Para Campo Elías Contreras, quien se gana la vida dignamente en la puerta de la Diócesis de Valledupar, la pobreza no ha sido sinónimo de corrupción.
Campo Elías Contreras, oriundo de Sincelejo, es uno de los tantos personajes de Valledupar, que si bien no los parió ésta tierra, los adoptó. Veintiún años son testigo de todo aquello que ha padecido este hombre para ganarse la vida y salir adelante.
Entre las calles 15 y 16 del Centro histórico de Valledupar, en el sector de la Catedral, es normal encontrar a Campo Elías desde muy temprano sirviéndole a la comunidad, limpiando las calles, entregando el periódico, cuidando carros, motos y todo aquello que vaya en pro de la ciudadanía.
Las arrugas en su rostro y sus manos trajinadas, son sinónimo de la experiencia y de los múltiples trabajos que ha hecho, para no quedarse sumido en el olvido. Este batallador dice no entender, porqué la gente teniéndolo “todo” no valoran las cosas, no respetan a los demás y se creen superiores.
Campo Elías Contreras, llegó a Valledupar hace más de dos décadas. A causa de la pérdida de su esposa, buscó refugios en esta ciudad, derrotado por el dolor y la ausencia de su compañera. Tiempo después de permanecer en tierras cesarenses conoció un nuevo amor con quien tuvo dos hijos; pero ésta vez fue abandonado. “Me metí a la droga, a perderme, y matarme porque estaba solo, pero en uno de esos días desolados y tristes, llegué por la Catedral buscando una salida, a esa mala vida que había emprendido, encontré mucho desaseo en estas calles, y de inmediato comencé a hacer obras por aquí. Fui conociendo gente que me quería y decidieron ayudarme”
El trabajo que realiza este servidor de la comunidad, ha sido por su propia voluntad y asegura que no tiene contrato con nadie y que recibe de manera frecuente la ayuda de un sacerdote y del Obispo Monseñor Oscar Vélez, quienes sin esperar nada a cambio le tienden la mano. Con cara de tristeza Campo Elías cuenta que le ha tocado soportar desprecio. “Me han humillado por ser bueno, sólo hago el bien a la comunidad, la Policía vino a llevarme una vez, creían que yo robaba, pero, que me falte el dinero, nunca la honradez”.
Gratis no son los 73 años que tiene, la experiencia que regala todo ese tiempo no se compra, y por eso hoy da consejos a todos los indigentes, que andan en las calles matándose por recoger 2 kilos de cartón y no comen. Campo Elías connota tranquilidad, “trato de buscarle el lado amable siempre a la vida, ante cualquier situación que se presente, fueron muchas las pruebas por las que pasé, pero aquí estoy, no rezo mucho, pero no me falta Dios en el corazón, el amigo fiel que nunca me falla”. Puntualizó
Para Campo Elías Contreras, quien se gana la vida dignamente en la puerta de la Diócesis de Valledupar, la pobreza no ha sido sinónimo de corrupción.
Campo Elías Contreras, oriundo de Sincelejo, es uno de los tantos personajes de Valledupar, que si bien no los parió ésta tierra, los adoptó. Veintiún años son testigo de todo aquello que ha padecido este hombre para ganarse la vida y salir adelante.
Entre las calles 15 y 16 del Centro histórico de Valledupar, en el sector de la Catedral, es normal encontrar a Campo Elías desde muy temprano sirviéndole a la comunidad, limpiando las calles, entregando el periódico, cuidando carros, motos y todo aquello que vaya en pro de la ciudadanía.
Las arrugas en su rostro y sus manos trajinadas, son sinónimo de la experiencia y de los múltiples trabajos que ha hecho, para no quedarse sumido en el olvido. Este batallador dice no entender, porqué la gente teniéndolo “todo” no valoran las cosas, no respetan a los demás y se creen superiores.
Campo Elías Contreras, llegó a Valledupar hace más de dos décadas. A causa de la pérdida de su esposa, buscó refugios en esta ciudad, derrotado por el dolor y la ausencia de su compañera. Tiempo después de permanecer en tierras cesarenses conoció un nuevo amor con quien tuvo dos hijos; pero ésta vez fue abandonado. “Me metí a la droga, a perderme, y matarme porque estaba solo, pero en uno de esos días desolados y tristes, llegué por la Catedral buscando una salida, a esa mala vida que había emprendido, encontré mucho desaseo en estas calles, y de inmediato comencé a hacer obras por aquí. Fui conociendo gente que me quería y decidieron ayudarme”
El trabajo que realiza este servidor de la comunidad, ha sido por su propia voluntad y asegura que no tiene contrato con nadie y que recibe de manera frecuente la ayuda de un sacerdote y del Obispo Monseñor Oscar Vélez, quienes sin esperar nada a cambio le tienden la mano. Con cara de tristeza Campo Elías cuenta que le ha tocado soportar desprecio. “Me han humillado por ser bueno, sólo hago el bien a la comunidad, la Policía vino a llevarme una vez, creían que yo robaba, pero, que me falte el dinero, nunca la honradez”.
Gratis no son los 73 años que tiene, la experiencia que regala todo ese tiempo no se compra, y por eso hoy da consejos a todos los indigentes, que andan en las calles matándose por recoger 2 kilos de cartón y no comen. Campo Elías connota tranquilidad, “trato de buscarle el lado amable siempre a la vida, ante cualquier situación que se presente, fueron muchas las pruebas por las que pasé, pero aquí estoy, no rezo mucho, pero no me falta Dios en el corazón, el amigo fiel que nunca me falla”. Puntualizó