Publicidad
Categorías
Categorías
Entrevista - 7 septiembre, 2016

“El problema de la tierra hay que resolverlo”

El libro publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica es el resultado de una investigación periodística que se centra en los hechos de violencia ocurridos entre 1995 y 2006, en los que predominó el control paramilitar.

Esta es la portada del libro ‘La maldita Tierra’, que recibió apoyo financiero del movimiento holandés por la paz.
Esta es la portada del libro ‘La maldita Tierra’, que recibió apoyo financiero del movimiento holandés por la paz.
Boton Wpp

‘La maldita tierra’, guerrilla, paramilitares, mineras y conflicto armado en el departamento del Cesar’, es el nombre de la reciente publicación que hace el Centro Nacional de Memoria Histórica, en el que analiza desde el testimonio de víctimas y victimarios los sucesos que se vivieron en el departamento del Cesar en su historia reciente.

Con un acto al que asistieron campesinos, la mayoría despojados de sus tierras, fue presentado este informe en Valledupar, con la presencia de uno de sus autores, el periodista César Molinares Dueñas, quien durante meses recorrió el centro minero del Cesar y se entrevistó con diversas fuentes.

En esta investigación también participó el periodista Nathan Jaccar, la cual califica como un relato alrededor de penosos hechos sobre los que ha girado el conflicto armado en la zona minera, en la que sus habitantes más que prosperidad y desarrollado, han sufrido todo el rigor de la guerra.

¿Por qué ese nombre… ‘La maldita tierra’?

El título es una provocación para ver como una de las cosas más añoradas por muchos estamentos de la sociedad colombiana, en especial en el Cesar, se vuelve casi que en una maldición. En vez de ser una bendición en un país tan católico, se vuelve objeto de disputa, que genera conflictos, muertes, desplazamientos.

Casualmente el excontralor general de la República, Antonio Hernández Gamarra, llamó hace algunos años “la maldición de las regalías” a lo que ocurrían con la inversión de estos dineros en municipios mineros del Cesar…

Cuando uno ve como la guerra ha permeado el país, se empieza a ver que una de las primeras afectadas es la democracia. La guerra por el control de los recursos ha estado también en el epicentro de como los grupos armados han tratado de capturar al Estado para seguir alimentado como un combustible, sus finanzas, mantener aparatos militares y creo que en cierta manera las regalías cuando se hace este sistema de repartición de las riquezas para los municipios que están en el corredor minero, en vez de traer prosperidad lo que trajeron fue corrupción, obras que nunca se han hecho, obras que son elefantes blancos, indolentes ante una población que tiene muchas necesidades insatisfechas no solo en lo básico, sino en la prosperidad. Uno cuando va a esos municipios ve gente pobre, que no se ha podido superar, que no se ha podido educar, darles un mejor bienestar a sus hijos, eso es una de las consecuencias de la guerra, que la plata va a otras partes menos a la población.

 

Muchas de las personas que asistieron a la presentación de este libro, son campesinos que han esperado años para volver a sus tierras. ¿Qué les espera a ellos?

Yo creo que han sido unas comunidades resistentes en el sentido de que a pesar que los han masacrado, que los han sacado de sus tierras, que les han prohibido tener un título que es un papel, que no han podido cultivar, que no han podido darles un bienestar a sus familias, esta gente es muy valiente porque han seguido intentado acceder a algo que es suyo.

Muchos de estos campesinos a pesar de estar 20, 30 años exiliados en las ciudades, todavía insisten en volver y eso es de las cosas que uno valora mucho, el gesto de coraje, de persistencia. Pero desafortunadamente el Estado siempre ha sido inequitativo en como trata a una empresa o alguien que tiene poder, frente a un campesino que en teoría debería tener el amparo del Estado.

Yo creo que ese es un cuestionamiento que hace el libro de como el Estado se ha procurado por defender intereses de quienes tienen poder en lo económico, político y estas personas que bajo la luz de la Constitución son iguales siempre han tenido un trato casi que indolente.

Usted insinúa en su libro, en dos mapas exactamente, que justo donde están las concesiones mineras es donde está el gran despojo en el Cesar. ¿Es simple casualidad o qué quiere decir con esto?

