En una noche de muchas estrellas y una luna muy brillante, las mejores amigas Amaris y Ayla estaban de pijamada, a ellas les encantaba ver la luna, decían que su brillo era hermoso y que durante la noche las alumbraba.
En una noche de muchas estrellas y una luna muy brillante, las mejores amigas Amaris y Ayla estaban de pijamada, a ellas les encantaba ver la luna, decían que su brillo era hermoso y que durante la noche las alumbraba.
Eran como hermanas, permanecían solitarias y tenían rasgos muy parecidos pero personalidades diferentes. Ayla acaba de ser adoptada por sus padres y se estaban mudando a la casa de al lado. Contaban con un espacio para ellas ubicado en un tercer piso que unía las dos casas con una ventanilla rectangular en el techo; desde allí tenían la vista perfecta para contemplar la luna justo antes de irse a dormir.
Aquella noche de pijamada, se divirtieron mucho: jugaron, corrieron, charlaron, rieron… Después de todo este tiempo de diversión, quedaron tan cansadas que al tocar las sábanas se quedaron dormidas.
Al día siguiente Ayla y Amaris decidieron salir a explorar y descubrir nuevas cosas. Ayla quiso seguir pero Amaris se rehusó y por eso discutieron. Amaris se enfadó con su amiga. Pasaron unos días y Ayla recibió la noticia de que Amaris se enfermó de gravedad, algo incurable y mortal.
Quiso ir a visitarla pero no pudo. Los padres de Ayla tomaron la decisión de darle la opción de hablar con ella usando un traje especial, la niña aceptó y fue a despedirse de su gran amiga. Se acercó para hablar con Amaris y ella, para protegerla, comenzó a gritarle y a decirle que no la quería y no deseaba volver a verla nunca más.
Ese día Ayla se fue triste y con el tiempo esa tristeza se convirtió en odio. Cuando Ayla llegó a casa, sacó del cuarto las cosas con las que jugaban y empezó a dormir en el cuarto de sus padres. Esa noche Ayla no podía dormir, así que subió a su cuarto y abrió la pequeña ventana desde donde contemplaba la luna y las estrellas, de repente sintió que un resplandor penetraba en su corazón y salió el odio que llegó a sentir por su amiga y vio una luz roja entrar en su interior y le hizo recordar cada momento feliz compartido junto a ella.
Fue así como decidió perdonar a su amiga por lo que le había dicho y ahora solo quería ser parte de aquella luna radiante que todas las noches la acompañaba al descansar.
Por: Dayana Campo Cabana – I.E. Loperena Garupal
En una noche de muchas estrellas y una luna muy brillante, las mejores amigas Amaris y Ayla estaban de pijamada, a ellas les encantaba ver la luna, decían que su brillo era hermoso y que durante la noche las alumbraba.
En una noche de muchas estrellas y una luna muy brillante, las mejores amigas Amaris y Ayla estaban de pijamada, a ellas les encantaba ver la luna, decían que su brillo era hermoso y que durante la noche las alumbraba.
Eran como hermanas, permanecían solitarias y tenían rasgos muy parecidos pero personalidades diferentes. Ayla acaba de ser adoptada por sus padres y se estaban mudando a la casa de al lado. Contaban con un espacio para ellas ubicado en un tercer piso que unía las dos casas con una ventanilla rectangular en el techo; desde allí tenían la vista perfecta para contemplar la luna justo antes de irse a dormir.
Aquella noche de pijamada, se divirtieron mucho: jugaron, corrieron, charlaron, rieron… Después de todo este tiempo de diversión, quedaron tan cansadas que al tocar las sábanas se quedaron dormidas.
Al día siguiente Ayla y Amaris decidieron salir a explorar y descubrir nuevas cosas. Ayla quiso seguir pero Amaris se rehusó y por eso discutieron. Amaris se enfadó con su amiga. Pasaron unos días y Ayla recibió la noticia de que Amaris se enfermó de gravedad, algo incurable y mortal.
Quiso ir a visitarla pero no pudo. Los padres de Ayla tomaron la decisión de darle la opción de hablar con ella usando un traje especial, la niña aceptó y fue a despedirse de su gran amiga. Se acercó para hablar con Amaris y ella, para protegerla, comenzó a gritarle y a decirle que no la quería y no deseaba volver a verla nunca más.
Ese día Ayla se fue triste y con el tiempo esa tristeza se convirtió en odio. Cuando Ayla llegó a casa, sacó del cuarto las cosas con las que jugaban y empezó a dormir en el cuarto de sus padres. Esa noche Ayla no podía dormir, así que subió a su cuarto y abrió la pequeña ventana desde donde contemplaba la luna y las estrellas, de repente sintió que un resplandor penetraba en su corazón y salió el odio que llegó a sentir por su amiga y vio una luz roja entrar en su interior y le hizo recordar cada momento feliz compartido junto a ella.
Fue así como decidió perdonar a su amiga por lo que le había dicho y ahora solo quería ser parte de aquella luna radiante que todas las noches la acompañaba al descansar.
Por: Dayana Campo Cabana – I.E. Loperena Garupal