Hasta ese momento todo era tranquilidad, alegría y el amor fluctuaba en aquel lugar, llegando al instante de darse el beso, considerado el silencio más maravilloso del mundo, que ellos compartieron con amplias sonrisas delatando su felicidad.
Naileth era cercana a la pareja de esposos, pues asistían a la misma iglesia en Valledupar, por eso participaba en el matrimonio como una de las damas de honor.