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Editorial - 29 abril, 2025

Por favor, se requiere una luz para el conflicto indígena

Cuando se creía que ya estaban superadas esas antiguas épocas de guerras indígenas en nuestro territorio, en las estribaciones de la Sierra Nevada, muy cerca de Valledupar, esta semana se registraron enfrentamientos violentos entre dos comunidades étnicas hermanas: arhuacos vs. kankuamos

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Cuando se creía que ya estaban superadas esas antiguas épocas de guerras indígenas en nuestro territorio, en las estribaciones de la Sierra Nevada, muy cerca de Valledupar, esta semana se registraron enfrentamientos violentos entre dos comunidades étnicas hermanas: arhuacos vs. kankuamos

No se entiende esa pelea entre dos pueblos indígenas raizales que comparten los mismos territorios y una que otra costumbre, con intereses comunes en pro de la defensa de la naturaleza, lo que hace pensar que deberían estar unidos entre ellos cuidando la tierra frente al accionar de la población no indígena.

Lo cierto es que los orígenes de este conflicto indígena no son lo suficientemente claros, se cree que es una disputa de un predio comprado por los kankuamos y que ahora los arhuacos reclaman para realizar allí algunos rituales propios de sus costumbres ancestrales.

El ambiente es de confusión tanto para la mayoría de los miembros de estos pueblos indígenas como para la población no indígena. Tal parecer que se trata de un pleito entre dos sectores aislados pero que ahora pretenden involucrar de manera general a todos los miembros de los dos pueblos indígenas, llevándolos al extremo de la confrontación violenta como acaba de ocurrir y que dejó como saldo varios heridos.

Es evidente que hace falta un liderazgo natural o una autoridad indígena bien definida entre una y otra comunidad, capaz de imponer orden y evitar la materialización de hechos violentos. También ha existido, desde hace mucho tiempo, falta de claridad de los alcances de las leyes indígenas frente a los límites de las normas del Estado.

Preocupa que ese enrarecido ambiente de división se viene presentando al interior de las comunidades arhuacas desde hace más de un año, pero que ahora, por la falta de unidad de mando, trasciende a otras como la kankuama, lo cual comenzó a agudizarse con la elección del cabildo gobernador arhuaco, unos a favor de Zarwawiko Torres y otros en su contra, incluidas las autoridades gubernamentales como el Ministerio del Interior que hasta la fecha no ha certificado de manera oficial dicha escogencia.

La situación ya no solo afecta a los territorios indígenas, sino que también genera trastornos en zonas urbanas de Valledupar a raíz de las multitudinarias marchas y bloqueos de vías de acceso a la ciudad como ya sucedió una vez.

Inquieta la tensión que en estos momentos se vive en los territorios indígenas de la Sierra Nevada y que se irradia hasta Valledupar, algo que contrasta con lo que se considera debería ser una región sagrada de paz y saber ancestral. La complejidad del asunto amerita la intervención de una autoridad mayor, tanto local como nacional para que apoye y ayude a dar luces a nuestros hermanos mayores a encontrar una solución saludable a sus conflictos.

No se puede permitir que la violencia suplante el diálogo, ni que las diferencias culturales e intereses económicos y políticos se conviertan en muros insuperables entre nuestros pueblos raizales.

Estos recientes hechos demuestran que los pueblos indígenas no pueden seguir resolviendo ellos solos los problemas que les impone un mundo que muchas veces los margina o los utiliza según intereses políticos o económicos. Es urgente que retorne la paz entre los kankuamos y arhuacos, además de la superación del agrietamiento interno de la comunidad arhuaca.

Editorial
29 abril, 2025

Por favor, se requiere una luz para el conflicto indígena

Cuando se creía que ya estaban superadas esas antiguas épocas de guerras indígenas en nuestro territorio, en las estribaciones de la Sierra Nevada, muy cerca de Valledupar, esta semana se registraron enfrentamientos violentos entre dos comunidades étnicas hermanas: arhuacos vs. kankuamos


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Cuando se creía que ya estaban superadas esas antiguas épocas de guerras indígenas en nuestro territorio, en las estribaciones de la Sierra Nevada, muy cerca de Valledupar, esta semana se registraron enfrentamientos violentos entre dos comunidades étnicas hermanas: arhuacos vs. kankuamos

No se entiende esa pelea entre dos pueblos indígenas raizales que comparten los mismos territorios y una que otra costumbre, con intereses comunes en pro de la defensa de la naturaleza, lo que hace pensar que deberían estar unidos entre ellos cuidando la tierra frente al accionar de la población no indígena.

Lo cierto es que los orígenes de este conflicto indígena no son lo suficientemente claros, se cree que es una disputa de un predio comprado por los kankuamos y que ahora los arhuacos reclaman para realizar allí algunos rituales propios de sus costumbres ancestrales.

El ambiente es de confusión tanto para la mayoría de los miembros de estos pueblos indígenas como para la población no indígena. Tal parecer que se trata de un pleito entre dos sectores aislados pero que ahora pretenden involucrar de manera general a todos los miembros de los dos pueblos indígenas, llevándolos al extremo de la confrontación violenta como acaba de ocurrir y que dejó como saldo varios heridos.

Es evidente que hace falta un liderazgo natural o una autoridad indígena bien definida entre una y otra comunidad, capaz de imponer orden y evitar la materialización de hechos violentos. También ha existido, desde hace mucho tiempo, falta de claridad de los alcances de las leyes indígenas frente a los límites de las normas del Estado.

Preocupa que ese enrarecido ambiente de división se viene presentando al interior de las comunidades arhuacas desde hace más de un año, pero que ahora, por la falta de unidad de mando, trasciende a otras como la kankuama, lo cual comenzó a agudizarse con la elección del cabildo gobernador arhuaco, unos a favor de Zarwawiko Torres y otros en su contra, incluidas las autoridades gubernamentales como el Ministerio del Interior que hasta la fecha no ha certificado de manera oficial dicha escogencia.

La situación ya no solo afecta a los territorios indígenas, sino que también genera trastornos en zonas urbanas de Valledupar a raíz de las multitudinarias marchas y bloqueos de vías de acceso a la ciudad como ya sucedió una vez.

Inquieta la tensión que en estos momentos se vive en los territorios indígenas de la Sierra Nevada y que se irradia hasta Valledupar, algo que contrasta con lo que se considera debería ser una región sagrada de paz y saber ancestral. La complejidad del asunto amerita la intervención de una autoridad mayor, tanto local como nacional para que apoye y ayude a dar luces a nuestros hermanos mayores a encontrar una solución saludable a sus conflictos.

No se puede permitir que la violencia suplante el diálogo, ni que las diferencias culturales e intereses económicos y políticos se conviertan en muros insuperables entre nuestros pueblos raizales.

Estos recientes hechos demuestran que los pueblos indígenas no pueden seguir resolviendo ellos solos los problemas que les impone un mundo que muchas veces los margina o los utiliza según intereses políticos o económicos. Es urgente que retorne la paz entre los kankuamos y arhuacos, además de la superación del agrietamiento interno de la comunidad arhuaca.