“Desaprendiendo lo aprendido” nos motiva a implementar acciones que nos permitan dar razones para trazar una nueva ruta en respuesta al campo y su sostenibilidad, debido a que el mundo demanda más alimentos, pero los suelos cada día ofrecen menos posibilidades de producirlos espontáneamente, como consecuencia de la sobreexplotación y el mal manejo que hicimos de estos desde que se puso en marcha una nueva forma de producción, que no fue otra cosa que la utilización de implementos agrícolas mal diseñados —no por agrónomos—, los cuales deformaron la estructura del suelo.
Esa estructura se formó durante miles de años producto del intemperismo y la meteorización biológica, procesos que, en varias etapas geológicas y ambientales, fueron perfeccionando los suelos y nos permitieron definir la vocación de cada tipo, que estaba totalmente constituido para producir diferentes especies que nos sirvieron de alimento. Solo había que seguir rotando su uso, tal como lo hacían nuestros aborígenes.
Asimismo, afectamos su composición física y biológica, que se disturbó ante la aplicación excesiva de pesticidas y fertilizantes derivados del petróleo. Si bien hemos avanzado un poco en biotecnología, logrando producir granos enriquecidos con vitaminas esenciales, también —no sin ciertos interrogantes— hemos creado, a través de la transgénesis, materiales resistentes a plagas y al efecto de herbicidas.
Hemos dejado atrás nuestra verdadera vocación: la de realizar cultivos tropicales, por culpa de una política agrícola equivocada y de la misma educación impartida desde las universidades, que impusieron la agricultura de zonas templadas y la nueva revolución agroquímica como paradigma (recordemos la Revolución Verde), impulsando el monocultivo, un grave error para el medio ecuatorial de alta biodiversidad.
El cambio climático nos obliga a hacer un análisis de lo que fue y de lo que debe hacerse, estableciendo una agricultura que sea amigable con el medio ambiente y una ganadería regenerativa, dentro de un sistema silvopastoril rotativo, sin el uso de herbicidas hormonales como modelo único.
Estamos obligados con la tierra. De ella dependemos. Ser proactivos es una obligación, aprovechando nuestra fortaleza con el compromiso social de implementar acciones de mitigación para frenar lo que se ve venir, e ir adaptando nuestros cultivos a condiciones extremas. Solo se lograría haciéndolo según cada nicho ambiental.
Necesitamos reflexionar sobre el pasado reciente y trazar una hoja de ruta hacia un norte promisorio.
Por: Ciro Castro Castro.












