Después de ocurridas las tragedias de dos pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, algunos de los nativos recuerdan el olvido estatal en el que se encuentran los pueblos indígenas.
Por Merlin Duarte García/El Pilón
[email protected]
En la cuna de los Tayrona, como también es llamada la Sierra Nevada de Santa Marta, por ser una monumental y singular civilización, viven alrededor de 30 mil indígenas de los pueblos Kogui, Arhuaco, Wiwa y Kankuamo.
En 1979 la Sierra fue declarada por la Unesco como ‘Reserva de la Biosfera, del Hombre y de la Humanidad’ por ser la montaña más alta del mundo orillas del mar y la más grande de Colombia.
El macizo montañoso es rodeado por 18 municipios de tres departamentos: Cesar, Magdalena y La Guajira. En la parte superior de la Sierra se encuentran tres parques: el Tayrona, Flamencos y el parque Arqueológico Teyuna “Ciudad Perdida”, a cargo del Instituto Colombiano de Antropología e Historia.
De igual modo se encuentran ubicadas algunas autoridades ambientales como: Corpoguajira, Corpomag, Corpocesar y el Ministerio del Medio Ambiente. Pero los más importantes y representativos son los pueblos indígenas, que habitan el lugar desde hace muchos siglos.
Allí el pueblo Wiwa tiene alrededor de 34 comunidades: 10 en el Cesar, 20 en La Guajira y 4 en el Magdalena, con una duración de casi 30 años, resultado de una migración que hubo de indígenas del Cesar y parte de La Guajira hacia esa zona del Magdalena. Actualmente esta población tiene cerca de 900 habitantes, en cercanías de la cuenca del río Guachaca.
El pueblo Kankuamo cuenta con varias comunidades asentadas en el departamento del Cesar, en Río Seco hasta llegar a los corregimientos de Guatapurí y Chemesquemena, jurisdicción de Valledupar, por donde atraviesa la cuenca del Guatapurí y del río Badillo.
El pueblo Arhuaco también se encuentra ubicado en cercanías al río Guatapurí y del río Ariguaní, hasta llegar al municipio de Fundación, en cercanías a Palomino.
Los indígenas Kogui habitan, en su mayoría, en cercanías al río Guatapurí, mientras que otros viven en poblaciones como Pueblo Viejo, río Ancho, Palomino, otros tanto se encuentran cerca al río Caña, en San Pedro de la Sierra hasta Fundación.
Para todos estos pueblos la Sierra Nevada de Santa Marta más que un hogar significa ‘El corazón del mundo’.
“Es allí donde a nosotros nos dejaron, donde la unidad central de los mamakes siempre nos viven orientando, es donde se bombea el agua que surte a los diferentes habitantes que están en la parte baja de la Sierra”, mencionó Pedro Loperena, miembro de la Comisión de Derechos Humanos del pueblo Wiwa.
Pero en ese ‘Corazón del mundo’ dos hechos enlutaron a los nativos. El primero ocurrió la noche del domingo 5 de octubre del presente año en la comunidad Kemakumake, del pueblo Wiwa, en donde cayó un rayo que acabó con la vida de 11 nativos y dejó heridos alrededor de 20 más.
La segunda ocurrió dos días después del trágico hecho. Esta vez la comunidad afectada fue la Arhuaca, donde fallecieron seis personas (cinco menores y una mujer de 20 años) por un alud de tierra que sepultó una de las viviendas ubicadas en la vereda El Cincuenta, próxima al municipio de Fundación.
En el interior de la casa se encontraba Francisco Izquierdo, de 44 años,
su pareja, Griselda Álvarez Díaz, de 39 años (ambos sobrevivientes) y sus cinco hijos, menores de edad, de los cuales solo sobrevivió uno, que posteriormente fue rescatado por el Ejército. También se encontraba en la residencia Mariana Izquierdo Fresco, de 20 años, vecina del sector, quien se encontraba con su hijo de un mes de nacido.
Estos dos terribles acontecimientos entristecieron a los originarios de la Sierra, quienes hoy esperaban más designios de la madre tierra, que según su cosmología seguirá cobrando al mundo por el maltrato a la naturaleza.
Reasentamiento
Debido a la crítica situación que se presentó el pasado lunes, y al avanzado estado de descomposición de los 11 cuerpos de los nativos que permanecen la maloka, los habitantes de Kemakumake comienzan a prepararse para el reasentamiento.
