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Cultura - 1 agosto, 2021

Semblanzas de Consuelo Araújo Noguera recordando su nacimiento

Fue la primera persona a la que se le ocurrió rescatar las voces de nuestros abuelos, ya en desuso; logrando así que recordáramos con ternura y nostalgia los vocablos casi olvidados de nuestros antepasados.

Consuelo Araujo Noguera. 

FOTO: CORTESÍA.
Consuelo Araujo Noguera. FOTO: CORTESÍA.
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Se podría decir que no necesita presentación, ya que todos sabemos que cuando este territorio vallenato era una perla escondida entre las conchas de sus dos sierras, con una cultura multifacética, donde se resumía la humanidad entera, pero desconocida y aislada para el resto de la humanidad, surgió en este Valle de Upar una Cacica que se dispuso, sin consultárselo a nadie, a mostrar al mundo esa cara desconocida de nuestra cultura.

Es así como intrépida se presenta ante el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, con un conjunto de música vallenata compuesto por niñitos de clase humilde, entre los cuales había un niño ciego de nacimiento; esto enternece el corazón del presidente Clinton, quien elogia y aplaude maravillado este regalo que para él era algo desconocido.

Consuelo no quería que nuestra música se siguiera desarrollando en un ambiente localista, quiso con esto que la América entera nos conociera, y que fuéramos universales. Se revela como una gran diplomática, ya que logró posicionarnos en América Latina. No conforme con lo anterior crea el Festival Vallenato, acompañada de otros de su misma talla, mejorando el   nivel de vida de nuestros juglares y trovadores o aedas o poetas,  quienes al posicionarse dejaron de seguir haciendo música gratis en la cola de los patios, donde se les pagaba con un plato de sancocho; con ello se logró también que nuestra música del Magdalena Grande fuera conocida, admirada y respetada en otros continentes y declarada como patrimonio cultural de la humanidad.

También logró crear un semillero musical al fundar la escuela de música vallenata para niños; propuso el concurso de canción inédita, mejorándose así la calidad del vallenato a través de la competencia, logrando sostener su proyecto para que no se acabara.

Estamos entonces ante una mujer pedagoga, ante una matriarca, que crea metodologías para perpetuar la música ancestral; estamos ante una administradora que no quiere que su empresa se acabe y esto es sabiduría; es que Consuelo era una sabia y por algo, sin poseer doctorados, la Presidencia la nombra como ministra de Cultura; y es que la sabiduría fue primero que la academia; los grandes filósofos, jamás pisaron una Universidad, ellos las crearon con su sapiencia.

FUE Y SERÁ

Fue además la primera, que sin doctorados en música, se atrevió a clasificar científicamente la música Vallenata según su procedencia, clasificación que hoy en día sigue vigente.

Fue la biógrafa de cabecera del cronista mayor Rafael Escalona; es la mejor biografía y la más completa que se ha logrado del maestro, sencillamente porque ambos nacieron en el mismo pueblo y se criaron juntos y por ello conocía su vida entera.

Como escritora y periodista, la contrató el periódico El Espectador para que escribiera en su columna la Carta Vallenata, donde denunciaba con mucho valor a los gobernantes corruptos, sin miedo, ni tapujos: estamos ante una mujer valiente y honrada.

Fue la creadora de la Cátedra de Administración Pública con su ejemplo: ya que cuando fue la directora de la Lotería la Vallenata, que estaba en quiebra por sus malos manejos, ella resucitó la empresa: hizo que todos sus empleados recibieran capacitación en ética y honradez en el manejo de la dineros públicos y así pudo sacar adelante la empresa, la cual volvió a decaer con otros administradores, hasta que por fin hubo que disolverla; ella trataba todo lo que administraba como si fuera de su propiedad, con amor y honestidad.

Por último, fue la primera a quien se le ocurrió rescatar las voces de nuestros abuelos, ya en desuso; logrando así que recordáramos con ternura y nostalgia los vocablos casi olvidados de nuestros antepasados; fue un ejercicio semántico que hizo resucitar una parte perdida de nuestra lengua; todo esto lo logró Consuelo sin jamás haber recibido clases de lingüística.

La Cacica murió como una mártir, yo alcancé a mirarle sus pies cuando la estaban preparando para sepultarla y observé que no le cabía una herida más en ellos, ya que al caminar de noche, descalza, kilómetros y kilómetros,  con una luz escasa de luna en menguante, las piedra ígneas y puntiagudas de la Sierra Nevada, se le incrustaron en sus pies; yo creo que con estos sufrimientos su alma voló directamente al cielo.

Los pequeños errores que como ser humano pudo haber cometido fueron ya perdonados, pues fueron más sus acciones buenas. ¿Y quiénes somos nosotros para juzgarla?

Este primero de agosto evocamos el día de su nacimiento, como una mujer emprendedora, trabajadora, libertaria, incansable, única, paradigmática, que se convirtió de matrona en matriarca, creando nuevos paradigmas; hoy la recordamos también como nuestra heroína de la cultura vallenata en el Caribe colombiano del siglo XX.

A sus hijos: que conserven el patrimonio intangible que nos dejó su madre. ¡Paz en su tumba!

Por: Ruth Ariza Cotes.

