Un total de 38 Personas Privadas de la Libertad (PPL) del Establecimiento Penitenciario de Alta y Mediana Seguridad de Valledupar, conocido como La Tramacúa, recibieron este viernes 5 de diciembre su grado de bachiller académico, una meta alcanzada gracias al Centro Educativo Paulo Freire, que opera dentro del penal bajo el modelo de educación básica, media y técnica para la reintegración social.
La ceremonia, cargada de emoción y simbolismo, representa uno de los pilares de la misión del INPEC: garantizar el derecho a la educación y promover procesos de resocialización reales.
Educación como ruta para reconstruir proyectos de vida
El director del centro penitenciario, mayor Carlos Yesid Molina Chaparro, destacó el compromiso de los internos y de sus familias en este proceso formativo: “Hoy estamos graduando personas privadas de la libertad que mantienen la intención de seguir adelante. Esto es un esfuerzo conjunto con sus familias. Aquí tenemos convenios con diversas universidades; quienes se gradúan pueden continuar sus estudios superiores. Ya contamos con 15 PPL estudiando administración de empresas”, señaló.
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Entre los graduados se encuentra Alexander Antonio Ríos Aguirre, quien obtuvo el mejor puntaje del Icfes dentro del establecimiento. Con humildad, expresó: “Se siente uno útil para la sociedad. Ya no somos lo que algunos dicen. Estamos resocializándonos y gracias al Inpec y a los profesores podemos terminar nuestro bachillerato”.
“Quiero una vida diferente”: testimonio de un interno que lleva 12 años privado de la libertad
Otra de las voces que marcaron la ceremonia fue la de Jesús Pérez, quien lleva 12 años cumpliendo una condena por homicidio. Para él, obtener este título es un paso hacia la reconciliación y la transformación personal.
“Me siento bien con este logro, es un propósito más en la vida. Mi familia está orgullosa porque me estoy resocializando. Quiero un cambio, nuevos propósitos, salir de aquí y trabajar. Ver a mis hijas, reconciliarme con ellas, aunque el tiempo no se recupera”, dijo.
Con sinceridad, reconoció el error que lo llevó a prisión y envió un mensaje a los jóvenes: “Cometí un delito que no debí cometer. Estoy pagando 40 años. Llevo 12 y no volveré a cometer el mismo error. Mi mensaje es claro: no a las drogas, no al mal camino. Estudien, esfuércense para ser alguien en la vida”.
Un paso más hacia la reinserción
Estos 38 grados, más que un diploma, representan una oportunidad para reconstruir historias y demostrar que la educación sigue siendo una herramienta fundamental para que los internos puedan proyectarse en libertad y aportar positivamente a la sociedad.












