Un día llevaron a Rasputín a tomar té con los soberanos. Causó un buen impacto con su charla salpicada de citas bíblicas y premoniciones confusas. Aferrados a cualquier esperanza divina y humana, no lo tomaron por charlatán. En 1907, una hemorragia del Zarévich desespera a los médicos rusos y franceses que estaban a la cabecera del enfermo. La zarina hace comparecer a Rasputín quien ora junto al lecho del príncipe. La hemorragia se detuvo.