“Transeúntes y visitantes preguntan por el guardián de la plaza Alfonso López, por cuanto notan su ausencia, desconociendo que partió al más allá”.
POR PEDRO NORBERTO CASTRO ARAUJO/ESPECIAL PARA EL PILÓN
Blanco, de ojos azules y cabellera dorada, nació en el verano de 1944, mientras replicaban las campanas de la Iglesia de nuestra señora de la Concepción, ubicada en la esquina norte de la plaza mayor; anunciando la misa en honor a la Virgen de la Divina Pastora de las almas, vino un viernes 14 de enero.
Romoca llegó a una tradicional casa de tejados coloniales, paredes blancas y ventanales grandes de color café, abiertos de par en par, logrando con ello ventilar la misma, de aire fresco proveniente de la histórica plaza.
La partera finalmente a las diez de la mañana logró extraerlo del vientre materno; después de sumados esfuerzos por traerlo al mundo y cortar con destreza el cordón umbilical, su madre al notar el semblante del niño, color morado, en grito de alerta avistó a los presentes para que la matrona lo meciera, arrullándolo desnudó en sus brazos; con sutileza le dio con su mano derecha una palmada fuerte en una de sus nalgas, permitiendo con esta vieja usanza que el neonato se viniera en llanto y aflojara sus pulmones colocándolos en funcionamiento.
Rodrigo creció, corriendo descalzo y en pantaloncitos cortos por todos los portales que circundan la plaza, persiguiendo pájaros y gatos, consentido por toda la familia, especialmente por las tías Castro Monsalvo y Castro Trespalacios, se ahuyentaba con el ladrar de los perros, especialmente con el ladrido del Mayor Blanco, el perro grande del Doctor Roberto Pavajeau Monsalvo. Les tenía cierto pánico a los animales; pero a la vez era carismático en la muchedumbre con quienes planeaba juegos infantiles llenos de inocencia, a veces de picardía y aventura, desprevenido se educó en la escuela local y cursó estudios universitarios en ingeniería forestal en la Universidad Distrital, de la capital, allí conoció a una dama distinguida de la sociedad monteriana Julia Jiménez Fuentes.
Rodrigo Montero Castro, conocido popularmente por su remoquete o en usanza moderna por su nombre simplificado Romoca, subió a los brazos del creador sin adiós alguno.
Quienes frecuentamos la plaza mayor lo hemos notado; todos los días transeúntes y visitantes preguntan por el guardián de la plaza Alfonso López, por cuanto notan su ausencia desconociendo que partió al más allá.
Romoca nació justamente allí y no se desprendió de ese sitio sino hasta el día que partió al infinito.
Romoca, hijo de la matrona vallenata Carmen Montero Castro, era contertulio, elocuente, pensador, opinaba sobre los aconteceres nacionales y locales, hablaba de todo; de fútbol o de historia, pero sobre todo de política.
Tanto que por muchos años se abrió un espacio en la puerta de su casa materna donde personajes como Pepe Castro, María Mercedes Araujo de Castro, Katya Montero, Álvaro Castro, Elfo Jiménez, ‘El Turco’ Pavajeau, Julio Muñoz Castro, Raúl Lafaurie, Arístides López, Jaime Pérez Parodi, ‘Carlitos’ Quintero, ‘El Negro’ Zabaleta, Piter y Oscar Olivella, ‘Pacho’ Fuentes y Leo, ‘El Turro’ Carrillo, Jhony Pérez Oñate, Fredy Montero, Rodolfo Mejía Peñaloza, Álvaro y ‘Rafolo’ Castro Socarras, Jaime Araujo Noguera, Lácides Daza, ‘Pin’ Castro, Augusto Socarras, Eduardo Campo Soto y Héctor Calix, entre otros.
Muchos periodistas frecuentaban la tertulia en aras de llevar información fresca a sus programas radiales; estos personajes todas las tardes tertuliaban donde Romoca y al finalizar y terminaban abrigados de sabiduría gracias a los temas múltiples que allí se trataban y a las frescas brisas traídas por los vientos alisios llegados desde el nordeste y refrescadas al pasar por las frías aguas del Guatapurí.
