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Especial - 1 agosto, 2020

Semblanzas de Consuelo Araujonoguera

Estamos ante una mujer pedagoga que crea metodologías para perpetuar la música ancestral; estamos ante una administradora que no quiere que su empresa se acabe y esto es sabiduría.

Consuelo Araujonoguera. 

FOTO/CORTESÍA.
Consuelo Araujonoguera. FOTO/CORTESÍA.

Se podría decir que no necesita presentación, ya que todos sabemos que cuando este territorio vallenato era una perla escondida entre las conchas de sus dos sierras, con una cultura multifacética, donde se resumía la humanidad entera, pero desconocida y aislada para el resto de la humanidad, surgió en este Valle de Upar una Cacica que se dispuso, sin consultárselo a nadie, a mostrar al mundo esa cara desconocida de nuestra cultura.

Lee también: “Y esto va para Consuelo Araujonoguera con todo cariño y afecto”…

Es así como intrépida se presenta ante el presidente de Estados Unidos con un conjunto de música vallenata, compuesta por niñitos de clase humilde, entre los cuales había un niño ciego de nacimiento; esto enternece el corazón del presidente Clinton, quien elogia y aplaude maravillado por este regalo que para él era desconocido.

Consuelo no quería que nuestra música se siguiera desarrollando en un ambiente localista, quiso con esto que la América entera nos conociera, y que fuéramos universales. Con lo anterior, se revela como estadista, como una diplomática ya que logró posicionarnos en América Latina.

No conforme con lo anterior crea el Festival Vallenato acompañada de otros de su misma talla, mejorando así el   nivel de vida de nuestros juglares y trovadores o aedas,  quienes al posicionarse dejan de hacer música gratis en la cola de los patios, donde se les pagaba con un plato de sancocho; con ello se logró también que nuestra música del Magdalena Grande fuera conocida, admirada y respetada en otros continentes y declarada como patrimonio cultural de la humanidad.

También logró crear un semillero musical al fundar la escuela de música vallenata para niños; propuso el concurso de canción inédita mejorándose la calidad del vallenato a través de la competencia y así perseverara su proyecto.

Estamos entonces ante una mujer pedagoga que crea metodologías para perpetuar la música ancestral; estamos ante una administradora que no quiere que su empresa se acabe y esto es sabiduría; es que Consuelo era una sabia y por algo, sin poseer doctorados, la Presidencia la nombra como ministra de Cultura; y es que la sabiduría fue primero que la academia, los grandes filósofos jamás pisaron una universidad, ellos las crearon con su sapiencia.

No dejes de leer: Las hazañas irrepetibles de Consuelo Araujonoguera

Fue además la primera, que sin doctorados en música, se atrevió a clasificar científicamente la música vallenata según su procedencia, clasificación que hoy en día sigue vigente.

Fue la biógrafa de cabecera del cronista mayor Rafael

Escalona; es la mejor biografía y la más completa que se ha logrado del maestro, sencillamente porque ambos nacieron en el mismo pueblo y se criaron juntos y por ello conocía su vida entera.

Como escritora y periodista la contrató el periódico El Espectador para que escribiera en su columna la Carta Vallenata, donde denunciaba con mucho valor a los gobernantes corruptos sin miedo, ni tapujos: estamos ante una mujer valiente y honrada.

Fue la creadora de la Cátedra de Administración Pública con su ejemplo: cuando fue directora de la Lotería la Vallenata, que estaba en quiebra por los malos manejos, resucitó la empresa. Hizo que todos sus empleados recibieran capacitación en ética y honradez en el manejo de los dineros públicos y así pudo sacar adelante la empresa, la cual volvió a decaer con otros administradores, hasta que por fin hubo que disolverla. Ella trataba todo lo que administraba como si fuera de su propiedad, con amor y honestidad.

Por último, fue la primera a quien se le ocurrió rescatar las voces de nuestros abuelos, ya en desuso, logrando que recordáramos con ternura y nostalgia los vocablos casi olvidados de nuestros antepasados. Fue un ejercicio semántico que hizo resucitar una parte perdida de nuestra lengua; todo esto lo logró Consuelo sin jamás haber recibido clases de lingüística.

Consuelo murió como una mártir, yo alcancé a mirarle sus pies cuando la estaban preparando y observé que no le cabía una herida más en ellos, ya que al caminar de noche, descalza, kilómetros y kilómetros,  con una luz escasa de luna en menguante, las piedras ígneas y puntiagudas de la sierra nevada se le incrustaron; yo creo que con estos sufrimientos su alma voló directamente al cielo.

Los pequeños errores que como ser humano pudo haber tenido fueron perdonados, pues fueron más sus acciones buenas.

Te puede interesar: El relato de ‘Solís Almeida’ sobre el asesinato de Consuelo Araujonoguera

Hoy primero de agosto evocamos el día de su nacimiento, como una mujer emprendedora, trabajadora, libertaria, incansable, única, paradigmática, que se convirtió de matrona en matriarca, creando nuevos paradigmas; hoy la recordamos también como una heroína de la cultura vallenata en el Caribe colombiano del siglo XX.

