Ángel Arce es ingeniero, oriundo del municipio de Curumaní, y hoy hace una invitación a construir un mejor país, desde iniciativas pequeñas en las comunidades, donde las adversidades pueden convertirse en oportunidades.
Por Ángel Arce Camacho
Quizás la nueva generación, los que nacieron a finales del 2016 en adelante, no sabrá de unos personajes que hicieron de nuestra Colombia una nación trágica y temible para el resto del mundo.
Diferente a los que escuchamos sus nombres o alias, que los hicieron conocer, nos sigue dando temor, angustia, rabia e impotencia al recordar cuánto daño sufrimos los colombianos por las acciones o malas acciones cometidas por estos personajes; sus nombres estigmatizados en nuestra memoria nos llevan a pensar solo en la maldad y crueldad sufridas en la época en la que reinaron, como si nuestra mente y corazón estuvieran de tal manera programados, que al escuchar sus nombres la mente los convirtiera en comandos o códigos y nos llevaran de nuevo al mundo de barbarie y temor.
Ojalá la inventiva de nuestros escritores, libretistas y cineastas no sigan utilizando los horrores cometidos por estos temibles profanadores del mal como premio a sus proezas, magnificándolos y convirtiéndolos en héroes con el nefasto resultado de que algunos jóvenes apasionados se quieran convertir en protagonistas en la vida real de estas historias y repitan sus faenas, basados en una frase popular o eslogan “Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”.
Qué distinto sería si estos personajes, independiente de las razones o condición social que justificaron el por qué se convirtieron en inversores del bien, se contara otra historia, como la antítesis del mal y anduvieran de boca en boca, de libro en libro como los personajes que nuestro Rafael Pombo que un día nos alegraron pasajes de nuestra infancia.
Cuando hablamos de personajes, como ‘Pablo Escobilla’, nos huele a naturaleza, Pablito es un niño que vivía en el campo, pero por estar cerca de un centro poblado conocía de lo moderno que le brindaba el lugar y quería que su vida y la de su familia cambiara y tuviera las condiciones que un niño de ciudad tenía.
Su apellido o alias ‘Escobilla’ le gustaba porque con su ingenio convirtió este recurso vegetal como aliado de las amas de casa, convirtiendo lo que unos finqueros o agricultores llamaban maleza en un artículo de limpieza para el hogar, con la escobilla él fabricaba escobas, limpiones, desinfectantes y poco a poco fue creando un negocio, convirtiéndose en empresario poderoso, buen ciudadano, emprendedor y amigo de las causas sociales, se convirtió en ejemplo de vida, demostrando que los sueños se pueden convertir en realidad, hoy su forma de vida y buenas acciones son ejemplo de inspiración de muchos creativos de la industria del cine y la televisión, para propagar sus proezas, para que la sociedad y las nuevas generaciones aspiren a ser como él.
‘Jorge Cometa‘, lo llamaban de cariño Jorgito, a pesar de ser un niño nacido en un hogar con comodidades y una familia tradicional, siempre pensó que el trabajo y el buen comportamiento podría llevarlo a ser un hombre ejemplar, como su padre.
Cometa, porque aprovechaba las brisas de agosto de su Caribe para fabricar cometas y venderlas a sus amigos, convirtiéndose en un empresario próspero desde su infancia, aprendió y enseñó con su ejemplo que se puede volar tan alto como tú quieras, que esto hace parte de los atributos y talentos que Dios nos coloca a nuestra disposición para hacer el bien, no solo volar con cometas, si no, con la imaginación y utilizar el poder para el bien común.
Jorge creció y su espíritu combativo como empresario lo llevó a los Estados Unidos a enseñarles a los gringos que en su país, Colombia, también existe gente tan buena como él, inteligente y honesta; que su país en este momento lo miran con buenos ojos y que las generaciones venideras serán mejores que él, gracias a su ejemplo.
‘Tiro Chueco‘, su estirpe netamente campesino lo hace más interesante, apodado ‘Tiro Chueco’ porque con una cauchera por apuntarle a una zorra Chucha que se estaba robando las gallinas del gallinero de su mamá, le apunto tanto que desvió la piedra lanzada con tanta rabia, haciendo carambola y dándoles a las tres gallinas ponedoras, fulminándolas de inmediato, dejando sin gallinas y sin huevos a la familia, desde ahí su mamá lo apodó ‘Tiro Chueco’.
Como no hay mal que por bien no venga en vista de su vergüenza, con ganas de reponer su, error, decidió trabajar para demostrar, cuan valioso sería él para la familia y reponer en poco tiempo las gallinas.
Se convirtió en defensor de las aves, llámense, gallinas, turpial, azulejo, loro, todo lo que tuviera alas, inculcando a todos los niños y jóvenes a no usar más esa arma letal para las aves llamada cauchera ya que era un instrumento dañino y depredador de la naturaleza. A cambio de cada cauchera, de entregas del arma, entregaba una pareja de pollos a cada familia para la crianza dando como resultado que la vereda se convirtiera en la región que más gallinas y huevos producía, llevando paz, tranquilidad y alimentación a toda una región.
Si se llamaran así, ‘Pablo Escobilla’, ‘Jorge Cometa’, ‘Tiro Chueco’, nuestra Colombia fuera distinta y sí la historia fuera así sería un placer conocerla y mostrarla con buenas acciones.
