OPINIÓN

Viaje por el tiempo entre canto y poesía

Hoy, 12 de septiembre, la aurora se adentró en un rincón del alma colombiana. Aquel “Paisaje de sol” enardecido abrió sobre la tierra y, en el murmullo de los vientos, entre “Rumores de viejas voces”, se escucha la resonancia inmortal.

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Hoy, 12 de septiembre, la aurora se adentró en un rincón del alma colombiana. Aquel “Paisaje de sol” enardecido abrió sobre la tierra y, en el murmullo de los vientos, entre “Rumores de viejas voces”, se escucha la resonancia inmortal. Un día como hoy nació la lírica historia de un hombre entrañable, querido por todos: el maestro Gustavo Gutiérrez Cabello.

Desde La Paz, mi pueblo, me uno a esta fecha que la memoria convierte en celebración. Me inclino con gratitud y reverencia ante el poeta, el amigo, el colega, y evoco la travesía musical de mi paisano Jorge Oñate, “El Jilguero de América” (q. e. p. d.), intérprete predilecto y cómplice eterno de las canciones que nacieron del corazón de Gustavo.

A veces me pregunto: “Cómo pudo terminar” la grandeza de un hombre que partió en dos la historia del vallenato, para no seguir cantando las canciones de mi amigo Tavo. “No es mi culpa”, me respondió un día con serena “Inquietud”, sentado en el patio de su casa: “Que la violencia no nos llegue al Valle, porque ‘Valledupar tierra mía’ es la consentida de todos”.

“Ayayay”, “Sueña corazón”, “Mi nostalgia eres tú”.

“Te quiero porque te quiero” es sentir el palpitar eterno de un alma convertida en melodía. Y aunque el tiempo insista en que “Serás recuerdo lejano”, su esencia nunca fenece.

No “Lloraré”, porque un jilguero del cielo vino a decirme al oído “Vivo contento”, entonando “Morenita” junto al Padre celestial. Y yo, con humilde devoción, respondí: “Calma mi melancolía”. Y aunque muchos afirmen que “El amor no es duradero”, al maestro Gutiérrez le “Llegó un amor” para quedarse por siempre como “Cariño de madre”, que dibujó en nosotros un pentagrama inmortal.

En sus versos habita el tiempo; en sus canciones palpita la eternidad de quien un día regaló al mundo la sentencia: “El que esté golpeado por la vida que se enamore”. Y yo, como tantos, me atreví a dictarle al corazón: “Enamórate”.

Su legado es inmenso y luminoso: veintidós obras musicales, cada una tallada en letras de oro. Su nombre está inscrito, con justicia y amor, en la leyenda histórica del “Ruiseñor del Cesar”, como el creador que más canciones entregó a la voz inigualable de Jorge Oñate.

Hoy, el Romántico Gustavo Gutiérrez es motivo de júbilo. “El cariño de mi pueblo” se eleva en aplausos, agradeciendo el repertorio que trasciende en el tiempo y que nos conduce, una y otra vez, a la hondura de lo humano. Con emoción confiesa que Jorge Oñate fue el mejor intérprete de sus canciones, y con emoción aún mayor lo proclamamos nosotros: el vallenato encontró en ellos dos la conjunción perfecta entre canto y poesía.

Maestro Gustavo Gutiérrez, que Dios le conceda vida abundante y conserve su condición de ser “Sencillo y cariñoso” para que sus versos sigan iluminando caminos y su música siga abrazando almas. Porque en cada acorde suyo, el tiempo se detiene y la canción se convierte en plegaria, en memoria, en eternidad.

Feliz cumpleaños, maestro Gustavo Gutiérrez Cabello. Salud y vida para usted, que hizo del vallenato un viaje infinito entre el canto y la poesía.

Por: Naima Luz Cotes Gutiérrez.

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