OPINIÓN

El pater familias

Viviendo a plenitud los 88 años, a la edad del declive del Papa Francisco, murió en Valledupar la semana pasada Rodolfo, el menor de los varones Araújo Noguera, médico en Chicago enlazado a su terruño natal. Su sobrino Álvaro evoca su recuerdo y el de su familia.

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“… No vi enterrar a mi padre, no lo lloré sino lánguidamente, pero al enterrar a Consuelo he llorado mil veces copiosamente y todo me parece poco para aplacar en mi alma el dolor que llevaré eternamente. Ella era al fin y al cabo la síntesis de todo lo grande y lo bueno que Dios le dio a nuestra familia”.

Este fragmento es el último párrafo del manuscrito original de puño y letra de mi padre. Escrito por él para despedir a su hermana Consuelo Araújo Noguera en la Plaza Alfonso López el 29 de septiembre de 2001, día que la asesinó las FARC. Yo tampoco vi enterrar a mi padre cuando murió el 24 de marzo del 2020; lo lloré sobre el lomo de un caballo desde la montaña más alta de mi finca en Bosconia, a donde tuve que llegar para agarrar señal telefónica y hablar con mis hijas quienes han vivido en Suiza, desde 2018. 

Cuando pienso en la infausta similitud de no poder despedir al Pater Familias, no pienso en el sino trágico recurrente como un elemento de la tragedia griega. Lo entiendo como una ruptura en la estructura familiar y de la sociedad en la que se vive.   Me hago la pregunta si la historia de mi padre que se repite en mí, implica una pérdida de rumbo y de autoridad. Es aquí donde me asalta el temor de que simbolice el derrumbe del orden y la caída en un ciclo de fatalidad, que sea consecuencia de acciones y decisiones erradas del pasado.

Tomás Rodolfo Araújo Noguera nació el 8 de junio de 1937 y murió el 16 de abril de 2025. Fue el séptimo hijo de Santander Araújo y Blanca Noguera. Nació y creció en una Valledupar que no alcanzaba los 30 mil habitantes y en una familia asentada en la Plaza Alfonso López en la que las privaciones no eran la herida de la pobreza, pero sí una condición común de la mayoría de vallenatos. Mi tío Rodolfo y Álvaro, mi padre; estudiaron en la Universidad Nacional, en una Bogotá que se recuperaba del homicidio de Jorge Eliecer Gaitán y de la guerra civil inédita que apaciguó el Frente Nacional. Ellos dos fueron el resultado del empeño de su madre que disentía con mi abuelo, para quien el noveno año de bachillerato que se impartía en el Colegio Loperena, era suficiente educación.

Rodolfo Araújo Noguera y su esposa Elsa Palmera Pineda.

Blanca Noguera nunca pensó en el milagro tecnológico de la época: el alambre de púas. No veía a sus hijos como los audaces vallenatos, junteros, sanjuaneros y villanueveros que desenrollaban alambres en todos los territorios baldíos del Valle de Upar. Fundando los patrimonios de Villazones, Castros, Lacoutures, Dangones, Mattos, Cuellos, Lafauries y otras familias ilustres de la región.  Blanca se enfocó por encima de su viudez y su limitación, en hacer a sus hijos profesionales con el apoyo de sus hijas quienes trabajaban para pagar los estudios de ingeniería de Álvaro y de medicina de Rodolfo. Álvaro estudiaba en la Nacional y también trabajaba como profesor de matemáticas de la Universidad Distrital.

La participación de los Estados Unidos en la guerra del Vietnam entre 1960 y 1975 determinó mucho en la vida de la gente. Fue la semilla del consumo de drogas en América. Consumo de drogas que creó el mercado de narcóticos, que hizo fracasar los empeños de nueve presidentes de la república de Colombia en negociar la desaparición pacífica de la narcoguerrilla. Iniciando con el esfuerzo que hiciera Belisario Betancourt intelectual y carismático, pasando por todos y cada uno de nuestros presidentes quienes de manera diferente lo intentaron, hasta llegar a la charlatanería de Gustavo Petro quien bautizó su montaje como “Paz Total”. 

