda alguna duda que aquí, en el país del sagrado corazón, los políticos nuestros solo están por sus intereses lucrativos, muy personales? ¿Y los demás? pues que cada uno se componga como pueda.

Los impuestos se desaparecen como por arte de magia; las nuevas tarifas de los peajes: un 3.8 % más que engrosa los bolsillos de las exclusivas familias que ofician como operadores de este lucrativo negocio. ¿Y las vías? bien gracias.

Es sin embargo este 2021, el año de la esperanza. Así lo hemos proclamado y nos asisten muchas razones: una de ellas es desterrar el egoísmo y con él la corrupción que nos mancilla, la indiferencia y ese individualismo crónico que nos asiste en el sentir que después de mí no hay nada más. Como dijera el papa Francisco, no solo se requiere la vacuna para contrarrestar la covid-19, necesitamos una vacuna igual para la intransigencia del corazón. Seguimos optimistas. Sólo Eso.

Columnista
5 enero, 2021

2021, el año de la esperanza

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Pasado el tiempo de los balances, reflexiones y dedicado un capítulo especial para el desahogo del 2020, con todas sus supuestas enseñanzas y lo que nos dejó como fuerza en el ejercicio de la resiliencia, nos corresponde comenzar a proyectar metas, dejar fluir deseos de bienestar y buenos augurios para rey mundo y todo el mundo. Es necesario ponernos […]


Pasado el tiempo de los balances, reflexiones y dedicado un capítulo especial para el desahogo del 2020, con todas sus supuestas enseñanzas y lo que nos dejó como fuerza en el ejercicio de la resiliencia, nos corresponde comenzar a proyectar metas, dejar fluir deseos de bienestar y buenos augurios para rey mundo y todo el mundo.

Es necesario ponernos serios con la responsabilidad que nos asiste en el tema de salud, con la pandemia y todo aquello que tiene que ver con este “malpechoso” virus.

El solo hecho de haber atravesado la línea del 31 de diciembre y que el año 2020 se haya acabado no significa que todo esté solucionado. De más está advertir que existen otros males que nos vienen asistiendo de manera especial y que vienen cargados de años anteriores; traen una historia triste de vieja data que nos tiene agobiados: la inseguridad, la corrupción, los huecos en las calles que mantienen a Valledupar en la clínica del descrédito; la incultura ciudadana, reflejada en el desorden de las vías; la violación a las normas de tránsito; el hacer y deshacer con Valledupar al antojo del foráneo o el nativo.

El despilfarro de miles de millones de pesos en obras públicas inconclusas, algunas otras que no sirven para nada y se llevan el bienestar hasta las nubes, inalcanzables, como la Casa en el aire de Escalona. Algo así.

Señor Mello Castro ponga orden en su casa; esperemos que esto no le quede grande y que su eslogan no sea más que una simple frase ilusoria.

Señor Luis Alberto Monsalvo, gobernador del departamento, demuestre que en esta oportunidad será mejor, sentimos una deuda que esperamos sea saldada en esta oportunidad, todo por ser optimistas en este nuevo periodo

Nos queda la espina del aumento salarial de los congresistas. Mientras se burlaban del paupérrimo aumento a la clase obrera, a ellos, a los padres de la patria, hay que cuidarles sus ingresos. ¿A alguien le queda alguna duda que aquí, en el país del sagrado corazón, los políticos nuestros solo están por sus intereses lucrativos, muy personales? ¿Y los demás? pues que cada uno se componga como pueda.

Los impuestos se desaparecen como por arte de magia; las nuevas tarifas de los peajes: un 3.8 % más que engrosa los bolsillos de las exclusivas familias que ofician como operadores de este lucrativo negocio. ¿Y las vías? bien gracias.

Es sin embargo este 2021, el año de la esperanza. Así lo hemos proclamado y nos asisten muchas razones: una de ellas es desterrar el egoísmo y con él la corrupción que nos mancilla, la indiferencia y ese individualismo crónico que nos asiste en el sentir que después de mí no hay nada más. Como dijera el papa Francisco, no solo se requiere la vacuna para contrarrestar la covid-19, necesitamos una vacuna igual para la intransigencia del corazón. Seguimos optimistas. Sólo Eso.