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Leer es nuestro cuento - 2 agosto, 2019

Triste aniversario

Soplaban ráfagas de viento, las hojas caídas de los árboles corrían agitándose como intentando adherirse nuevamente a ellos.

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GUSTAVO ANDRES PIMIENTA EPINAYU

Soplaban ráfagas de viento, las hojas caídas de los árboles corrían agitándose como intentando adherirse nuevamente a ellos. Aquel día, Carlos y Jennifer se despertaron más  temprano de lo normal, cada uno tenía propósitos distintos para el día, Jennifer había estado planeando una sorpresa para Carlos y él por su parte pensaba en la cotidianidad y monotonía del trabajo.

La noche anterior, Jennifer salió con un amigo a preparar la sorpresa para Carlos, dirigiéndose al cuarto de hotel donde pasaría la noche con su marido, por lo que llegó muy tarde a casa. Carlos salió a trabajar, pero Jennifer continuó con los preparativos.

En el trabajo, escuchó rumores, pero le fue indiferente, al ser mediodía regresó a casa, encontró la comida servida y se sentó a la mesa. Jennifer, se dio cuenta de su llegada y salió a su encuentro, en el momento se sintió un silencio, solo se escuchaban los tenedores chocar contra los platos y el ¡Tic, Tac! del reloj.

Al regresar Carlos al trabajo, se enteró que Jennifer estuvo la noche anterior en un hotel con un hombre, su corazón se retorció como hierro que se funde.     

Carlos, estando ya en casa e iracundo entró a su cuarto aun oscuro y se dirigió hacia un gran ropero, de la gaveta sacó un arma y se sentó en la cama, luego llamó a su mujer, al sentirla cercana y sin mediar palabra Carlos le apuntó y disparó.

Jennifer, perdió las fuerzas y se desplomó, en sus ojos se notaba gran incomprensión, mientras su alma se desprendía lentamente de su cuerpo, sus ojos le hicieron compañía a la triste y fría oscuridad.

Su mente solo pudo decirse a sí misma: “¿Por qué?”. Él, al verla agonizante se plañó de lo ocurrido y un lamento se adueñó de su ser, perdió control de su cuerpo y sus manos empuñadas chocaron una y otra vez sobre su pecho, se llevó el arma a la boca y frente a él pasó resumida su vida en un abrir y cerrar de ojos. Su mano, tiró del gatillo y la bala salió disparada siguiendo su curso sin ser detenida.                 

Siendo las 11:45 de la noche, del cuarto día del décimo mes del año de 1985, mientras llovía torrencialmente, los cuerpos de Carlos y Jennifer yacían en el piso de su habitación. Pronto celebrarían su primer aniversario.

Por: Gustavo Andrés Pimienta – Colegio Técnico Upar.

Leer es nuestro cuento
2 agosto, 2019

Triste aniversario

Soplaban ráfagas de viento, las hojas caídas de los árboles corrían agitándose como intentando adherirse nuevamente a ellos.


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GUSTAVO ANDRES PIMIENTA EPINAYU

Soplaban ráfagas de viento, las hojas caídas de los árboles corrían agitándose como intentando adherirse nuevamente a ellos. Aquel día, Carlos y Jennifer se despertaron más  temprano de lo normal, cada uno tenía propósitos distintos para el día, Jennifer había estado planeando una sorpresa para Carlos y él por su parte pensaba en la cotidianidad y monotonía del trabajo.

La noche anterior, Jennifer salió con un amigo a preparar la sorpresa para Carlos, dirigiéndose al cuarto de hotel donde pasaría la noche con su marido, por lo que llegó muy tarde a casa. Carlos salió a trabajar, pero Jennifer continuó con los preparativos.

En el trabajo, escuchó rumores, pero le fue indiferente, al ser mediodía regresó a casa, encontró la comida servida y se sentó a la mesa. Jennifer, se dio cuenta de su llegada y salió a su encuentro, en el momento se sintió un silencio, solo se escuchaban los tenedores chocar contra los platos y el ¡Tic, Tac! del reloj.

Al regresar Carlos al trabajo, se enteró que Jennifer estuvo la noche anterior en un hotel con un hombre, su corazón se retorció como hierro que se funde.     

Carlos, estando ya en casa e iracundo entró a su cuarto aun oscuro y se dirigió hacia un gran ropero, de la gaveta sacó un arma y se sentó en la cama, luego llamó a su mujer, al sentirla cercana y sin mediar palabra Carlos le apuntó y disparó.

Jennifer, perdió las fuerzas y se desplomó, en sus ojos se notaba gran incomprensión, mientras su alma se desprendía lentamente de su cuerpo, sus ojos le hicieron compañía a la triste y fría oscuridad.

Su mente solo pudo decirse a sí misma: “¿Por qué?”. Él, al verla agonizante se plañó de lo ocurrido y un lamento se adueñó de su ser, perdió control de su cuerpo y sus manos empuñadas chocaron una y otra vez sobre su pecho, se llevó el arma a la boca y frente a él pasó resumida su vida en un abrir y cerrar de ojos. Su mano, tiró del gatillo y la bala salió disparada siguiendo su curso sin ser detenida.                 

Siendo las 11:45 de la noche, del cuarto día del décimo mes del año de 1985, mientras llovía torrencialmente, los cuerpos de Carlos y Jennifer yacían en el piso de su habitación. Pronto celebrarían su primer aniversario.

Por: Gustavo Andrés Pimienta – Colegio Técnico Upar.