Hay un patrón. Nosotros visualizábamos hace unos días que cuando el conflicto por la tierra se da en las zonas donde hay riquezas, si se empieza a trasponer los mapas uno se da cuenta que donde hay mayores solicitudes de restitución de campesinos, es precisamente donde más se han dado títulos mineros y donde hay el mayor porcentaje de informalidad de la tierra, campesinos que no tienen títulos, que nunca lograron legalizar parcelaciones y que hoy están pidiendo al Estado que les devuelva algo que nunca les tituló, o donde fueron obligados a vender a bajos precios, o donde el Estado les dijo que no podía defenderlos, y le tocó salir a vender a bajo precio, pero donde el Estado sí tituló de manera ágil y eficaz títulos mineros. Entonces uno ve esa contradicción, como el Estado si es ágil para unas cosas, pero torticero para otras.

 

¿Y después del libro qué?

Lo primero que es que se cumpla la ley, que se restituya a quien tiene derecho a la restitución, y que también en cierta manera empecemos a hacer tránsito y que la sociedad sea consciente de que no solo los actores armados cometieron atrocidades, porque aquí se ha querido vender políticamente de que se está persiguiendo a personas o empresas sin ninguna razón, cuando la triste realidad es que tenemos que enfrentarnos como sociedad a que sectores de esa sociedad se involucraron en el conflicto.

¿Es tan grave el problema de tierra en el Cesar?

No se puede decir que por más o por menos sea grave o menos grave, yo creo que el país está enfrentando una realidad de que el problema por la tierra es un eje central y hay que resolverlo.

En el Cesar obviamente el problema se concentra en ciertas zonas, en otras regiones del país, estamos hablando por ejemplo de comunidades indígenas, en donde se les violentaron sus derechos, en donde se les desplazó o expulsó, comunidades afros, o hay otro tipo de industrias extractivas que se aprovecharon de campesinos, el caso del Meta en donde hay acumulación de baldíos por parte de grandes empresas, donde no hay campesinos pero sí hay acumulación de baldíos.

El tema de la tierra acá tiene que ver con una élite o unos sectores de la sociedad que se han resistido históricamente en ceder incluso propiedades del Estado, o se han aprovechado para comprar a bajo precio.

Entonces es empezar a ver cómo la sociedad cede porque hay que superar la pobreza, la inequidad, una cantidad de cosas que la sociedad cesarense empiece a ver como necesarias para bajar la conflictividad.

 

Por Ana María Ferrer/EL PILÓN

 

Entrevista
7 septiembre, 2016

“El problema de la tierra hay que resolverlo”

El libro publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica es el resultado de una investigación periodística que se centra en los hechos de violencia ocurridos entre 1995 y 2006, en los que predominó el control paramilitar.


Esta es la portada del libro ‘La maldita Tierra’, que recibió apoyo financiero del movimiento holandés por la paz.
Esta es la portada del libro ‘La maldita Tierra’, que recibió apoyo financiero del movimiento holandés por la paz.
Boton Wpp

‘La maldita tierra’, guerrilla, paramilitares, mineras y conflicto armado en el departamento del Cesar’, es el nombre de la reciente publicación que hace el Centro Nacional de Memoria Histórica, en el que analiza desde el testimonio de víctimas y victimarios los sucesos que se vivieron en el departamento del Cesar en su historia reciente.

Con un acto al que asistieron campesinos, la mayoría despojados de sus tierras, fue presentado este informe en Valledupar, con la presencia de uno de sus autores, el periodista César Molinares Dueñas, quien durante meses recorrió el centro minero del Cesar y se entrevistó con diversas fuentes.

En esta investigación también participó el periodista Nathan Jaccar, la cual califica como un relato alrededor de penosos hechos sobre los que ha girado el conflicto armado en la zona minera, en la que sus habitantes más que prosperidad y desarrollado, han sufrido todo el rigor de la guerra.

¿Por qué ese nombre… ‘La maldita tierra’?

El título es una provocación para ver como una de las cosas más añoradas por muchos estamentos de la sociedad colombiana, en especial en el Cesar, se vuelve casi que en una maldición. En vez de ser una bendición en un país tan católico, se vuelve objeto de disputa, que genera conflictos, muertes, desplazamientos.