Cultura
1 agosto, 2021

Semblanzas de Consuelo Araújo Noguera recordando su nacimiento

Fue la primera persona a la que se le ocurrió rescatar las voces de nuestros abuelos, ya en desuso; logrando así que recordáramos con ternura y nostalgia los vocablos casi olvidados de nuestros antepasados.


Consuelo Araujo Noguera. 

FOTO: CORTESÍA.
Consuelo Araujo Noguera. FOTO: CORTESÍA.
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Se podría decir que no necesita presentación, ya que todos sabemos que cuando este territorio vallenato era una perla escondida entre las conchas de sus dos sierras, con una cultura multifacética, donde se resumía la humanidad entera, pero desconocida y aislada para el resto de la humanidad, surgió en este Valle de Upar una Cacica que se dispuso, sin consultárselo a nadie, a mostrar al mundo esa cara desconocida de nuestra cultura.

Es así como intrépida se presenta ante el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, con un conjunto de música vallenata compuesto por niñitos de clase humilde, entre los cuales había un niño ciego de nacimiento; esto enternece el corazón del presidente Clinton, quien elogia y aplaude maravillado este regalo que para él era algo desconocido.

Consuelo no quería que nuestra música se siguiera desarrollando en un ambiente localista, quiso con esto que la América entera nos conociera, y que fuéramos universales. Se revela como una gran diplomática, ya que logró posicionarnos en América Latina. No conforme con lo anterior crea el Festival Vallenato, acompañada de otros de su misma talla, mejorando el   nivel de vida de nuestros juglares y trovadores o aedas o poetas,  quienes al posicionarse dejaron de seguir haciendo música gratis en la cola de los patios, donde se les pagaba con un plato de sancocho; con ello se logró también que nuestra música del Magdalena Grande fuera conocida, admirada y respetada en otros continentes y declarada como patrimonio cultural de la humanidad.

También logró crear un semillero musical al fundar la escuela de música vallenata para niños; propuso el concurso de canción inédita, mejorándose así la calidad del vallenato a través de la competencia, logrando sostener su proyecto para que no se acabara.

Estamos entonces ante una mujer pedagoga, ante una matriarca, que crea metodologías para perpetuar la música ancestral; estamos ante una administradora que no quiere que su empresa se acabe y esto es sabiduría; es que Consuelo era una sabia y por algo, sin poseer doctorados, la Presidencia la nombra como ministra de Cultura; y es que la sabiduría fue primero que la academia; los grandes filósofos, jamás pisaron una Universidad, ellos las crearon con su sapiencia.

FUE Y SERÁ

Fue además la primera, que sin doctorados en música, se atrevió a clasificar científicamente la música Vallenata según su procedencia, clasificación que hoy en día sigue vigente.

Fue la biógrafa de cabecera del cronista mayor Rafael Escalona; es la mejor biografía y la más completa que se ha logrado del maestro, sencillamente porque ambos nacieron en el mismo pueblo y se criaron juntos y por ello conocía su vida entera.

Como escritora y periodista, la contrató el periódico El Espectador para que escribiera en su columna la Carta Vallenata, donde denunciaba con mucho valor a los gobernantes corruptos, sin miedo, ni tapujos: estamos ante una mujer valiente y honrada.

Fue la creadora de la Cátedra de Administración Pública con su ejemplo: ya que cuando fue la directora de la Lotería la Vallenata, que estaba en quiebra por sus malos manejos, ella resucitó la empresa: hizo que todos sus empleados recibieran capacitación en ética y honradez en el manejo de la dineros públicos y así pudo sacar adelante la empresa, la cual volvió a decaer con otros administradores, hasta que por fin hubo que disolverla; ella trataba todo lo que administraba como si fuera de su propiedad, con amor y honestidad.

Por último, fue la primera a quien se le ocurrió rescatar las voces de nuestros abuelos, ya en desuso; logrando así que recordáramos con ternura y nostalgia los vocablos casi olvidados de nuestros antepasados; fue un ejercicio semántico que hizo resucitar una parte perdida de nuestra lengua; todo esto lo logró Consuelo sin jamás haber recibido clases de lingüística.

La Cacica murió como una mártir, yo alcancé a mirarle sus pies cuando la estaban preparando para sepultarla y observé que no le cabía una herida más en ellos, ya que al caminar de noche, descalza, kilómetros y kilómetros,  con una luz escasa de luna en menguante, las piedra ígneas y puntiagudas de la Sierra Nevada, se le incrustaron en sus pies; yo creo que con estos sufrimientos su alma voló directamente al cielo.

Los pequeños errores que como ser humano pudo haber cometido fueron ya perdonados, pues fueron más sus acciones buenas. ¿Y quiénes somos nosotros para juzgarla?

Este primero de agosto evocamos el día de su nacimiento, como una mujer emprendedora, trabajadora, libertaria, incansable, única, paradigmática, que se convirtió de matrona en matriarca, creando nuevos paradigmas; hoy la recordamos también como nuestra heroína de la cultura vallenata en el Caribe colombiano del siglo XX.

A sus hijos: que conserven el patrimonio intangible que nos dejó su madre. ¡Paz en su tumba!

Por: Ruth Ariza Cotes.