José Manuel Aponte Martínez le ha hecho un gran homenaje a su pueblo, homenaje afincado en la vida de muchos que nacieron allí.
Es un libro de esos que en cada página encontramos un recuerdo y, en su todo, un asombro. Recuerdos de personajes tan cercanos que nunca se fueron de nuestros afectos; algunos mayores, otros, contemporáneos y, unos más, escuchados a los abuelos. Asombra la capacidad de meter a un pueblo en doscientas y más páginas, eso tiene ribetes épicos salidos de una mente genial, acuciosa, investigadora, la de José Manuel Aponte Martínez, que ha regalado a las letras su libro La Gesta Villanuevera en Colombia.
El autor, por mucho tiempo columnista de opinión, es heredero de la inteligencia de su padre el respetado ‘Chema’ Aponte, lector consuetudinario, profesor y de una rectitud a toda prueba, y de su madre la inolvidable Lucinda Martínez de Aponte, prima hermana de mi padre. En ese hogar y con sus inquietudes intelectuales José fue acumulando historias de vida de sus paisanos y los aconteceres de Villanueva, para luego vaciarlos en narraciones que lo llevaron a ser el columnista más leído del diario EL PILÓN.
El libro, que leí con fruición, tiene una estructura diseñada desde lo sencillo, sin figuras retóricas, ni términos rebuscado, su gracia se asienta en el lenguaje espontáneo, acorde con el tema villanuevero, aunque no se escapa de la nostalgia en la vida de personas que ya no están y la semblanza a Manaure del Cesar, una tierra a la que todos profesamos un gran cariño, allí, como el autor, pasé toda mi niñez en la época de los jardines cuajados de flores multicolores y la admiración por los cerros que tocaban el cielo.
Separar un libro de la vida del autor es tarea imposible, siempre queda en sus palabras, en sus descripciones, eso que tanto se nombra: el alter ego. José Aponte deja mucho de su sentir en el texto, tanto que al dedicármelo me dice: “Tú sabes los sacrificios que se hacen para sacar adelante un libro”; sí, son muchos, desde cuando surge la idea de hacerlo ya comienza el trabajo, en las noches, en cualquier hora, está ahí el proyecto presente hasta cuando se sienta el autor a escribirlo, esa parte difícil de llevar el ritmo narrativo, de buscar la palabra precisa y de luchar con los personajes que toman vida propia y quieren salirse con las suyas.
Este no es un libro plenamente literario, el doctor Marcelo Calderón lo califica de ensayo, y lo es; sobre la historia de la gente de un pueblo y sus realizaciones. El autor le da otra connotación: una gesta, que no es otra cosa fuera de un conjunto de hechos y de personas que han enfrentado lo que les toca sortear en la vida para salir adelante. Yo agrego que es el libro que faltaba para los que nacimos o tienen alguna influencia de Villanueva, es el libro que vamos a consultar sobre alguien que se nos ha escapado de la memoria y queremos recordar su vida. Es además, un libro amoroso, porque se necesita albergar mucho amor por la tierra natal para escribirle un libro de la envergadura del que acaba de presentar José Manuel Aponte Martínez.
No hay lirismo en el libro, pero sí pinceladas románticas cuando describe lo que caracteriza a los hijos de Villanueva: simpatía convincente, trabajo apasionado; compadrazgo sano; empresas peligrosas que sacan adelante, y si las pierden no se rinden; la música folclórica, en fin, ser villanuevero, según lo que se saca por conclusión en el libro que comento, es tener el alma abierta a la vida son sus alegrías o avatares.
José Manuel Aponte Martínez le ha hecho un gran homenaje a su pueblo, homenaje afincado en la vida de muchos que nacieron allí, crecieron y formaron hogares, otros se fueron por Colombia, ahí está el leitmotiv del libro, para con sus acciones y trabajos decir: ¡vengo de un pueblo en el que la hermandad es el sentido de la vida!