Casualmente el excontralor general de la República, Antonio Hernández Gamarra, llamó hace algunos años “la maldición de las regalías” a lo que ocurrían con la inversión de estos dineros en municipios mineros del Cesar…

Cuando uno ve como la guerra ha permeado el país, se empieza a ver que una de las primeras afectadas es la democracia. La guerra por el control de los recursos ha estado también en el epicentro de como los grupos armados han tratado de capturar al Estado para seguir alimentado como un combustible, sus finanzas, mantener aparatos militares y creo que en cierta manera las regalías cuando se hace este sistema de repartición de las riquezas para los municipios que están en el corredor minero, en vez de traer prosperidad lo que trajeron fue corrupción, obras que nunca se han hecho, obras que son elefantes blancos, indolentes ante una población que tiene muchas necesidades insatisfechas no solo en lo básico, sino en la prosperidad. Uno cuando va a esos municipios ve gente pobre, que no se ha podido superar, que no se ha podido educar, darles un mejor bienestar a sus hijos, eso es una de las consecuencias de la guerra, que la plata va a otras partes menos a la población.

 

Muchas de las personas que asistieron a la presentación de este libro, son campesinos que han esperado años para volver a sus tierras. ¿Qué les espera a ellos?

Yo creo que han sido unas comunidades resistentes en el sentido de que a pesar que los han masacrado, que los han sacado de sus tierras, que les han prohibido tener un título que es un papel, que no han podido cultivar, que no han podido darles un bienestar a sus familias, esta gente es muy valiente porque han seguido intentado acceder a algo que es suyo.

Muchos de estos campesinos a pesar de estar 20, 30 años exiliados en las ciudades, todavía insisten en volver y eso es de las cosas que uno valora mucho, el gesto de coraje, de persistencia. Pero desafortunadamente el Estado siempre ha sido inequitativo en como trata a una empresa o alguien que tiene poder, frente a un campesino que en teoría debería tener el amparo del Estado.

Yo creo que ese es un cuestionamiento que hace el libro de como el Estado se ha procurado por defender intereses de quienes tienen poder en lo económico, político y estas personas que bajo la luz de la Constitución son iguales siempre han tenido un trato casi que indolente.

Usted insinúa en su libro, en dos mapas exactamente, que justo donde están las concesiones mineras es donde está el gran despojo en el Cesar. ¿Es simple casualidad o qué quiere decir con esto?

Hay un patrón. Nosotros visualizábamos hace unos días que cuando el conflicto por la tierra se da en las zonas donde hay riquezas, si se empieza a trasponer los mapas uno se da cuenta que donde hay mayores solicitudes de restitución de campesinos, es precisamente donde más se han dado títulos mineros y donde hay el mayor porcentaje de informalidad de la tierra, campesinos que no tienen títulos, que nunca lograron legalizar parcelaciones y que hoy están pidiendo al Estado que les devuelva algo que nunca les tituló, o donde fueron obligados a vender a bajos precios, o donde el Estado les dijo que no podía defenderlos, y le tocó salir a vender a bajo precio, pero donde el Estado sí tituló de manera ágil y eficaz títulos mineros. Entonces uno ve esa contradicción, como el Estado si es ágil para unas cosas, pero torticero para otras.

 

¿Y después del libro qué?

Lo primero que es que se cumpla la ley, que se restituya a quien tiene derecho a la restitución, y que también en cierta manera empecemos a hacer tránsito y que la sociedad sea consciente de que no solo los actores armados cometieron atrocidades, porque aquí se ha querido vender políticamente de que se está persiguiendo a personas o empresas sin ninguna razón, cuando la triste realidad es que tenemos que enfrentarnos como sociedad a que sectores de esa sociedad se involucraron en el conflicto.

¿Es tan grave el problema de tierra en el Cesar?

No se puede decir que por más o por menos sea grave o menos grave, yo creo que el país está enfrentando una realidad de que el problema por la tierra es un eje central y hay que resolverlo.

En el Cesar obviamente el problema se concentra en ciertas zonas, en otras regiones del país, estamos hablando por ejemplo de comunidades indígenas, en donde se les violentaron sus derechos, en donde se les desplazó o expulsó, comunidades afros, o hay otro tipo de industrias extractivas que se aprovecharon de campesinos, el caso del Meta en donde hay acumulación de baldíos por parte de grandes empresas, donde no hay campesinos pero sí hay acumulación de baldíos.

El tema de la tierra acá tiene que ver con una élite o unos sectores de la sociedad que se han resistido históricamente en ceder incluso propiedades del Estado, o se han aprovechado para comprar a bajo precio.

Entonces es empezar a ver cómo la sociedad cede porque hay que superar la pobreza, la inequidad, una cantidad de cosas que la sociedad cesarense empiece a ver como necesarias para bajar la conflictividad.

 

Por Ana María Ferrer/EL PILÓN