Los Habitantes de la invasión Tierra Prometida anhelan tener casa propia de las que el Gobierno Nacional y la Alcaldía han venido entregando en los últimos años.
Todos llegaron de partes distintas y por motivos diferentes, pero hoy el propósito es el mismo: tener una casa propia. Muchos vinieron del sur del Cesar, otros abandonaron sus fincas por temor a ser asesinados, pero llegaron a la que creen su tierra prometida, en donde buscaban la tranquilidad que les despojaron de sus lugares de origen los grupos al margen de la ley.
Desde entonces 30 hectáreas de tierra al sur de Valledupar se fueron poblando ilegalmente y hoy en este predio viven cerca de 3 mil familias, que esperan ser incluidas en los proyectos de vivienda de interés social del Estado y la Alcaldía Municipal.
La realidad de la invasión Tierra Prometida hoy, es similar a la de las otras invasiones de Valledupar, puesto que paulatinamente han ido desarrollando actividades propias de una vida “normal”,como levantar una vivienda de material o montar una tienda en una casa de barro.
Tienen la energía que obtienen de los transformadores de otros barrios y agua traída mediante tuberías improvisadas, desde el barrio Nuevo Milenio, que también fue una invasión.
Pero a pesar de que las esperanzas de quedarse o salir de ese predio, no son muy claras, se organizaron por manzanas y dejaron áreas de cesión, como la principal en la entrada a la invasión en donde hoy está ubicado un circo pequeño que va de paso.
Las familias se han aferrado a la tierra ajena y de ella no pretende salir sin compromisos de los gobiernos; tal es el caso de Martha Figueroa, líder de la invasión que ha organizado marchas, encuentros, y solicitado audiencia al alcalde y al gobernador.
“De ellos esperamos ayuda. Aquí hay muchas personas desempleadas, niños que no están en los programas de Bienestar Familiar aunque ellos nos acompañan y en cuanto a vivienda aun no nos han dicho nada y estamos a la espera, cualquier cosa sería una sorpresa”, dijo la líder comunal.
La guerra por la vida
Casos como el de Martha Quiroz, de las primeras invasoras de Tierra Prometida, quien una vez llego desplazada por la violencia en Curumaní, Cesar, empezó un nuevo comienzo, y cuando se le pregunta qué le dio confianza para levantar una tienda en terrenos ajenos, ella responde: “las esperanzas, el futuro, venimos de zona roja, dejamos parcela y casa abandonadas por allá, mi esposo y seis hijos que cuando salimos, eran menores de edad”.
En 1999, a Martha Quiroz se le presentó un parto en el que casi se desangra y por esta razón su esposo tuvo que solicitar ayuda a un batallón del Ejército Nacional para conseguir sangre. “A él lo relacionaron con las fuerzas armadas, y fueron a buscarlo a la parcela para matarlo.
Para la guerrilla eso se llamaba ser sapo”, dijo Martha, y agregó que, “tenemos como demostrarle al gobierno que somos desplazados pero no hicimos carta de desplazados, simplemente porque a nosotros nos gusta trabajar, guerrearnos la vida.
Reparadores de la invasión
Rafael Antonio saca la tierra de donde puede y con agua, una pala y un balde, repara viviendas de barro a donde se lo soliciten, dentro de la invasión Tierra Prometida, lugar al que llegó hace tres meses porque donde vivía, ya no podía seguir pagando arriendo.
“No tenemos para dónde coger, ni conque pagar arriendo y sin trabajo, a la vista está que aquí me ve sentado. Antes estaba arrendado y esto fue para mí una opción. Yo arreglo una casa de barro o de palito, total es que las personas se sientan viviendo bien”, dijo Rafael.
El futuro de Tierra Prometida
El Alcalde de Valledupar Fredys Socarrás Reales, aseguró que en la comuna tres, en donde está ubicada la invasión Tierra Prometida, hay una población aproximada de 70 mil habitantes, sector que presenta un alto nivel de pobreza.
“La realidad de Tierra Prometida es que al final tendrá que desalojarse y cumplir el mandato constitucional de la Corte, aspiramos a que esa población pueda seguirse beneficiando de esas viviendas gratuitas”, dijo el Alcalde.