Cuando Romoca trajo por primera vez a Julia con el ánimo de presentarla ante la sociedad vallenata; coqueto y sonriente la llevó de casa en casa, visitó a toda las familias prestantes de la ciudad entre ellas a su primo ‘Pepe’ Castro, quien con agrado los invito a degustar un café mientras preparaba un vino de uvas que finalmente brindó frío a los agasajados y a quienes sorprendió con la propuesta de casarse; ellos dudosos murmuraron y nerviosos manifestaron, que a pesar de quererse, no estaban preparados económicamente para realizar una boda.
‘Pepe’ insistiendo les dijo que contaran con su apoyo financiero, Romoca todavía dudoso, pregunta: ¿pero y el vestido y la corbata y los preparativos? Pepe les insiste en su deseo de ayudarlos: “No se preocupen que ordeno donde ‘El turco’ Yalil para que Carmen Montero retire la tela y elabore el vestido, el saco y la corbata te lo presto”. Pero quien lleva a Julia a la iglesia si su familia está en Montería, dijo Romoca, a lo cual ‘Pepe’ le respondió: “Por eso no te preocupes Romoca que yo te la entrego en el altar, con mi tío ‘Juancho’ Castro Monsalvo conseguimos los salones del Club Valledupar, con mi compadre Hernando Molina Céspedes consigo que contrate a la banda de Los Picapiedras, con Carlos Alberto Castro Maya, el aguardiente, con los primos Tom, Calixto y Orlando y mi madrina Paulina Mejía de Castro, la Cena, el padre Becerra con la anuencia del obispo Roys y Villalba los casa”.
Romoca a manera de insistir en un NO; pregunta: ¿…y la luna de miel quien me la paga …sino no tengo un peso?. “Por eso no te preocupes que con mi hermano Rodolfo Castro consigo que te preste el apartamento para que disfrutes con tu esposa en las playas del rodadero y con tu padrino Armando Maestre Pavajeau una platica para el viaje de bodas”, le expresó ‘Pepe’ Castro.
Todavía indeciso Romoca insiste: ¿y si me caso quien me lleva a Santa Marta? A lo que Pepe Castro responde: ¿y no querei que los acompañe para que les cocine y les ponga la pijama?
“Transeúntes y visitantes preguntan por el guardián de la plaza Alfonso López, por cuanto notan su ausencia, desconociendo que partió al más allá”.
POR PEDRO NORBERTO CASTRO ARAUJO/ESPECIAL PARA EL PILÓN
Blanco, de ojos azules y cabellera dorada, nació en el verano de 1944, mientras replicaban las campanas de la Iglesia de nuestra señora de la Concepción, ubicada en la esquina norte de la plaza mayor; anunciando la misa en honor a la Virgen de la Divina Pastora de las almas, vino un viernes 14 de enero.
Romoca llegó a una tradicional casa de tejados coloniales, paredes blancas y ventanales grandes de color café, abiertos de par en par, logrando con ello ventilar la misma, de aire fresco proveniente de la histórica plaza.
La partera finalmente a las diez de la mañana logró extraerlo del vientre materno; después de sumados esfuerzos por traerlo al mundo y cortar con destreza el cordón umbilical, su madre al notar el semblante del niño, color morado, en grito de alerta avistó a los presentes para que la matrona lo meciera, arrullándolo desnudó en sus brazos; con sutileza le dio con su mano derecha una palmada fuerte en una de sus nalgas, permitiendo con esta vieja usanza que el neonato se viniera en llanto y aflojara sus pulmones colocándolos en funcionamiento.
Rodrigo creció, corriendo descalzo y en pantaloncitos cortos por todos los portales que circundan la plaza, persiguiendo pájaros y gatos, consentido por toda la familia, especialmente por las tías Castro Monsalvo y Castro Trespalacios, se ahuyentaba con el ladrar de los perros, especialmente con el ladrido del Mayor Blanco, el perro grande del Doctor Roberto Pavajeau Monsalvo. Les tenía cierto pánico a los animales; pero a la vez era carismático en la muchedumbre con quienes planeaba juegos infantiles llenos de inocencia, a veces de picardía y aventura, desprevenido se educó en la escuela local y cursó estudios universitarios en ingeniería forestal en la Universidad Distrital, de la capital, allí conoció a una dama distinguida de la sociedad monteriana Julia Jiménez Fuentes.
