OPINIÓN

Jordán, Abana y Farfar

“Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? 2Reyes 5:12. El pasaje que hoy nos ocupa, se refiere a la visita que Naamán, jefe del Estado Mayor, Secretario de Defensa, máximo estratega militar de Siria, al profeta Eliseo de Israel. Naamán era un hombre acostumbrado a que otros […]

Jordán, Abana y Farfar

Jordán, Abana y Farfar

Por: Valerio

@el_pilon

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“Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? 2Reyes 5:12.

El pasaje que hoy nos ocupa, se refiere a la visita que Naamán, jefe del Estado Mayor, Secretario de Defensa, máximo estratega militar de Siria, al profeta Eliseo de Israel. Naamán era un hombre acostumbrado a que otros le rindieran pleitesía, pues ocupaba un importante puesto en la corte del rey a quien servía, andaba en carro y era tratado casi como el rey mismo; seguramente lo acompañaban las más respetuosas y serviles recepciones dondequiera que se presentaba.

No es de sorprendernos que tenía un altísimo concepto de sí mismo, incluso se consideraba una persona más importante de lo que realmente era. Estaba intoxicado con su propio sentido de importancia.

Este general del ejercito de Siria, era varón grande delante de su Señor quien lo tenía en alta estima, por haber traído salvación a su nación, era valeroso en extremo; pero dos lacónicas palabras estaban arruinando su vida y su destino: ¡Era leproso!

La lepra era considerada contagiosa y la peor enfermedad de ese tiempo; los leprosos debían alejarse de su familia y vivir en aislamiento por ser considerados inmundos; era una historia de dolor y sufrimiento, una tragedia de vida.

Naamán lleno de esperanza llegó a la casa de Eliseo, el profeta ni siquiera salió a recibirlo en persona; simplemente con su criado envió un mensaje para el gran guerrero: “Ve y lávate siete veces en el Jordán y tu carne se restaurará y serás limpio”.

La falta de respeto y consideración fue tomado como un insulto e hizo enojar a Naamán, ¿Acaso no sabía quién era él? Pero el obstáculo más grande para su sanidad no se encontraba en ese insulto contra su dignidad, sino en la idea que él se había formado de cómo sería la intervención de Dios en su vida.

Por otro lado, Naamán halló que la propuesta del profeta era ridícula. Si se trataba de bañarse en ríos; en su propio país había ríos mejores, más caudalosos y cristalinos que los del territorio de Israel. ¡Que plan tan absurdo, podría haberse evitado tan largo viaje!

Amados amigos lectores, muchos de nosotros tenemos conceptos elaborados de cómo debería actuar Dios, y somos incapaces de concebir que lo haga de otra manera. Creemos que podemos anticiparnos al accionar de Dios y descartamos otras manifestaciones y cuando no se cumplen nuestras expectativas nos enojamos y queremos claudicar.

Dios es tan creativo e impredecible que jamás podremos anticiparnos a la manera en que actuará, y puesto que su capacidad para sanar e intervenir es ilimitada, debemos estar dispuestos a ser sorprendidos con las más extraordinarias manifestaciones de amor y misericordia.

No tropecemos con la sencillez de Dios, a veces parecen propuestas incoherentes: ¡Ve, metete en el Jordán! No nos quedemos esperando un milagro bajo nuestras condiciones. Obedezcamos y permitamos que su bendición fluya abundantemente sobre nosotros y nuestras familias. Si caminamos con Dios, debemos estar dispuestos a mantener su ritmo. No le pongamos condiciones a Dios. ¿El Jordán o Abana y Farfar? ¡Decide tú! ¡La lepra y el rechazo fueron vencidos en la Cruz de Cristo! Abrazos y adelante…

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