El Fondo de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana de Valledupar, Fonvisocial, caracterizó la población habitante de la invasión. “El alcalde hizo una entrega a la Red Unidos y a Anspe, de todos los censos de las invasiones, y se lograron identificar un gran número de familias que hoy están inscritas en la red, estando inscritos en esas listas, tienen una gran posibilidad de acceder a subsidios de vivienda”, dijo D´angela Maestre, gerente de Fonvisocial.
Fonvisocial ha manifestado que la idea en estos territorios invadidos es que no vuelvan a reinvadirse, tarea difícil en una ciudad con déficit habitacional, situación que hasta ahora se viene solucionando, sin embargo, estos subsidios de vivienda no se vienen aplicando a un grupo poblacional especifico, sino en población dispersa que está en los censos del Estado.
Intervención a los hogares
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Icbf, viene realizando una campaña poblaciones como Tierra Prometida, en donde se intervienen las familias, para identificar factores de riesgo para el núcleo y principalmente los niños.
“El objetivo nuestro es mejorar la convivencia en familia, y detectar los factores de riesgo tales como prostitución, maltrato, violencia sexual, drogadicción, estos sitios son escogidos mediante la bases de datos de la Red Unidos y en estos hogares observamos de qué manera viven las familias, se realizan talleres de acuerdo a lo que se identifique”, dijo Liliana García, Psicóloga del programa.
El proyecto que se perdió
Un proyecto de vivienda se perdió en Tierra Prometida en el año 2012; consistía en la construcción de viviendas en el mismo predio, propiedad de Oscar Bonilla Guerra, en el que la Gobernación del Cesar cofinanciaría los recursos para la edificación de 2 mil casas.
Sin embargo, la comunidad debía desalojar la mitad del terreno para que el proyecto avanzara, situación que no se dio por la desconfianza de los invasores. Ellos denunciaron falta de acompañamiento institucional para tener garantías en cuanto despejaran la tierra.
En la Invasión Tierra Prometida se han levantado tiendas, misceláneas, ventas de comida, peluquería y otros negocios informales, sin legalidad comercial, que demuestran un afán de desarrollo económico.
Por Andrés Llamas Nova
[email protected]
Los Habitantes de la invasión Tierra Prometida anhelan tener casa propia de las que el Gobierno Nacional y la Alcaldía han venido entregando en los últimos años.
Todos llegaron de partes distintas y por motivos diferentes, pero hoy el propósito es el mismo: tener una casa propia. Muchos vinieron del sur del Cesar, otros abandonaron sus fincas por temor a ser asesinados, pero llegaron a la que creen su tierra prometida, en donde buscaban la tranquilidad que les despojaron de sus lugares de origen los grupos al margen de la ley.
Desde entonces 30 hectáreas de tierra al sur de Valledupar se fueron poblando ilegalmente y hoy en este predio viven cerca de 3 mil familias, que esperan ser incluidas en los proyectos de vivienda de interés social del Estado y la Alcaldía Municipal.
La realidad de la invasión Tierra Prometida hoy, es similar a la de las otras invasiones de Valledupar, puesto que paulatinamente han ido desarrollando actividades propias de una vida “normal”,como levantar una vivienda de material o montar una tienda en una casa de barro.
Tienen la energía que obtienen de los transformadores de otros barrios y agua traída mediante tuberías improvisadas, desde el barrio Nuevo Milenio, que también fue una invasión.
Pero a pesar de que las esperanzas de quedarse o salir de ese predio, no son muy claras, se organizaron por manzanas y dejaron áreas de cesión, como la principal en la entrada a la invasión en donde hoy está ubicado un circo pequeño que va de paso.
Las familias se han aferrado a la tierra ajena y de ella no pretende salir sin compromisos de los gobiernos; tal es el caso de Martha Figueroa, líder de la invasión que ha organizado marchas, encuentros, y solicitado audiencia al alcalde y al gobernador.
“De ellos esperamos ayuda. Aquí hay muchas personas desempleadas, niños que no están en los programas de Bienestar Familiar aunque ellos nos acompañan y en cuanto a vivienda aun no nos han dicho nada y estamos a la espera, cualquier cosa sería una sorpresa”, dijo la líder comunal.
