OPINIÓN

La excomunión de Escalona

Tuve la grata sorpresa de recibir en mi residencia al maestro Julio Oñate Martínez, con quien tuve la oportunidad de deleitarme con sus anécdotas y charlas enriquecedoras sobre la cultura vallenata de antaño.

La excomunión de Escalona

La excomunión de Escalona

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Tuve la grata sorpresa de recibir en mi residencia al maestro Julio Oñate Martínez, con quien tuve la oportunidad de deleitarme con sus anécdotas y charlas enriquecedoras sobre la cultura vallenata de antaño. Coincidencia o no; pero sí buenas casualidades. En ese instante me encontraba acompañado de un trío de guitarras precisamente ensayando unos temas del maestro Rafael Calixto Escalona Martínez, dado que existe un texto inédito de mi autoría y listo para impresión; sobre la vida y obra del maestro Escalona. 

Allí le pedí al maestro Julio Oñate, que escribiera unas líneas sobre este personaje, quien dio mucho para elevar al vallenato a una cúspide de honor y quien con los años se convirtió en el embajador de la música vallenata en todos los rincones del mundo.

Julio, cumplidor de sus promesas, nos regala estas líneas, las cuales van a quedar impresas con el sello editorial Ibáñez; de quien llevó a la música vallenata a su máximo esplendor, reconociendo que la misma se dio a conocer a través de los cantos de Escalona:

“En el año 1958 después de permanecer algunos meses en Bogotá, el maestro Rafa Escalona regresó a Valledupar donde se enteró por boca de todo el mundo del tremendo escándalo que el pueblo de Badillo había protagonizado porque una de sus reliquias sagradas celosamente guardada durante años, había sido sustraída de la iglesia por parte de algunos representantes del clero.

“Fue la época en que se dio un movimiento en todos los pueblos de la provincia por parte de la diócesis, que buscaba repatriar a España muchas de las joyas coloniales que estaban diseminadas en los templos de nuestros pueblos.

“En otros casos fueron retiradas algunas piezas con el fin de restaurarlas, dado que el paso del tiempo las había deteriorado. Fue el caso del cáliz de la pequeña iglesia de Badillo, un corregimiento de Valledupar, que lucía abolladuras, opaco y sin color, que después de ser restaurado en Manizales por un experto en estos menesteres fue devuelto reluciente y que aparentaba ser nueva, por lo que la gente del pueblo decía: no tiene el mismo color, ni pesa lo mismo ¡entonces no es ella! 

“Los moradores se alebrestaron y en tropel se vinieron a Valledupar para reclamar en la diócesis que habían sido objeto de un engaño por parte de los curas. El maestro Escalona, enterado de lo ocurrido, tuvo motivos suficientes para componer uno de sus más célebres cantos:

La custodia de Badillo

“Parece que el pueblo e´ Badillo se ha puesto de malas; de malas porque su reliquia la quieren cambiar… Primero fue con San Antonio, lo hizo Enrique Maya; ahora la cosa es distinta les voy a contar: 

“En la casa de Gregorio muy segura estaba, una reliquia de pueblo tipo colonial, era una custodia linda, muy grande y pesada y ahora por una liviana la quieren cambiar… 

“Se la llevaron, se la llevaron, se la llevaron, ya se perdió (bis) Lo que pasa es que la tiene un ratero honrado… lo que ocurre es que un honrado se la robó…”.

El maestro Escalona en su canto habla de la custodia, que realmente nunca salió del pueblo, puesto que fue el cáliz el que originó este episodio.

El canto fue popularizado rápidamente en el acordeón de Colacho Mendoza y grabado a comienzo de los años 60 por El Trío de Bovea y sus Vallenatos. En el año 1964, cuando se realizó la histórica parranda en el palacio presidencial por invitación de nuestro mandatario el Dr. Guillermo León Valencia, mientras los miembros del gabinete y algunos aristocráticos invitados de la elite bogotana celebraban con aplausos el canto de Escalona, los curas aquí en Valledupar ladraban de la indignación por la supuesta afrenta que al clero le ocasionaba esta composición con carácter de denuncia social.

En Valledupar, un sacerdote español de nombre Lorenzo de Alboraya inició una gestión ante la Santa Sede, para que el señor Rafael Escalona fuera excomulgado de la Iglesia católica. El comentario se regó atemorizando a más de cuatro cristianos que, como don Enrique Maya, tenían también rabo de paja en este corre ve y dile.

Un poco más adelante cuando regresó el maestro Escalona a Valledupar galardonado con la Garra de Águila que le había obsequiado el presidente Valencia, se armó una gran parranda en la Plaza Alfonso López donde los hermanos Pavajeau Molina y allí se presentó el padre Lorenzo de Alboraya preguntando por Escalona, quien gentilmente salió hasta la puerta a atender al hombre de la sotana. 

¿A la orden su reverencia en que le puedo servir?”, le preguntó el maestro Rafa. 

Y el cura de inmediato le sentenció: “Señor Escalona, vengo a informarle que estoy adelantando lo pertinente ante la Santa Sede para que usted sea excomulgado de la iglesia por la ofensa y el desprestigio que nos ha ocasionado su maquiavélico canto”. 

El maestro Rafa soltó la risa y socarronamente le dijo: “Oiga padre y usted que me viene a hablar a mí de excomunión, si yo nunca he comulgado”.

Escalona de esa manera acabó así con el embeleco de la excomunión. Aquello no inquietó en nada a nuestro gran compositor quien pasó toda su vida rindiéndole culto a la despreocupación.

Al maestro Julio Oñate Martínez, muchas, muchas gracias y a la vez reconocerle y darle los méritos que serán plasmados en el próximo libro de mi autoría “Escalona el Legendario”.

Por: Pedro Norberto Castro Araújo.

El Cuento de Pedro

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