Aunque las autoridades nativas no saben en qué lugar quedaría ubicado el nuevo pueblo, los Wiwas que vivían en el resguardo comenzaron a bajar desde el jueves. En Kemakume no puede quedar nadie porque según los presagios de los nativos, la fuerza de la naturaleza seguirá.
Luego que el rayo que esperan los nativos caiga para recoger a sus muertos, los indígenas volverán al sitio de la tragedia para construir una muralla de piedra en la maloka, en donde están ubicados actualmente los cofres fúnebres, sitio en donde cayó la descarga eléctrica natural que acabó con la vida de los indígenas.
Por otra parte, el gobierno distrital de Santa Marta busca que se declare calamidad pública por desastre natural en la zona para que se facilite consecución de los recursos para la reubicación.
El gobierno distrital también propone la instalación de pararrayos en puntos estratégicos de la Sierra Nevada, para evitar otro tipo de tragedias como la sucedida en días pasados.
¿Qué significan las tragedias?
“Estos dos hechos lamentables que sucedieron tanto con el pueblo Wiwa como con el pueblo Arhuaco es algo muy trágico que enmarca la historia por primera vez de ambos pueblos”, explicó Pedro Loperena.
Sin embargo, para Loperena “todo está escrito, con el destino no se pelea. Lo que va a pasar, sucede y en este caso estaba escrito que eso pasaría”.
Por eso, desde este momento las personas deberán comenzar a revisarse a analizarse, porque “no sólo son los pueblos indígenas, también los hermanos no indígenas, porque se observa que alrededor de la Sierra no se habían presentado hechos tan lamentables”.
Esto, al parecer, sucede desde que se viene atacando fuertemente lugares importantes que están alrededor de la Sierra Nevada, a través de la Línea Negra, una línea divisoria dentro de lo que los indígenas consideran como su territorio ancestral.
“Ese es apenas el comienzo, es lo que nos han dicho ahora que estuvimos por allá, que las cosas se van a poner complicadas, en el sentido de que si no tenemos un poco de sentido de pertenencia con la tierra, que ha sido atacada de tal manera”, dijo el miembro de los Derechos Humanos.
Comunidades olvidadas
La población Wiwa hace parte del resguardo Kogui-Malayo-Arhuaco, constituido para tres etnias hace tres años, conformada por el inconformismo de la etnia que estuvo marginada de las políticas nacionales, de recursos públicos, estaban sin participación ante la nación, según informó a EL PILÓN José Gregorio Rodríguez, asesor administrativo de la Población Wiwa.
Esta población estuvo en medio de un conflicto, porque fueron zonas donde se ubicaron los paramilitares. Otra de las luchas del pueblo Wiwa fue la de recuperación del territorio, de donde fueron despojados en los 80, por la compra de zonas cocaleras y marimbera, en donde a finales de la década murieron varios nativos a manos de los grupos al margen de la ley.
A eso se le suma que en el año 2005, según los representantes de la etnia, a los Wiwas se les dieron medidas cautelares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es decir que para dicho tiempo el único derecho que rescataban a este pueblo era el de la existencia, más no el de mejorar sus condiciones, establecer prioridades sobre los pueblos en vía de exterminio no se ha hecho hasta el momento.
“Una de las consecuencias grandes del pueblo Wiwa tiene que ver con la inversión social, hay comunidades que todavía no tienen un colegio, a veces tienen una casa de bahareque con sillas que ellos mismos construyen, en el tema de salud sólo encontramos un puesto de atención en la zona”, dijo Rodríguez.
El nativo expresó que esta situación se presenta en la mayoría de pueblos de la Sierra Nevada, porque las ayudas estatales solo llegan a algunos, a los más cercanos a las ciudades.
Otro tema es la falta de transferencia, la población Wiwa del distrito de Santa Marta tiene casi cuatro años de no ejecutar el recurso que les envía directamente el Estado y que sólo la administra la Alcaldía, la que al parecer tampoco demuestra inversión, así como departamento, que deben mejorar las condiciones de los nativos, es decir todo ello hace parte de un absoluto abandono estatal.
“Lastimosamente, cuando suceden estos hechos parece que todas las instituciones quisieran ganar un protagonismo o mostrar que realmente que es otra cara la que viven las poblaciones indígenas. Eso es en lo que no estamos de acuerdo, porque no es el hecho que suceda esto: aquí estoy yo, tómate una foto conmigo y chao. El temor más grande de la población que pasada una semana o 15 días, todas las instituciones se olviden de lo que sucedió”, declaró el indígena.