Ángel Arce es ingeniero, oriundo del municipio de Curumaní, y hoy hace una invitación a construir un mejor país, desde iniciativas pequeñas en las comunidades, donde las adversidades pueden convertirse en oportunidades.
Por Ángel Arce Camacho
Quizás la nueva generación, los que nacieron a finales del 2016 en adelante, no sabrá de unos personajes que hicieron de nuestra Colombia una nación trágica y temible para el resto del mundo.
Diferente a los que escuchamos sus nombres o alias, que los hicieron conocer, nos sigue dando temor, angustia, rabia e impotencia al recordar cuánto daño sufrimos los colombianos por las acciones o malas acciones cometidas por estos personajes; sus nombres estigmatizados en nuestra memoria nos llevan a pensar solo en la maldad y crueldad sufridas en la época en la que reinaron, como si nuestra mente y corazón estuvieran de tal manera programados, que al escuchar sus nombres la mente los convirtiera en comandos o códigos y nos llevaran de nuevo al mundo de barbarie y temor.
Ojalá la inventiva de nuestros escritores, libretistas y cineastas no sigan utilizando los horrores cometidos por estos temibles profanadores del mal como premio a sus proezas, magnificándolos y convirtiéndolos en héroes con el nefasto resultado de que algunos jóvenes apasionados se quieran convertir en protagonistas en la vida real de estas historias y repitan sus faenas, basados en una frase popular o eslogan “Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”.
Qué distinto sería si estos personajes, independiente de las razones o condición social que justificaron el por qué se convirtieron en inversores del bien, se contara otra historia, como la antítesis del mal y anduvieran de boca en boca, de libro en libro como los personajes que nuestro Rafael Pombo que un día nos alegraron pasajes de nuestra infancia.
Cuando hablamos de personajes, como ‘Pablo Escobilla’, nos huele a naturaleza, Pablito es un niño que vivía en el campo, pero por estar cerca de un centro poblado conocía de lo moderno que le brindaba el lugar y quería que su vida y la de su familia cambiara y tuviera las condiciones que un niño de ciudad tenía.
Su apellido o alias ‘Escobilla’ le gustaba porque con su ingenio convirtió este recurso vegetal como aliado de las amas de casa, convirtiendo lo que unos finqueros o agricultores llamaban maleza en un artículo de limpieza para el hogar, con la escobilla él fabricaba escobas, limpiones, desinfectantes y poco a poco fue creando un negocio, convirtiéndose en empresario poderoso, buen ciudadano, emprendedor y amigo de las causas sociales, se convirtió en ejemplo de vida, demostrando que los sueños se pueden convertir en realidad, hoy su forma de vida y buenas acciones son ejemplo de inspiración de muchos creativos de la industria del cine y la televisión, para propagar sus proezas, para que la sociedad y las nuevas generaciones aspiren a ser como él.
‘Jorge Cometa‘, lo llamaban de cariño Jorgito, a pesar de ser un niño nacido en un hogar con comodidades y una familia tradicional, siempre pensó que el trabajo y el buen comportamiento podría llevarlo a ser un hombre ejemplar, como su padre.
Cometa, porque aprovechaba las brisas de agosto de su Caribe para fabricar cometas y venderlas a sus amigos, convirtiéndose en un empresario próspero desde su infancia, aprendió y enseñó con su ejemplo que se puede volar tan alto como tú quieras, que esto hace parte de los atributos y talentos que Dios nos coloca a nuestra disposición para hacer el bien, no solo volar con cometas, si no, con la imaginación y utilizar el poder para el bien común.
Jorge creció y su espíritu combativo como empresario lo llevó a los Estados Unidos a enseñarles a los gringos que en su país, Colombia, también existe gente tan buena como él, inteligente y honesta; que su país en este momento lo miran con buenos ojos y que las generaciones venideras serán mejores que él, gracias a su ejemplo.
‘Tiro Chueco‘, su estirpe netamente campesino lo hace más interesante, apodado ‘Tiro Chueco’ porque con una cauchera por apuntarle a una zorra Chucha que se estaba robando las gallinas del gallinero de su mamá, le apunto tanto que desvió la piedra lanzada con tanta rabia, haciendo carambola y dándoles a las tres gallinas ponedoras, fulminándolas de inmediato, dejando sin gallinas y sin huevos a la familia, desde ahí su mamá lo apodó ‘Tiro Chueco’.
Como no hay mal que por bien no venga en vista de su vergüenza, con ganas de reponer su, error, decidió trabajar para demostrar, cuan valioso sería él para la familia y reponer en poco tiempo las gallinas.
Se convirtió en defensor de las aves, llámense, gallinas, turpial, azulejo, loro, todo lo que tuviera alas, inculcando a todos los niños y jóvenes a no usar más esa arma letal para las aves llamada cauchera ya que era un instrumento dañino y depredador de la naturaleza. A cambio de cada cauchera, de entregas del arma, entregaba una pareja de pollos a cada familia para la crianza dando como resultado que la vereda se convirtiera en la región que más gallinas y huevos producía, llevando paz, tranquilidad y alimentación a toda una región.
Si se llamaran así, ‘Pablo Escobilla’, ‘Jorge Cometa’, ‘Tiro Chueco’, nuestra Colombia fuera distinta y sí la historia fuera así sería un placer conocerla y mostrarla con buenas acciones.