POR Mary Daza Orozco – Escritora y periodista / ESPECIAL PARA EL PILÓN
José Manuel Aponte Martínez le ha hecho un gran homenaje a su pueblo, homenaje afincado en la vida de muchos que nacieron allí.
Es un libro de esos que en cada página encontramos un recuerdo y, en su todo, un asombro. Recuerdos de personajes tan cercanos que nunca se fueron de nuestros afectos; algunos mayores, otros, contemporáneos y, unos más, escuchados a los abuelos. Asombra la capacidad de meter a un pueblo en doscientas y más páginas, eso tiene ribetes épicos salidos de una mente genial, acuciosa, investigadora, la de José Manuel Aponte Martínez, que ha regalado a las letras su libro La Gesta Villanuevera en Colombia.
El autor, por mucho tiempo columnista de opinión, es heredero de la inteligencia de su padre el respetado ‘Chema’ Aponte, lector consuetudinario, profesor y de una rectitud a toda prueba, y de su madre la inolvidable Lucinda Martínez de Aponte, prima hermana de mi padre. En ese hogar y con sus inquietudes intelectuales José fue acumulando historias de vida de sus paisanos y los aconteceres de Villanueva, para luego vaciarlos en narraciones que lo llevaron a ser el columnista más leído del diario EL PILÓN.
El libro, que leí con fruición, tiene una estructura diseñada desde lo sencillo, sin figuras retóricas, ni términos rebuscado, su gracia se asienta en el lenguaje espontáneo, acorde con el tema villanuevero, aunque no se escapa de la nostalgia en la vida de personas que ya no están y la semblanza a Manaure del Cesar, una tierra a la que todos profesamos un gran cariño, allí, como el autor, pasé toda mi niñez en la época de los jardines cuajados de flores multicolores y la admiración por los cerros que tocaban el cielo.
Separar un libro de la vida del autor es tarea imposible, siempre queda en sus palabras, en sus descripciones, eso que tanto se nombra: el alter ego. José Aponte deja mucho de su sentir en el texto, tanto que al dedicármelo me dice: “Tú sabes los sacrificios que se hacen para sacar adelante un libro”; sí, son muchos, desde cuando surge la idea de hacerlo ya comienza el trabajo, en las noches, en cualquier hora, está ahí el proyecto presente hasta cuando se sienta el autor a escribirlo, esa parte difícil de llevar el ritmo narrativo, de buscar la palabra precisa y de luchar con los personajes que toman vida propia y quieren salirse con las suyas.
Este no es un libro plenamente literario, el doctor Marcelo Calderón lo califica de ensayo, y lo es; sobre la historia de la gente de un pueblo y sus realizaciones. El autor le da otra connotación: una gesta, que no es otra cosa fuera de un conjunto de hechos y de personas que han enfrentado lo que les toca sortear en la vida para salir adelante. Yo agrego que es el libro que faltaba para los que nacimos o tienen alguna influencia de Villanueva, es el libro que vamos a consultar sobre alguien que se nos ha escapado de la memoria y queremos recordar su vida. Es además, un libro amoroso, porque se necesita albergar mucho amor por la tierra natal para escribirle un libro de la envergadura del que acaba de presentar José Manuel Aponte Martínez.
No hay lirismo en el libro, pero sí pinceladas románticas cuando describe lo que caracteriza a los hijos de Villanueva: simpatía convincente, trabajo apasionado; compadrazgo sano; empresas peligrosas que sacan adelante, y si las pierden no se rinden; la música folclórica, en fin, ser villanuevero, según lo que se saca por conclusión en el libro que comento, es tener el alma abierta a la vida son sus alegrías o avatares.
José Manuel Aponte Martínez le ha hecho un gran homenaje a su pueblo, homenaje afincado en la vida de muchos que nacieron allí, crecieron y formaron hogares, otros se fueron por Colombia, ahí está el leitmotiv del libro, para con sus acciones y trabajos decir: ¡vengo de un pueblo en el que la hermandad es el sentido de la vida!
POR Mary Daza Orozco – Escritora y periodista / ESPECIAL PARA EL PILÓN