Después de ocurridas las tragedias de dos pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, algunos de los nativos recuerdan el olvido estatal en el que se encuentran los pueblos indígenas.
Por Merlin Duarte García/El Pilón
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En la cuna de los Tayrona, como también es llamada la Sierra Nevada de Santa Marta, por ser una monumental y singular civilización, viven alrededor de 30 mil indígenas de los pueblos Kogui, Arhuaco, Wiwa y Kankuamo.
En 1979 la Sierra fue declarada por la Unesco como ‘Reserva de la Biosfera, del Hombre y de la Humanidad’ por ser la montaña más alta del mundo orillas del mar y la más grande de Colombia.
El macizo montañoso es rodeado por 18 municipios de tres departamentos: Cesar, Magdalena y La Guajira. En la parte superior de la Sierra se encuentran tres parques: el Tayrona, Flamencos y el parque Arqueológico Teyuna “Ciudad Perdida”, a cargo del Instituto Colombiano de Antropología e Historia.
De igual modo se encuentran ubicadas algunas autoridades ambientales como: Corpoguajira, Corpomag, Corpocesar y el Ministerio del Medio Ambiente. Pero los más importantes y representativos son los pueblos indígenas, que habitan el lugar desde hace muchos siglos.
Allí el pueblo Wiwa tiene alrededor de 34 comunidades: 10 en el Cesar, 20 en La Guajira y 4 en el Magdalena, con una duración de casi 30 años, resultado de una migración que hubo de indígenas del Cesar y parte de La Guajira hacia esa zona del Magdalena. Actualmente esta población tiene cerca de 900 habitantes, en cercanías de la cuenca del río Guachaca.
El pueblo Kankuamo cuenta con varias comunidades asentadas en el departamento del Cesar, en Río Seco hasta llegar a los corregimientos de Guatapurí y Chemesquemena, jurisdicción de Valledupar, por donde atraviesa la cuenca del Guatapurí y del río Badillo.
El pueblo Arhuaco también se encuentra ubicado en cercanías al río Guatapurí y del río Ariguaní, hasta llegar al municipio de Fundación, en cercanías a Palomino.
Los indígenas Kogui habitan, en su mayoría, en cercanías al río Guatapurí, mientras que otros viven en poblaciones como Pueblo Viejo, río Ancho, Palomino, otros tanto se encuentran cerca al río Caña, en San Pedro de la Sierra hasta Fundación.
Para todos estos pueblos la Sierra Nevada de Santa Marta más que un hogar significa ‘El corazón del mundo’.
“Es allí donde a nosotros nos dejaron, donde la unidad central de los mamakes siempre nos viven orientando, es donde se bombea el agua que surte a los diferentes habitantes que están en la parte baja de la Sierra”, mencionó Pedro Loperena, miembro de la Comisión de Derechos Humanos del pueblo Wiwa.
Pero en ese ‘Corazón del mundo’ dos hechos enlutaron a los nativos. El primero ocurrió la noche del domingo 5 de octubre del presente año en la comunidad Kemakumake, del pueblo Wiwa, en donde cayó un rayo que acabó con la vida de 11 nativos y dejó heridos alrededor de 20 más.
La segunda ocurrió dos días después del trágico hecho. Esta vez la comunidad afectada fue la Arhuaca, donde fallecieron seis personas (cinco menores y una mujer de 20 años) por un alud de tierra que sepultó una de las viviendas ubicadas en la vereda El Cincuenta, próxima al municipio de Fundación.
En el interior de la casa se encontraba Francisco Izquierdo, de 44 años,
su pareja, Griselda Álvarez Díaz, de 39 años (ambos sobrevivientes) y sus cinco hijos, menores de edad, de los cuales solo sobrevivió uno, que posteriormente fue rescatado por el Ejército. También se encontraba en la residencia Mariana Izquierdo Fresco, de 20 años, vecina del sector, quien se encontraba con su hijo de un mes de nacido.
Estos dos terribles acontecimientos entristecieron a los originarios de la Sierra, quienes hoy esperaban más designios de la madre tierra, que según su cosmología seguirá cobrando al mundo por el maltrato a la naturaleza.
Reasentamiento
Debido a la crítica situación que se presentó el pasado lunes, y al avanzado estado de descomposición de los 11 cuerpos de los nativos que permanecen la maloka, los habitantes de Kemakumake comienzan a prepararse para el reasentamiento.