La guerra del Vietnam dentro de su mar de infaustos legados, ofreció oportunidades, como la que tuvo el médico Rodolfo Araújo cuando emigró a Chicago en la década de los 60  y junto con su visa de residente recibió la perentoria citación para servir en el ejército a su nueva patria en guerra. No lo dudó y entró al ejército, y aunque trabajó en un hospital militar en Oklahoma pudo haber sido enviado al frente de batalla en Saigón. 

USA ha considerado a sus héroes de guerra, y sumado a su disciplina trazaron una vida profesional exitosa de Rodolfo como médico radiólogo en Chicago, cuna del humanismo liberal y el liberalismo económico norteamericano. En Illinois, hizo su vida norteamericana, dentro de una comunidad científica, dentro de un grupo de inmigrantes profesionales que no tuvieron el estigma que pesó sobre los radicados en los estados del sur. Rodolfo fue un hombre diferente, no tuvo el carisma que derrochaban sus hermanos, pero sin duda fue igual o más culto que todos. Tenía una formación ecléctica, era científico, deportista, lector, conocía el arte, disfrutaba el vino y la buena mesa, aunque era un hombre austero, amó los caballos y los perros, tuvo establos de caballos de salto y de alta escuela. Fue la mejor versión de lo que los francoparlantes llaman un “Bon Vivant”. Término para quien disfruta la vida, sanamente. Quien se deleita con una ambrosía o con un atardecer.  

Para los hijos de Santander y Blanca los juegos de infancia fueron la poesía, los discursos gaitanistas, el ejercicio de la memoria, la oratoria o el histrionismo. Esto le dio a los Araújo Noguera el prestigio de ser gente inteligente. Crecieron escuchando de sus padres el mandamiento de ser honestos y preparados. No se les pidió ser ricos empresarios, no se les pidió ser piadosos ni humildes, se les exigió ser honestos y preparados. 

Hoy después de haber enterrado a mi tío Rodolfo, el último de los Pater Familias de los Araújo Noguera, creo que él fue el más notable de todos a pesar de haber sido el menos visible. Sin duda cumplió con lo que se les exigió en su casa a él y sus hermanos: honestidad y educación. Pero Rodolfo además de ser honesto y preparado fue coherente. ¿Cuál es el valor de ser honesto con el erario si eres deshonesto con tu esposa? ¿Cuál es el mérito de ser honesto con el cargo público que desempeñas si eres deshonesto con tu tranquilidad? ¿Quién dice que para no ser codicioso debes despreciar el dinero, si este representa el esfuerzo de tu trabajo honrado?

Rodolfo Araújo se casó cuatro veces, pero nunca tuvo más de una mujer. Murió como lo dice el poema de Federico García Lorca: “… decentemente en mi cama, de acero si puede ser y con sábanas de Holanda”, honró y enalteció a su esposa Elsa Palmera quien le cerró sus ojos, con su último aliento. No tuvo la vanidad de varias mujeres simultáneas, ni de cargos políticos, por eso fue de sus hermanos quien amasó el mayor patrimonio y la mayor libertad financiera. Entendí hace varios años que Rodolfo fue el Pater Familias ejemplar de los Araújo Noguera por coherente. Por exitoso y discreto. Por empresario y austero. Por directo y educado.

 Después de encontrar al Cesar devorado por una BACRIM. Después de padecer al Cartel de la Toga, como estrategia del presidente charlatán. Después de no haber podido enterrar a mi padre pero encontrármelo enterrado a los pies de un señor de Chimichagua. Cuando supe que el gran Pater Familias de los Araújo Noguera se iba a morir, lo despedí antes de su agonía. Le hablé de su encuentro con Dios y la dignidad de la buena muerte, de lo mucho que lo quería y lo admiraba. Cuando murió usé mi mejor vestido y fui con mi madre y mi compañera a despedir al último varón de su estirpe. Honraré con mi honestidad y mi coherencia a mi tío Rodolfo y sus hermanos, incluyendo a mi padre. El buen ejemplo es la única fuente de autoridad verdadera que conozco y espero que también sea la mejor forma de reparar las heridas del alma.

Por: Álvaro Araújo Castro.

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