A sus hijos: que conserven el patrimonio intangible que nos dejó su madre. ¡Paz en su tumba!

Por:  Ruth Ariza Cotes

Especial
1 agosto, 2020

Semblanzas de Consuelo Araujonoguera

Estamos ante una mujer pedagoga que crea metodologías para perpetuar la música ancestral; estamos ante una administradora que no quiere que su empresa se acabe y esto es sabiduría.


Consuelo Araujonoguera. 

FOTO/CORTESÍA.
Consuelo Araujonoguera. FOTO/CORTESÍA.

Se podría decir que no necesita presentación, ya que todos sabemos que cuando este territorio vallenato era una perla escondida entre las conchas de sus dos sierras, con una cultura multifacética, donde se resumía la humanidad entera, pero desconocida y aislada para el resto de la humanidad, surgió en este Valle de Upar una Cacica que se dispuso, sin consultárselo a nadie, a mostrar al mundo esa cara desconocida de nuestra cultura.

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Es así como intrépida se presenta ante el presidente de Estados Unidos con un conjunto de música vallenata, compuesta por niñitos de clase humilde, entre los cuales había un niño ciego de nacimiento; esto enternece el corazón del presidente Clinton, quien elogia y aplaude maravillado por este regalo que para él era desconocido.

Consuelo no quería que nuestra música se siguiera desarrollando en un ambiente localista, quiso con esto que la América entera nos conociera, y que fuéramos universales. Con lo anterior, se revela como estadista, como una diplomática ya que logró posicionarnos en América Latina.

No conforme con lo anterior crea el Festival Vallenato acompañada de otros de su misma talla, mejorando así el   nivel de vida de nuestros juglares y trovadores o aedas,  quienes al posicionarse dejan de hacer música gratis en la cola de los patios, donde se les pagaba con un plato de sancocho; con ello se logró también que nuestra música del Magdalena Grande fuera conocida, admirada y respetada en otros continentes y declarada como patrimonio cultural de la humanidad.

También logró crear un semillero musical al fundar la escuela de música vallenata para niños; propuso el concurso de canción inédita mejorándose la calidad del vallenato a través de la competencia y así perseverara su proyecto.

Estamos entonces ante una mujer pedagoga que crea metodologías para perpetuar la música ancestral; estamos ante una administradora que no quiere que su empresa se acabe y esto es sabiduría; es que Consuelo era una sabia y por algo, sin poseer doctorados, la Presidencia la nombra como ministra de Cultura; y es que la sabiduría fue primero que la academia, los grandes filósofos jamás pisaron una universidad, ellos las crearon con su sapiencia.

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Fue además la primera, que sin doctorados en música, se atrevió a clasificar científicamente la música vallenata según su procedencia, clasificación que hoy en día sigue vigente.

Fue la biógrafa de cabecera del cronista mayor Rafael

Escalona; es la mejor biografía y la más completa que se ha logrado del maestro, sencillamente porque ambos nacieron en el mismo pueblo y se criaron juntos y por ello conocía su vida entera.

Como escritora y periodista la contrató el periódico El Espectador para que escribiera en su columna la Carta Vallenata, donde denunciaba con mucho valor a los gobernantes corruptos sin miedo, ni tapujos: estamos ante una mujer valiente y honrada.

Fue la creadora de la Cátedra de Administración Pública con su ejemplo: cuando fue directora de la Lotería la Vallenata, que estaba en quiebra por los malos manejos, resucitó la empresa. Hizo que todos sus empleados recibieran capacitación en ética y honradez en el manejo de los dineros públicos y así pudo sacar adelante la empresa, la cual volvió a decaer con otros administradores, hasta que por fin hubo que disolverla. Ella trataba todo lo que administraba como si fuera de su propiedad, con amor y honestidad.

Por último, fue la primera a quien se le ocurrió rescatar las voces de nuestros abuelos, ya en desuso, logrando que recordáramos con ternura y nostalgia los vocablos casi olvidados de nuestros antepasados. Fue un ejercicio semántico que hizo resucitar una parte perdida de nuestra lengua; todo esto lo logró Consuelo sin jamás haber recibido clases de lingüística.

Consuelo murió como una mártir, yo alcancé a mirarle sus pies cuando la estaban preparando y observé que no le cabía una herida más en ellos, ya que al caminar de noche, descalza, kilómetros y kilómetros,  con una luz escasa de luna en menguante, las piedras ígneas y puntiagudas de la sierra nevada se le incrustaron; yo creo que con estos sufrimientos su alma voló directamente al cielo.

Los pequeños errores que como ser humano pudo haber tenido fueron perdonados, pues fueron más sus acciones buenas.

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Hoy primero de agosto evocamos el día de su nacimiento, como una mujer emprendedora, trabajadora, libertaria, incansable, única, paradigmática, que se convirtió de matrona en matriarca, creando nuevos paradigmas; hoy la recordamos también como una heroína de la cultura vallenata en el Caribe colombiano del siglo XX.

A sus hijos: que conserven el patrimonio intangible que nos dejó su madre. ¡Paz en su tumba!

Por:  Ruth Ariza Cotes