Andaba bien mal, cuando sonó la llamada que me propuso dirigir el club de lectura para jóvenes del Banco de La República de Valledupar. El anterior director se mudó a Cartagena y el puesto quedó vacante, así que sin preguntar acepté.
Los niños no tienen dónde divertirse, porque los juegos están dañados y temen que se los lleven los mototaxistas que ocupan el área.