OPINIÓN

Christian Moreno, Miguel Uribe y la política

Porque mientras unos lloran, otros venden pañuelos… Señores: menos likes, más conciencia. Menos oportunismo, más solidaridad real.

Christian Moreno, Miguel Uribe y la política

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Porque mientras unos lloran, otros venden pañuelos… Señores: menos likes, más conciencia. Menos oportunismo, más solidaridad real. En un país donde las pasiones han sido el motor fundamental de nuestras iniciativas, los dichos populares suelen tener más profundidad de la que imaginamos.

“Mientras unos lloran, otros venden pañuelos” no es solo un refrán pintoresco: es una radiografía de la realidad política actual. En estos tiempos, donde parece valer más un like que una convicción, urge menos populismo virtual y más conciencia real; menos oportunismo disfrazado de liderazgo y más solidaridad auténtica, especialmente cuando la democracia camina por el filo de la navaja y los servidores públicos enfrentan sus propias batallas.

Hoy, dos figuras del espectro político colombiano atraviesan momentos decisivos: Miguel Uribe Turbay y Christian Moreno Villamizar. Ambos se encuentran en procesos de recuperación médica, en medio de coyunturas que podrían incluso poner en riesgo sus investiduras. Pero esto no es solo un hecho noticioso: es una invitación a reflexionar sobre el verdadero costo del servicio público.

Ser político en Colombia no es una tarea menor. En un país atravesado por la violencia política (que ha marcado a familias enteras y ha dejado secuelas registradas en la historia nacional), defender los intereses del pueblo es, muchas veces, un riesgo personal. Uribe Turbay, cercano al uribismo, y Moreno Villamizar, heredero de una tradición provincial con proyección nacional, han vivido en carne propia los embates de un sistema que no siempre protege a quienes se atreven a pensar diferente o a incomodar estructuras de poder.

Lo sucedido con el senador Uribe Turbay y otros líderes que han sido asesinados en Colombia no puede ser minimizado. La violencia política debe ser repudiada venga de donde venga. Es una alerta sobre lo frágil que aún es nuestro camino hacia una democracia verdadera, una paz real y una sociedad sin repetición. No podemos permitir que intereses particulares ni pasiones electorales sigan tiñendo de sangre el debate político. No más odios, no más venganzas, no más violencia. Necesitamos confrontar ideas, no eliminar adversarios. Desde cada rincón del país, alcemos la voz.

Christian Moreno Villamizar, por su parte, representa una corriente política que se forjó desde abajo. Su grupo ha echado raíces y florecido con cargos de elección popular en concejos, alcaldías, asambleas, el Congreso y la Gobernación. Han sabido adaptarse a los tiempos sin perder su esencia, construyendo desde el arraigo y la integración. En las elecciones territoriales de 2023 demostraron su peso electoral, especialmente en la capital del Cesar, y su nombre resuena con fuerza de cara al Congreso de 2026.

Es aquí donde cobran vigencia las palabras, llenas de cálculo político, del fundador Cristian Moreno Pallares (q.e.p.d.), quien, anticipándose al triunfo, lanzó una consigna que hoy retumba con fuerza:

—Primito, búsqueme un candidato que arranque con 15 mil votos y sea capaz de generar la sinergia que despierte las bases del departamento y tenga incidencia nacional.

Una declaración que no es arrogancia, sino visión estratégica. Lo que para muchos sería una bendición (una base sólida, un liderazgo natural) para este grupo es su mayor desafío: su talón de Aquiles. ¿La razón? Son vistos con prevención. No por debilidad, sino porque han sabido leer el tiempo político con precisión quirúrgica. No se prestan para ser relleno en listas ajenas ni comparsa en proyectos ajenos a sus convicciones. Su apuesta es clara: por la curul, con identidad y visión. Y eso incomoda.

Del lado del senador Uribe, su favoritismo dentro del Centro Democrático, su cercanía con el expresidente Álvaro Uribe y su capacidad para tender puentes con sectores empresariales lo perfilan como un actor clave no solo para el Congreso, sino también en la puja por las presidenciales de 2026. Mientras algunos apenas calientan motores para Cámara y Senado, otros ya construyen la narrativa que hará falta: una narrativa con identidad, algo que estuvo ausente en 2022 y que costó muy caro.

Mientras todo esto ocurre (movimientos, estrategias, cálculos, alianzas, traiciones y lealtades), también emergen las historias de siempre: rumores de esquina, hipótesis de café, películas de barrio. Como en los circos romanos, muchos observan desde la grada. Pero esta vez, el espectáculo político también capta la atención internacional, en un mundo multipolar donde todo se interconecta.

Es momento de elevar la discusión. De dejar el show y pasar al compromiso. La política no puede seguir siendo un escenario de vanidades o intereses personales. Necesitamos líderes que inspiren, pero también pueblos que despierten y respondan.

Menos likes, más conciencia. Menos oportunismo, más solidaridad real. El futuro nos pertenece. Dios nos bendiga.

Por Eistin Arce Mejía

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