Aunque las autoridades nativas no saben en qué lugar quedaría ubicado el nuevo pueblo, los Wiwas que vivían en el resguardo comenzaron a bajar desde el jueves. En Kemakume no puede quedar nadie porque según los presagios de los nativos, la fuerza de la naturaleza seguirá.
Luego que el rayo que esperan los nativos caiga para recoger a sus muertos, los indígenas volverán al sitio de la tragedia para construir una muralla de piedra en la maloka, en donde están ubicados actualmente los cofres fúnebres, sitio en donde cayó la descarga eléctrica natural que acabó con la vida de los indígenas.
Por otra parte, el gobierno distrital de Santa Marta busca que se declare calamidad pública por desastre natural en la zona para que se facilite consecución de los recursos para la reubicación.
El gobierno distrital también propone la instalación de pararrayos en puntos estratégicos de la Sierra Nevada, para evitar otro tipo de tragedias como la sucedida en días pasados.
¿Qué significan las tragedias?
“Estos dos hechos lamentables que sucedieron tanto con el pueblo Wiwa como con el pueblo Arhuaco es algo muy trágico que enmarca la historia por primera vez de ambos pueblos”, explicó Pedro Loperena.
Sin embargo, para Loperena “todo está escrito, con el destino no se pelea. Lo que va a pasar, sucede y en este caso estaba escrito que eso pasaría”.
Por eso, desde este momento las personas deberán comenzar a revisarse a analizarse, porque “no sólo son los pueblos indígenas, también los hermanos no indígenas, porque se observa que alrededor de la Sierra no se habían presentado hechos tan lamentables”.
Esto, al parecer, sucede desde que se viene atacando fuertemente lugares importantes que están alrededor de la Sierra Nevada, a través de la Línea Negra, una línea divisoria dentro de lo que los indígenas consideran como su territorio ancestral.
“Ese es apenas el comienzo, es lo que nos han dicho ahora que estuvimos por allá, que las cosas se van a poner complicadas, en el sentido de que si no tenemos un poco de sentido de pertenencia con la tierra, que ha sido atacada de tal manera”, dijo el miembro de los Derechos Humanos.
Comunidades olvidadas
La población Wiwa hace parte del resguardo Kogui-Malayo-Arhuaco, constituido para tres etnias hace tres años, conformada por el inconformismo de la etnia que estuvo marginada de las políticas nacionales, de recursos públicos, estaban sin participación ante la nación, según informó a EL PILÓN José Gregorio Rodríguez, asesor administrativo de la Población Wiwa.
Esta población estuvo en medio de un conflicto, porque fueron zonas donde se ubicaron los paramilitares. Otra de las luchas del pueblo Wiwa fue la de recuperación del territorio, de donde fueron despojados en los 80, por la compra de zonas cocaleras y marimbera, en donde a finales de la década murieron varios nativos a manos de los grupos al margen de la ley.
A eso se le suma que en el año 2005, según los representantes de la etnia, a los Wiwas se les dieron medidas cautelares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es decir que para dicho tiempo el único derecho que rescataban a este pueblo era el de la existencia, más no el de mejorar sus condiciones, establecer prioridades sobre los pueblos en vía de exterminio no se ha hecho hasta el momento.
“Una de las consecuencias grandes del pueblo Wiwa tiene que ver con la inversión social, hay comunidades que todavía no tienen un colegio, a veces tienen una casa de bahareque con sillas que ellos mismos construyen, en el tema de salud sólo encontramos un puesto de atención en la zona”, dijo Rodríguez.
El nativo expresó que esta situación se presenta en la mayoría de pueblos de la Sierra Nevada, porque las ayudas estatales solo llegan a algunos, a los más cercanos a las ciudades.
Otro tema es la falta de transferencia, la población Wiwa del distrito de Santa Marta tiene casi cuatro años de no ejecutar el recurso que les envía directamente el Estado y que sólo la administra la Alcaldía, la que al parecer tampoco demuestra inversión, así como departamento, que deben mejorar las condiciones de los nativos, es decir todo ello hace parte de un absoluto abandono estatal.
“Lastimosamente, cuando suceden estos hechos parece que todas las instituciones quisieran ganar un protagonismo o mostrar que realmente que es otra cara la que viven las poblaciones indígenas. Eso es en lo que no estamos de acuerdo, porque no es el hecho que suceda esto: aquí estoy yo, tómate una foto conmigo y chao. El temor más grande de la población que pasada una semana o 15 días, todas las instituciones se olviden de lo que sucedió”, declaró el indígena.