La guerra por la vida
Casos como el de Martha Quiroz, de las primeras invasoras de Tierra Prometida, quien una vez llego desplazada por la violencia en Curumaní, Cesar, empezó un nuevo comienzo, y cuando se le pregunta qué le dio confianza para levantar una tienda en terrenos ajenos, ella responde: “las esperanzas, el futuro, venimos de zona roja, dejamos parcela y casa abandonadas por allá, mi esposo y seis hijos que cuando salimos, eran menores de edad”.
En 1999, a Martha Quiroz se le presentó un parto en el que casi se desangra y por esta razón su esposo tuvo que solicitar ayuda a un batallón del Ejército Nacional para conseguir sangre. “A él lo relacionaron con las fuerzas armadas, y fueron a buscarlo a la parcela para matarlo.
Para la guerrilla eso se llamaba ser sapo”, dijo Martha, y agregó que, “tenemos como demostrarle al gobierno que somos desplazados pero no hicimos carta de desplazados, simplemente porque a nosotros nos gusta trabajar, guerrearnos la vida.
Reparadores de la invasión
Rafael Antonio saca la tierra de donde puede y con agua, una pala y un balde, repara viviendas de barro a donde se lo soliciten, dentro de la invasión Tierra Prometida, lugar al que llegó hace tres meses porque donde vivía, ya no podía seguir pagando arriendo.
“No tenemos para dónde coger, ni conque pagar arriendo y sin trabajo, a la vista está que aquí me ve sentado. Antes estaba arrendado y esto fue para mí una opción. Yo arreglo una casa de barro o de palito, total es que las personas se sientan viviendo bien”, dijo Rafael.
El futuro de Tierra Prometida
El Alcalde de Valledupar Fredys Socarrás Reales, aseguró que en la comuna tres, en donde está ubicada la invasión Tierra Prometida, hay una población aproximada de 70 mil habitantes, sector que presenta un alto nivel de pobreza.
“La realidad de Tierra Prometida es que al final tendrá que desalojarse y cumplir el mandato constitucional de la Corte, aspiramos a que esa población pueda seguirse beneficiando de esas viviendas gratuitas”, dijo el Alcalde.
El Fondo de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana de Valledupar, Fonvisocial, caracterizó la población habitante de la invasión. “El alcalde hizo una entrega a la Red Unidos y a Anspe, de todos los censos de las invasiones, y se lograron identificar un gran número de familias que hoy están inscritas en la red, estando inscritos en esas listas, tienen una gran posibilidad de acceder a subsidios de vivienda”, dijo D´angela Maestre, gerente de Fonvisocial.
Fonvisocial ha manifestado que la idea en estos territorios invadidos es que no vuelvan a reinvadirse, tarea difícil en una ciudad con déficit habitacional, situación que hasta ahora se viene solucionando, sin embargo, estos subsidios de vivienda no se vienen aplicando a un grupo poblacional especifico, sino en población dispersa que está en los censos del Estado.
Intervención a los hogares
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Icbf, viene realizando una campaña poblaciones como Tierra Prometida, en donde se intervienen las familias, para identificar factores de riesgo para el núcleo y principalmente los niños.
“El objetivo nuestro es mejorar la convivencia en familia, y detectar los factores de riesgo tales como prostitución, maltrato, violencia sexual, drogadicción, estos sitios son escogidos mediante la bases de datos de la Red Unidos y en estos hogares observamos de qué manera viven las familias, se realizan talleres de acuerdo a lo que se identifique”, dijo Liliana García, Psicóloga del programa.
El proyecto que se perdió
Un proyecto de vivienda se perdió en Tierra Prometida en el año 2012; consistía en la construcción de viviendas en el mismo predio, propiedad de Oscar Bonilla Guerra, en el que la Gobernación del Cesar cofinanciaría los recursos para la edificación de 2 mil casas.
Sin embargo, la comunidad debía desalojar la mitad del terreno para que el proyecto avanzara, situación que no se dio por la desconfianza de los invasores. Ellos denunciaron falta de acompañamiento institucional para tener garantías en cuanto despejaran la tierra.
En la Invasión Tierra Prometida se han levantado tiendas, misceláneas, ventas de comida, peluquería y otros negocios informales, sin legalidad comercial, que demuestran un afán de desarrollo económico.
Por Andrés Llamas Nova
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