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Leer es nuestro cuento - 7 agosto, 2019

Una amistad inolvidable

Desde la muerte de mi amiga Crista trato de culpar a otros, pero el verdadero culpable soy yo.

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César Carmona Molina

Desde la muerte de mi amiga Crista trato de culpar a otros, pero el verdadero culpable soy yo.

Cuando mis padres se divorciaron me sentí muy triste, me mudé a Valledupar, allí conocí a Crista, una niña con una mirada inocente. Ella me presentó a sus padres quienes me recibieron como si fuera de su familia y eso me hizo sentir muy bien.

Crista me invitó a un lugar que ella llamaba su mundo de fantasía, ese lugar la hacía olvidar sus preocupaciones y tristezas. Cuando llegamos me dijo: “Debemos cruzar por ese pedazo de tronco”. En verdad era una prueba difícil, aquel tronco estaba viejo y casi derrumbándose. Yo atravesé el tronco y casi me caigo, y Crista se burló de mí.

En el colegio, la maestra me invitó a una excursión en un museo, solo necesitaba la autorización de mi padre. Pero al llegar a casa él estaba tomado, le pedí el permiso y firmó sin leer nada.

Al salir vi a Crista, pero la maestra estaba apurándome y no alcance a despedirme. En el museo, tampoco pensé en ella.

Al regresar mi padre estaba furioso, “¿Dónde estabas?” Me preguntó, y exclamó “¡me tenías preocupado!, pensé que habías muerto”. Llorando me dijo mi padre algo muy devastador para mí, Crista había muerto al caer de un tronco y golpearse la cabeza. En ese momento quedé inmóvil y sentí un dolor en mi pecho que me ahogaba.

Al día siguiente, en el entierro, la maestra estaba allí, me le acerqué y le dije: “La próxima vez invitamos a Crista al museo”. Aún no podía creer que mi amiga ya no estaba. Culpé a mi padre por darme ese permiso, a mi maestra por no dejarme despedirme; me sentía culpable, me acerqué a la tumba y le dije: “Perdóname por no estar ahí contigo”; me retiré y los padres de Crista me dieron una carta que ella había dejado para mí el mismo día que murió, abrí la carta y con profundo dolor empecé a leer.

“David, te fuiste y no te despediste, pero no tengo resentimientos por eso, gracias por ser el mejor amigo. Si algún día me voy quiero dejarte mis pinturas para que te quede una parte de mí y pase lo que pase sigue adelante y no te sientas culpable por lo que pueda pasar, porque de ti aprendí a tener una amistad inolvidable. Gracias. Atentamente, tu amiga Crista.”  

Autor: Cesar Jesith Carmona Molina – I.E. Villa Corelca.

Leer es nuestro cuento
7 agosto, 2019

Una amistad inolvidable

Desde la muerte de mi amiga Crista trato de culpar a otros, pero el verdadero culpable soy yo.


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César Carmona Molina

Desde la muerte de mi amiga Crista trato de culpar a otros, pero el verdadero culpable soy yo.

Cuando mis padres se divorciaron me sentí muy triste, me mudé a Valledupar, allí conocí a Crista, una niña con una mirada inocente. Ella me presentó a sus padres quienes me recibieron como si fuera de su familia y eso me hizo sentir muy bien.

Crista me invitó a un lugar que ella llamaba su mundo de fantasía, ese lugar la hacía olvidar sus preocupaciones y tristezas. Cuando llegamos me dijo: “Debemos cruzar por ese pedazo de tronco”. En verdad era una prueba difícil, aquel tronco estaba viejo y casi derrumbándose. Yo atravesé el tronco y casi me caigo, y Crista se burló de mí.

En el colegio, la maestra me invitó a una excursión en un museo, solo necesitaba la autorización de mi padre. Pero al llegar a casa él estaba tomado, le pedí el permiso y firmó sin leer nada.

Al salir vi a Crista, pero la maestra estaba apurándome y no alcance a despedirme. En el museo, tampoco pensé en ella.

Al regresar mi padre estaba furioso, “¿Dónde estabas?” Me preguntó, y exclamó “¡me tenías preocupado!, pensé que habías muerto”. Llorando me dijo mi padre algo muy devastador para mí, Crista había muerto al caer de un tronco y golpearse la cabeza. En ese momento quedé inmóvil y sentí un dolor en mi pecho que me ahogaba.

Al día siguiente, en el entierro, la maestra estaba allí, me le acerqué y le dije: “La próxima vez invitamos a Crista al museo”. Aún no podía creer que mi amiga ya no estaba. Culpé a mi padre por darme ese permiso, a mi maestra por no dejarme despedirme; me sentía culpable, me acerqué a la tumba y le dije: “Perdóname por no estar ahí contigo”; me retiré y los padres de Crista me dieron una carta que ella había dejado para mí el mismo día que murió, abrí la carta y con profundo dolor empecé a leer.

“David, te fuiste y no te despediste, pero no tengo resentimientos por eso, gracias por ser el mejor amigo. Si algún día me voy quiero dejarte mis pinturas para que te quede una parte de mí y pase lo que pase sigue adelante y no te sientas culpable por lo que pueda pasar, porque de ti aprendí a tener una amistad inolvidable. Gracias. Atentamente, tu amiga Crista.”  

Autor: Cesar Jesith Carmona Molina – I.E. Villa Corelca.