Rodrigo Montero Castro, conocido popularmente por su remoquete o en usanza moderna por su nombre simplificado Romoca, subió a los brazos del creador sin adiós alguno.
Quienes frecuentamos la plaza mayor lo hemos notado; todos los días transeúntes y visitantes preguntan por el guardián de la plaza Alfonso López, por cuanto notan su ausencia desconociendo que partió al más allá.
Romoca nació justamente allí y no se desprendió de ese sitio sino hasta el día que partió al infinito.
Romoca, hijo de la matrona vallenata Carmen Montero Castro, era contertulio, elocuente, pensador, opinaba sobre los aconteceres nacionales y locales, hablaba de todo; de fútbol o de historia, pero sobre todo de política.
Tanto que por muchos años se abrió un espacio en la puerta de su casa materna donde personajes como Pepe Castro, María Mercedes Araujo de Castro, Katya Montero, Álvaro Castro, Elfo Jiménez, ‘El Turco’ Pavajeau, Julio Muñoz Castro, Raúl Lafaurie, Arístides López, Jaime Pérez Parodi, ‘Carlitos’ Quintero, ‘El Negro’ Zabaleta, Piter y Oscar Olivella, ‘Pacho’ Fuentes y Leo, ‘El Turro’ Carrillo, Jhony Pérez Oñate, Fredy Montero, Rodolfo Mejía Peñaloza, Álvaro y ‘Rafolo’ Castro Socarras, Jaime Araujo Noguera, Lácides Daza, ‘Pin’ Castro, Augusto Socarras, Eduardo Campo Soto y Héctor Calix, entre otros.
Muchos periodistas frecuentaban la tertulia en aras de llevar información fresca a sus programas radiales; estos personajes todas las tardes tertuliaban donde Romoca y al finalizar y terminaban abrigados de sabiduría gracias a los temas múltiples que allí se trataban y a las frescas brisas traídas por los vientos alisios llegados desde el nordeste y refrescadas al pasar por las frías aguas del Guatapurí.
Cuando Romoca trajo por primera vez a Julia con el ánimo de presentarla ante la sociedad vallenata; coqueto y sonriente la llevó de casa en casa, visitó a toda las familias prestantes de la ciudad entre ellas a su primo ‘Pepe’ Castro, quien con agrado los invito a degustar un café mientras preparaba un vino de uvas que finalmente brindó frío a los agasajados y a quienes sorprendió con la propuesta de casarse; ellos dudosos murmuraron y nerviosos manifestaron, que a pesar de quererse, no estaban preparados económicamente para realizar una boda.
‘Pepe’ insistiendo les dijo que contaran con su apoyo financiero, Romoca todavía dudoso, pregunta: ¿pero y el vestido y la corbata y los preparativos? Pepe les insiste en su deseo de ayudarlos: “No se preocupen que ordeno donde ‘El turco’ Yalil para que Carmen Montero retire la tela y elabore el vestido, el saco y la corbata te lo presto”. Pero quien lleva a Julia a la iglesia si su familia está en Montería, dijo Romoca, a lo cual ‘Pepe’ le respondió: “Por eso no te preocupes Romoca que yo te la entrego en el altar, con mi tío ‘Juancho’ Castro Monsalvo conseguimos los salones del Club Valledupar, con mi compadre Hernando Molina Céspedes consigo que contrate a la banda de Los Picapiedras, con Carlos Alberto Castro Maya, el aguardiente, con los primos Tom, Calixto y Orlando y mi madrina Paulina Mejía de Castro, la Cena, el padre Becerra con la anuencia del obispo Roys y Villalba los casa”.
Romoca a manera de insistir en un NO; pregunta: ¿…y la luna de miel quien me la paga …sino no tengo un peso?. “Por eso no te preocupes que con mi hermano Rodolfo Castro consigo que te preste el apartamento para que disfrutes con tu esposa en las playas del rodadero y con tu padrino Armando Maestre Pavajeau una platica para el viaje de bodas”, le expresó ‘Pepe’ Castro.
Todavía indeciso Romoca insiste: ¿y si me caso quien me lleva a Santa Marta? A lo que Pepe Castro responde: ¿y no querei que los acompañe para que les cocine y les ponga la pijama?