Lucas Daza, esposo de mi tía Tota, trabajaba al servicio del Estado en las instalaciones de la Zona de Carreteras; era fácil verlo ocultar su escasa cabellera con una gorra a cuadro que acomodaba sutilmente encima de sus lentes, como de costumbre en horas de la tarde se desocupaba muy temprano y perentoriamente se desplazaba hasta su casa en su Renault 12 azul, a reír a carcajadas en la tertulia improvisada a escuchar las ocurrencias de Rodrigo Medina Morón a quien nada se le escapaba.